Capítulo 34 "Arya y Dean"

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Theo estaba esforzándose realmente por hacer feliz a Hermione. No había día que no le dijera lo hermosa que estaba o lo mucho que le gustaba, estaba empeñado en hacerla sonreír de nuevo pero nada parecía funcionar.
Por lo menos ella dejaba que le diera abrazos de vez en cuando, ya que aún no soportaba que nadie la tocara.
En ocasiones Hermione lograba sentir mariposas cuando veía a Theo, parecía que las cosas entre ellos estaban mejorando, sin embargo Elena cada vez se alejaba más de Hermione y no entendía porqué, quizás Elena estaba aburrida de ver a Hermione en su miseria, y no podía culparla, se había convertido en una rutina muy agotadora. Pero Theo parecía encantado de hacerle compañía cada que podía.
Si la situación fuese otra, Hermione pudo haber tomado de la mano a Theo sin pensar en que se sentía incorrecto.
Theo era demasiado atento, lo que se espera de un hombre que dice estar enamorado, pero ella incluso podría decir que era ya fastidioso tener que fingir que estaba feliz.

Hermione se moría de curiosidad por saber como estaba Draco, si estaba comiendo bien o también había perdido el apetito como ella. Quería saber como estaba de salud, si ya no había tenido convulsiones, tenía miedo de solo pensar en lo mucho que podía estar bebiendo o metiendose sustancias que no debía.
Se sentía más estupida que nunca, pensó que al haber dejado a Draco él habría ido corriendo a los brazos de Astoria y no había sido así.
El verdadero motivo para haberlo alejado era que ella no se sentía capaz de contarle la verdad a Draco, no podría jamás hablar de aquello sin romperse en llanto, si decía que había sido violada su vida estaría en boca de todos, tratarían de hacerla entrar con una denuncia o miles de cosas que solo ayudan a traumarse más. No quería que la vieran como un cachorrito débil, si ahora se sentía sucia no podría imaginarse cuando la gente supiera. No, no iba a dejar que nadie supiera.

Mientras divagaba en la pequeña biblioteca que tiene Theo en su departamento, encontró un libro viejo, se veía tan acabado como aquellos que había visto solo en la biblioteca Malfoy. No tenía titulo y sus hojas estaban muy desgastadas.
Mientras Theo atendía una llamada ella tomó aquel libro entre sus manos, dentro había una letra cursiva muy cuidadosa, entre su lectura rápida sus ojos alcanzaron a ver la palabra "Zelda", sabía que tenía que leer aquello.
Parecía un cuento para niños muy antiguo.

Arya y Dean
Hace mucho tiempo, en los grandes castillos de inglaterra, se ocultaba una bestia. Los sirvientes del castillo juraban haber visto al hermano del conde Tyrel, con aspectos bestiales.
El conde Tyrel había viajado a Paris, dejando a su hermano menor, Dean a cargo de aquel castillo, todos afirmaban que el hombre gobernaba con gran tiranía, siempre estaba molesto e irritado, en ocaciones era tan extraño que huía a plena discusión.
Después de unos meses de viaje, Tyrel regresó con su nueva esposa, se la presentó a su hermano Dean, quien estaba totalmente cambiado. Dean veía a aquella doncella con ojos de amor, Tyrel no podía culpar a su hermano, aquella joven era hermosa. Pero Tyrel no había notado que aquella mirada de amor también era recíproca de parte de su esposa.
Parecía que Dean había dejado de visitar a las sirvientas por la noche para satisfacer sus necesidades sexuales, ya no se veía interesado en ninguna otra mujer que no fuese la de su hermano.
Una sirvienta encontró una noche a la doncella Arya escabullendose de los aposentos de Tyrel para encontrarse con Dean. En cuanto Tyrel escuchó de aquello perdió la cordura y golpeó a su esposa por haberlo traicionado con su propio hermano.
Dean, que no pudo soportar la ira de ver a Arya con golpes, defendió su honor atacando a su propio hermano. Fue una noche espantosa para todos en el castillo, las sanadoras temian por la vida del conde, Dean lo había lastimado tanto que parecía difícil sobrevivir a eso. Tyrel parecía haber sido atacado por por un oso y no por un hombre, y por aquel miedo... El conde Tyrel mandó a su hermano al calabozo.
Arya rogó por el perdón de Dean, estaba tan hechizada con aquel hombre que parecía que la joven no respiraba bien sabiendo que estaba encerrado en unas frías celdas.
Tyrel estaba más que furioso, su esposa había perdido su honor, solo pensaba en matarla, pero habían tantos testigos que se contuvo.
Una noche, después de tantas semanas de desconsuelo, Arya se puso de rodillas pidiendo a su esposo que dejara libre a Dean, éste dijo que jamás lo dejaría estar de nuevo cerca de ella, entonces Arya tomó aquella oportunidad y sacrificó su felicidad para que Dean pudiera ser libre.
Juró con su sangre que si dejaba ir a Dean, ella jamás volvería a verlo... y así fue. Tyrel tomó a su esposa lejos del castillo, Dean era finalmente libre, pero no sabía dónde estaba su amada.
Al rededor de un año, ambos estaban casi sin vida, la joven Arya respiraba por impulso, pero parecía que toda alegría había sido arrebatada de ella, Dean por otro lado tenía un aspecto que daba miedo, la servidumbre había huido del castillo porque aquel hombre cada vez era más agresivo.
Dean estaba muriendo por la ausencia de Arya, con cada día que pasaba su alma se iba apagando más y más.
Arya estaba bajo la tiranía de Tyrel, que se había hartado de tener a una mujer que no le servia propiamente como esposa, ella no parecía mejorar y cada noche entre sus sueños hablaba de Dean.
Tyrel sin poder más con la vergüenza tomó una daga de plata que estaba destinada a ser la causa de la muerte de Arya, pero nada de eso fue necesario. Esa misma noche Arya había muerto en su cama por si sola, los sanadores creían que la joven había sido embrujada, otros creían que había muerto por la desnutrición del no comer.
Dean sintió aquella perdida desde lejos, y sabía que el culpable de que Arya y él no pudieron estar juntos había sido su hermano, así que lo buscó hasta el cansancio y cuando finalmente lo encontró, desgarró su garganta con sus garras de Zelda y le puso fin a la vida del Conde Tyrel.
Dean no soportó ver a su amada como un cadáver, su alma solo aguantó unas semanas más antes de partir.
Aquel amor que parecía magia era tan fuerte que solo había bastado con una mirada, la separación había desecho la vida de ambos, con el paso del tiempo la ausencia del otro pesaba más, enfermando a los dos hasta tal punto de la muerte.

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