Aquella misma noche, durante la cena, estaban sentados a la mesa Rose, James y Lucía, mientras Mary y Albert lo hacían en la cocina, aunque la mujer, de vez en cuando iba y venía con las manos llenas. Lucía degustaba algo de pescado que, no conocía, pero que estaba delicioso, con zanahorias y brócoli al vapor y sintió como algo en su interior se estremecía. Fue tan leve que por un momento pensó que era un movimiento natural, debido probablemente a su ovulación, pero cuando el estremecimiento se incrementó y ella alzó la vista, pudo ver cómo James la sonreía mientras metía una mano en su bolsillo. El aparatito iba incrementando a cada poco su potencia y la vibración iba llevando a Lucía a un estado de contención entre placentera e infernal. El hambre digestivo se evaporó y Lucía ya no podía concentrarse en el alimento que hacía un rato devoraba.
- Tienes mala cara Lucía ¿Te encuentras bien? -dijo sonriendo-.
- ¿Eh? Sí... Bueno... Yo...
Lucía intentaba constreñir sus piernas, sus gemidos y todo su cuerpo, para que nadie supiese lo excitada que se estaba sintiendo.
- Estás sudando... -insistió con una sonrisa traviesa, mientras subía un punto más el control remoto-.
Ahí Lucía ya no pudo controlarse más y produjo un pequeño sonido gutural que, provenía de lo más profundo de su interior.
- ¡Oh! ¡Disculpadme!
Y salió corriendo hacia su habitación. James se levantó un minuto después de ella, con una cara de fingida preocupación.
- Abuela discúlpame un momento. Estoy preocupado por Lucía.
- Claro hijo. Ve a ver si está bien.
Rose se había dado cuenta que, de unos días atrás, su nieto no se comportaba tan violentamente con su enfermera y que, incluso, era amable con ella. Recordó que semanas atrás había avisado a Lucía del carácter de su nieto y ahora observaba con alegría que, todo parecía ir mejor entre ellos.
- ¿Se gustaran? –Pensó Rose- ¿Será Lucía quién obre el milagro para James?
James corrió detrás de Lucía, quien se dirigió al baño de su habitación, antes que ella se cerrase con llave y la vio retorciéndose en el suelo de placer, un placer que emanaba remotamente de sus manos.
- James ... Por favor... -suplicó ella-.
James la alzó entre sus brazos y la subió al mueble del lavabo. Ella gemía, mientras buscaba sus labios y le besaba desesperada, como si el contacto con sus labios pudiese rebajar la tensión que sentía dentro. James sacó por la cabeza el jersey que ella llevaba y luego desabrochó su sujetador. Posó suavemente sus manos sobre cada pecho, para luego meterse primero uno y luego el otro en la boca, de manera voraz, mientras Lucía gemía y suplicaba.
- Ohhh ... Por favor ...
- Por favor... ¿Qué? ¿Qué quieres Lucía? ¿Qué necesitas? Dímelo...
Lucía no podía hablar. James siguió despojándola de sus tejanos pausadamente y luego de sus bragas, mientras Lucía se acercaba a él y se frotaba contra su piel, con gran necesidad. Después él se desabrochó sus pantalones y se quedó totalmente desnudo, mientras que ambos se miraban con hambre.
- ¿Qué necesitas? –Volvió a preguntarle él-.
- ¡Quítamelo! –Gritó-.
- ¿Sólo quieres que te lo quite?
- Por favor...
Lucía estaba a punto del colapso, sin embargo en lo único en que pensaba, era en cómo se sentiría a James dentro de ella y aunque el dichoso aparatito estaba en el punto más álgido de su escala, ella quería llegar al orgasmo de otra manera y recordó que James no lo haría, si ella no se lo pedía y tenía claro que esta vez no iba a evitarlo...
- James... Por favor... Hazme tuya...
James abrió los ojos como platos. Seguro como era, sabía que conseguiría hacerla suya, sin embargo cuando ella se lo pidió, sintió un remolino en toda su piel; en su estómago; en su corazón y en su polla. Creía estar preparado, pero nada más lejos de la realidad. Cuando la escuchó suplicarle se sintió por primera vez feliz, inmensamente afortunado... Entonces abrió sus piernas y estiró del cordel que colgaba de su vagina, mientras Lucía exhalaba durante un momento, el que tardó en penetrarla de una vez sola y volvió a quedarse sin aliento. El no había podido controlarse. Ella estaba allí para él, abierta; dispuesta; húmeda; sofocada, rogándole que entrase en lo más íntimo, en lo más profundo de su cuerpo y era toda para él; era toda suya, pensó, mientras las embestidas iban golpeando el mueble del lavabo contra la pared y ambos se fundían en un solo grito y en un solo cuerpo. Pero la noche se alargó durante horas. Después del baño, la puerta, el alfeizar de la ventana, el suelo, el armario, la cama, la ducha... Pasaron toda la noche acariciándose, besándose, comiéndose, bebiéndose, lamiéndose, mordiéndose y tocándose y aunque ambos pensaban que sólo estaban follando, desde el primer encuentro, sus almas se estaban haciendo el amor.
ESTÁS LEYENDO
En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...