Lucía tenía veintitrés años. Conoció a Samuel en la Universidad y pronto empezaron a salir. Era su primer novio. Ella no había tenido mucha experiencia antes de él y como estaba tan enamorada, le hizo caso cuando le propuso filmarse mientras hacían el amor. El vídeo fue como una prueba de confianza y algo divertido, sin embargo, años más tarde, cuando Lucía cortó con Samuel porque ya no le quería como antes, él comenzó a difundirlo. Las imágenes llegaron a todas partes. Gente de su ciudad la miraba y la señalaba y en su trabajo la invitaron a irse porque argumentaron que tenían una política muy estricta de moralidad. Por esa razón su mundo se había venido abajo dos años atrás. Dejó a su novio y éste la echó del piso que compartían; todo el mundo le había visto practicando sexo y en el trabajo la he despedido. No tuvo otro remedio que poner tierra de por medio y ese fue el motivo por el que volvió a Reino Unido, pese a que no le gustaba.
Y ahora resultaba que su horrible jefe también lo había visto, varias veces según dijo y pretendía chantajearla para que dejase de ver a lo único bueno que le había sucedido desde hacía tiempo, David, pero después de llorar hasta quedarse sin lágrimas, recobró de nuevo el espíritu de lucha y empezó a urdir un plan. Conseguiría resolver todo, aunque con ello le fuese la vida. Lo primero que hizo fue despertar a Rose, enseñarle la carta y hacérsela firmar. Después llevó a la Sra. Campbell a tomar el té con sus amigas, mientras ella se dirigía al locutorio habitual. Escaneó la carta y se la envió a su contacto de la embajada, con una nota donde le explicaba quien firmaba la carta y quien era en verdad la persona que la había contratado y que se negaba a dejarla ir. No quería tener ninguna sorpresa en el aeropuerto y prefirió resolver cualquier contratiempo antes de llegar allí.
Después se encontró con David en el bar de enfrente de la cafetería y se armó de valor para lo que le tenía que pedir.
- ¡No sabes lo contento que me hace verte! ¿Ha ido todo bien? -le preguntó David-.
- Sí –prefirió mentir- pero tengo que pedirte algo que te resultará muy difícil...
- ¿Qué es? Lo que necesites...
- Tenemos que dejar de vernos.
- ¿¿¿Qué???
- Esta mañana Rose me ha firmado la declaración y se la acabo de enviar a la embajada. Esperaré a ver qué me dicen y cómo se desarrolla todo el proceso, pero... El me ha pedido que deje de verte y no quiero que sospeche de mi trama con ningún argumento. Me entiendes, verdad?
- ¿Por qué te ha pedido que dejes de verme?
- No lo sé. Creo que está obsesionado con hacerme daño y cree simplemente que puede hacérmelo...
- Pero... ¿Entonces nosotros?
- Te mantendré informado de cómo van las cosas y cuando llegue el momento de irme te avisaré y entonces tú decides qué hacer. Yo no voy a echarte en cara si después de todo esto no quieres seguirme... Lo entenderé perfectamente.
- Te seguiré. No tengas ninguna duda.
- Entonces... ¿Estás de acuerdo?
- ¡Qué remedio! Pero por favor ten cuidado y escríbeme todas las noches, vale? Si una sola noche no sé nada de ti avisaré a la policía ¿vale?
- Vale...
- Otra cosa... ¿Te ha tocado? ¿Ha intentado sobrepasarse?
- ¡No! –Dijo Lucía sabiendo que mentía, pero convencida que era mejor que David no supiese del "incidente" de la pasada noche, porque entonces las consecuencias serian nefastas-.
Se besaron antes de separarse, sintiendo que esos besos serían los últimos en mucho tiempo. Recogió a Rose y juntas volvieron a casa. Aquella noche Lucía notó que James estaba extrañamente serio y silencioso. No tenía esa sonrisa de "te tengo bajo control" ni tampoco decía nada que la pudiera incomodar. En un principio ella respiró aliviada, pero la boca del estómago le decía que era la calma antes de la tormenta... Y no se equivocaba...
Era medianoche cuando Lucía por fin dormía profundamente, hasta que comenzó a sentir algo de frío y humedad.
- ¿Estará lloviendo? –Pensó-.
Todavía adormilada abrió los ojos y vio a James sobre ella, con la cabeza entre sus piernas y su boca y lengua deslizándose entre su sexo. Ahí es cuando se despertó del todo. Se encontró totalmente desnuda y expuesta y cuando intentó apartarlo, se dio cuenta que tenía las manos y los pies atados, así que quiso gritar para pedir ayuda, pero entonces notó que tenía un pañuelo en la boca que le impedía emitir sonido alguno. Volvió a observar la escena. Ella estaba desnuda y atada al cabecero de su cama; sus piernas estaban totalmente dobladas y abiertas y sus tobillos atados, mientras su jefe le hacía sexo oral. Empezó a revolverse lo que las ataduras le permitían, intentando que él se diese cuenta de su soez, pero lo único que consiguió fue que él la mirase a los ojos, sonriese y continuase con lo que estaba haciendo.
Lucía no creía que su cuerpo podría sentir las mismas sensaciones que cuando el sexo era consentido, pero básicamente eran las mismas maniobras, así que sí, se sentía igual. James utilizaba sus labios contra los pliegues internos de ella y usaba su lengua para lamer y humedecer toda su zona, internándola y extrayéndola una y otra vez de su interior. Lucía empezaba a sentir tanto placer que no podía evitar ni sus gemidos, ni su excitación, ni el ritmo cardíaco, ni las perlas de sudor sobre su piel y pese a que lo intentó con todas sus fuerzas, el orgasmo le sobrevino varias veces esa noche, porque James no se detuvo con el primero.
- ¿Cuánto tiempo hace Lucía? -le preguntó-.
Pero Lucía no podía contestarle. A parte de tener su boca tapada, la parte racional de su cerebro estaba temporalmente apagada, mientras James succionaba, mordía y lamía sus pezones.
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...