Antes de la llegada de James la comida la hacían todos juntos, pero a él no le pareció bien que su abuela se juntase con el servicio, así que desde ese momento, Lucía pasó a comer junto a Mary y Albert en la cocina y Rose y James en el comedor. A Lucía no le importaba en absoluto, cuanto más lejos estuviese de él mejor. De esa manera comenzó a relacionarse más con la ama de llaves y su hijo que, resultaron ser dos personas muy entrañables.
- ¿Así que saldrás este viernes con el Dr. Scott? -le preguntó Mary-.
- Bueno... Creo que sí, pero no es una cita ni nada de eso. Sólo quiere que escuche vuestra música tradicional.
- Seguro que sólo es eso...
- ¿Qué quieres decir?
- Nada, nada... Espero que el Sr. Campbell no se entere hasta el último momento, porque podría enfadarse más de lo que acostumbra a estar...
- ¿Siempre ha sido así el Sr. Campbell?
- Yo entré en esta casa cuando su madre se marchó y los abandonó.
- ¿Cómo ???
- La madre de James y el mayordomo huyeron una noche juntos, dejando a su marido ya su hijo una nota de despedida. En ella decía que no podía seguir con esa farsa; que Frank y ella se habían enamorado y les pedía perdón por el daño que les causaba...
- ¡Ohh! ¡Dios mio! No tenía ni idea...
- Al poco me contrato el Sr. Campbell, el padre de James. El niño debía tener unos 11 años. Un año después su padre se quitó la vida, dejándolo al cuidado de su abuela paterna. Eduard estaba muy enamorado de su mujer y no pudo soportar su traición.
- No puedo creerlo... Pobre criatura... ¿Por eso se preocupa tanto en mantenerse separado de sus trabajadores?
- Supongo que nunca la ha perdonado... Y desde entonces Rose se convirtió en madre y padre de James.
- Menuda historia... No sé hasta qué punto las cosas que nos pasan de pequeños nos convierten en los adultos que somos, pero empiezo a entender porque parece que nos mira a todos por encima del hombro...
Después de comer y mientras Rose echaba su siesta, Lucía salió al jardín a leer.
- ¿Qué lee señorita Lucía? -le preguntó Albert-.
- Llámame sólo Lucía... Albert. Estoy leyendo un libro en español que se titula " El perro del hortelano ". Lo encontré el otro día en la biblioteca y me lo traje.
- ¿Y de qué va?
- Bueno... Es una historia de clases, donde el amor no tiene cabida. Habla de una condesa que se enamora de su secretario, pero como él es pobre, no puede si quiera pensar en casarse con él. Entonces él empieza a salir con la doncella y le pide matrimonio, pero la condesa no lo acepta, porque aunque no puede ser para ella, no va a aceptar que sea de otra. ¿Entiendes? Por eso el título... El perro del hortelano ni come ni deja comer... Es una obra con un poco de ironía.
Albert empezó a reírse.
- ¿Y eso le gusta? -le preguntó él-.
- Bueno... la verdad es que me gusta leer muchas cosas diferentes y... sí, ésta también me gusta.
- A mí me gustaría poder leerla y que me gustase tanto como a ti...
- Y a mí me gustaría poder cuidar de las plantas tan bien como lo haces tú. Cada uno tiene su propia habilidad.
- Puedo enseñarte si quieres.
- ¿En serio?
- ¡Claro!
Pasaron un buen rato entre plantas y tierra. Albert tenía un don para los vegetales; los cuidaba y sabía exactamente qué necesitaban en cada momento; las hablaba; las cantaba y pasaba horas con cada uno. Era un auténtico enamorado de las flores y Lucía disfrutó de cada momento junto a él. Las risas empezaron a oírse a través de la ventana del despacho que se había organizado James en la casona, y empezaron a desconcentrarlo ¿Quién era tan feliz en ese momento? ¿No podía irse a reír a otro sitio? Cuando vio de quien se trataba, un extraño sentimiento de rabia le cruzó por la mente y le hizo cerrar fuertemente los puños.
- ¿No tiene otra cosa que hacer que perder el tiempo con el jardinero? ¿Para eso la pago? –Gritó James desde la puerta que conducía al jardín-.
Lucía se quedó helada y no supo qué responder.
- Disculpe señor. Aprovechando que la Sra. Campbell está dormida, quise enseñarle un poco de jardinería a Lucía, para que desconectara un poco -contestó Albert-.
James le miró con repugnancia. Se acercó a él y pisó unas rosas enanas que había en el parterre a propósito.
- ¡No! ¡No las pise! ¡Volveré adentro! -gritó Lucía-.
- Bien, espérame en mi despacho.
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...