Parte sin título 53

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- ¿Dónde está tu habitación? -preguntó James-.

- Escaleras arriba, la primera a la izquierda -contestó Lucía-.

Dicho lo cual, la ascendió en sus brazos hasta su pecho y con ella así, subió los escalones hasta el hermoso dormitorio de Lucía. La puso sobre la cama; la carrera detenidamente, como comprobando los cambios de estos dos últimos meses y le quitó la ropa que llevaba, pero no los zapatos de tacón. Se quitó el cinturón de sus pantalones; se subió a la cama y ató las muñecas de Lucía con él, para luego engancharlo al cabecero.

- Este es tu castigo por haber estado a punto de entregarle tu cuerpo, que me pertenece, a ese tipo. No vas a poder tocarme ... ¿Lo entiendes Lucía?

Lucía empezaba a sentir la excitación por todos los rincones de su cuerpo. James emanaba justo el calor y el olor que ella necesita, para que sus pequeños órganos sexuales empezasen a palpitar. James se quitó su ropa y se subió encima de ella. Sus manos amasaban su cuerpo como el panadero hace el pan; sus piernas; sus muslos; sus caderas; su trasero; su pecho ... El estaba tomando posesión de su territorio y ella comenzaba a necesitar tomar más aire. Metió la cabeza entre sus piernas, buscando delicadamente donde posar sus labios, ahora en una ingle; ahora sobre su monte de Venus; ahora sobre sus labios mayores; ahora sobre su clítoris ... Metió la lengua y comenzó a lamer suavemente toda su carne rosada. Introdujo su punto más sensible en su boca, acariciándolo ligeramente con los labios y con los dientes.

- Ohh ... James ...

James notó cómo el sabor salado de los jugos de Lucía crecía dentro de su boca. Le encantaba verla así, temblando, retorciéndose de placer bajo su cuerpo, a expensas de todo lo que él le hiciese. El ritmo de su lengua se hizo más acelerado y el primer orgasmo de ella le vino sin más.

- Estabas muy necesitada mi amor ... -dijo él-.

- Necesito tocarte por favor ... -rogó ella-.

James no contestó, pero negó con la cabeza. Entonces paró atención a sus pechos. Los notaba un poco más grandes y mucho más sensibles, pero igual de preciosos. Se metió uno en la boca, mientras con una mano acariciaba el pezón del otro y absorbería del primero, como si se estuviese alimentando de ella.

- ¿Cuándo nazca nuestro hijo vas a darnos de beber a los dos? -le preguntó ebrio de excitación-.

Lucía no podía ni hablar. Se retorcía de un placer inmenso, pues ciertamente sus pechos estaban mucho más sensibles que antes.

- ¡Oh Dios! ¡Necesito sentirte James!

Y excitado como estaba, colocó sus caderas entre las piernas de Lucía y se introdujo en su interior de una forma absolutamente deliciosa para ambos; suave al principio pero fuerte al final y juntos, como deseaban estar a partir de ahora, llegaron al límite del placer.

- Te amo ... -dijo antes de desfallecer-.

- Yo también te amor, mi amor ... -dijo antes de quedarse dormido-.

Horas después Lucía abrió los ojos y se encontró desnuda y sola dentro de la cama. Sus manos ya no estaban atadas y al principio pensó que todo había sido un sueño; que James no había estado allí y que volvía a estar sola.

- ¡James! -gritó asustada-.

Pero llamó buscándolo, porque algo le que James había estado allí y que había hecho el amor y se había dicho que se amaban, pero esa sensación, se estaba convirtiendo en temor de haberlo tenido y haberlo perdido; de no volver a verlo, ni sentirlo y la angustia comenzó a cubrirla por completo.

- ¡James! –Volvió a gritar desesperada y llorando-.

El silencio la contestó.

Lucía agarró la colcha de su cama y cubrió su cuerpo desnudo y salió fuera de la casa. Quería ver si el coche en el que él había venido, seguía allí y al traspasar la puerta, su corazón dio un vuelco. James estaba sentado en el porche. Llevaba sus pantalones tejanos y una taza de café humeante y observaba cómo despuntaba el día. Estaba absorto en sus pensamientos y no se percató de la presencia de Lucía, quien se dedicó a observar, durante un buen rato, como las primeras luces bruñían su piel. Era una visión celestial.

Lucía puso su mano sobre James, como si tocándolo lo hiciese más real y él pareció volver a la Tierra.

- ¡Mi amor! -dijo James al verla- ¡Esto es verdaderamente precioso! No me extraña que desearas volver ... La casa, los viñedos, el paisaje, el océano Atlántico ... No me imagino otro lugar mejor para nosotros ...

Lucía dejó salir las lágrimas de sus ojos. El miedo, la belleza y la alegría las operaciones agrupado allí.

- ¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras? -le preguntó preocupado-.

- Porque soy una tonta ... He tenido tanto miedo de perderte ... Si vas a irte por favor dímelo ahora, no creo que más adelante pueda soportarlo ...

- No voy a irme de tu lado amor mío. Vamos a estar los tres juntos aquí. Sólo tendré que ir y venir de Escocia algunas veces, por Rose y por mi trabajo ... Aquí crearemos nuestro hogar y nuestra familia y seremos felices. Ya no más nubes negras ...

- ¿De verdad? -preguntó emocionada-.

- De verdad. La amo Sra. Campbell y me haría muy feliz si me permitiera compartir su vida conmigo -dijo James-.

- ¿Sra. Campbell? Si supiera lo que me excita que me llame así ... No lo haría a la ligera ... -dijo plagiándolo- Para mí, Sr. Campbell, sería un placer compartir con usted mi vida ...

- Te quiero, Lucía.

- Te quiero, James.

Y James sacó de sus pantalones un anillo que, deslizó en uno de los dedos de ella, mientras le daba un beso en los labios. El aro dorado tenía un símbolo celta, los dos triskeles, emblema de amor eterno. Cada trinkel tiene tres nudos (o puntas) y denotan los tres aspectos de una persona, cuerpo, mente y alma. Los dos triskeles unidos, juntos, muestran un círculo. El círculo representa el amor eterno, la vida o la eternidad. Así la figura representa a dos personas unidas en cuerpo, mente y alma, en amor eterno.

 Así la figura representa a dos personas unidas en cuerpo, mente y alma, en amor eterno

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