Parte sin título 50

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- James, es imposible -le contó Henry-. Inmigración dice que tras permanecer dos años de forma ilegal en el país, no van a autorizar su entrada ni por turismo ni por trabajo, hasta dentro de un año.

- ¿¿¿Qué??? ¿Y si hacemos un matrimonio? -preguntó angustiado-.

- Bueno, ahí la cosa también se complica ... Ella debería ir a la embajada de Reino Unido en España y formalizar los papeles. Tú deberías hacer lo mismo en la embajada española y luego con todo, lo llevaríamos al registro y la boda se podría hacer virtualmente, pero no podemos hacerlo si ella no quiere ...

- Ya veo.

- ¿Ya contestas a sus llamadas? -le preguntó Henry- ¿Habéis hablado?

- No. He estado demasiado enfadado para hablar con ella.

- ¿Y sigue llamándote?

- No...

- James ... Han pasado ya dos meses ... Si tú no la llamas y ella tampoco ... ¿Qué crees que pasará? Acabarás perdiéndola ...

- No he tenido el temple de llamarla, vale?

- Vale ... ¿Y por qué no vas? Tú sí puedes entrar como turista ...

- Bueno porque he tenido mucho trabajo en la oficina y con mi abuela ... La nueva enfermera no es como Lucía y no puedo dejarla sola con ella ...

- James ... Nadie es como Lucía ... Y si no vas a por ella la perderás y te arrepentirás toda tu vida. Tu trabajo puede hacerlo Marion y tus empleados y la enfermera nueva, aunque no te guste, puede cuidar de Rose, lleva haciéndolo durante los dos últimos meses.

- ¿Desde cuándo eres un casamentero? –Preguntó James sorprendiéndose de la cercanía que habían ganado entre los dos-.

- ¿Desde el momento que vi que te disponías a asesinarme por bailar con ella ...? -ironizó Henry-.

- ¡Y lo hubiese hecho! –Dijo James riéndose a carcajadas-.

James seguía muy enfadado con Lucía, tanto que no había querido hablar con ella durante todo ese tiempo. No podía controlar la ira y no quería decirla cosas que sabía no les llevarían a nada bueno, así que había decidido darla espacio, pero no se imaginaba que ese espacio se estaba implantando en Lucía, hasta el punto que ella ya había renunciado a él, gracias en parte a la mentira de Marion, que seguía interesada en James ...

- Buenas noches James –dijo coquetamente Marion- ¿Querías verme?

- Sí, vamos a mi despacho.

Marion subía desabotonándose la chaqueta que llevaba. Debajo sólo su ropa interior ... James entra al despacho y cierra la puerta. Marion se deshace de la levita y baja la cremallera de su falda, mientras él mira a través de la ventana, sin darse cuenta. Quiere decirla que va a marcharse durante un tiempo, pero se sorprende cuando Marion lo abraza por detrás y pasea sus manos por su entrepierna.

- ¡Oh! James ... Te deseo tanto ...

- ¡Marion! ¿Qué haces?

- ¿Tú qué crees? –dice mientras desabrocha su sujetador- Estoy aquí para ti James ... Tómame ...

- ¡No! ¡Marion! Yo ... Te llamé para hablar de trabajo –dice visiblemente contrariado-.

- Bueno ... No es la primera vez que empezamos a hablar de trabajo y acabamos en la cama, no? –Dice mientras desciende hacia abajo su tanga-.

Marion está totalmente desnuda frente a James y éste empieza un verso afectado por los toques de ella que, sigue utilizando sus manos en su pantalón, hasta que agarra el final de su corbata y lo acompaña suavemente hasta su mesa. Allí ella se sienta sobre el borde y empieza a utilizar su lengua sobre su boca, su cuello y el lóbulo de su oreja para excitarlo. Coge sus manos y las coloca sobre sus pechos y empieza a acariciarse a través de él. A James le falta poco para abrirle las piernas y colarse en su interior una y otra vez ...

Marion retira la camisa de James y acaricia su cuerpo; desabrocha sus pantalones y los retira hacia abajo, junto a sus bóxer; agarra su trasero con ambas manos y lo acerca a ella. Abre sus piernas para darle acceso y se recuesta sobre la mesa, mientras éstas abrazan la cintura de él. James no puede más que recordar a Lucía, justo en esa habitación; justo en ese escritorio y justo en esa actitud y se da cuenta que la echa tanto de menos ... Su cuerpo; su piel; su aroma; el calor que desprende; sus ojos; el enfado de verse bajo él, porque no quería excitarse, pero los gemidos que su dulce boca liberaban, porque su cuerpo sí lo deseaba ... Y así abandona su mente, para que ésta crea que está haciendo el amor con Lucía.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora