Capítulo 33 - Parte 1

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Ámbar

El estómago me hormiguea y, de repente, un cosquilleo extraño invade mi cuerpo. Un cosquilleo que no logro ni reconocer y a la vez sí gracias a los libros clichés que me leía cuando tenía doce o trece años.

Lo peor de todo es que eso siempre terminaba siendo algo muy específico. Tan específico que se podría resumir en una sola palabra.

Pero no, es algo pasajero.

Las ganas de sonreír el doble se me vienen encima, las intento reprimir. Miro a Mateo, él es el único que me hace sentir esto de una forma tan intensa. Noto que espera una reacción de mi parte, pero eso no parece importarme porque toda mi atención se la llevaron sus anteriores palabras.

Me gusta cuando sonríes.

Cada vez que reproduzco esa maldita frase en mi cabeza, una corriente de electricidad invade mi columna vertebral con más intensidad. Me relamo los labios, los ojos de Mateo parecen querer atravesar el muro invisible que separa mis pensamientos de la realidad.

Quiere saber lo que pienso, y no lo culpo. Yo a veces también quiero saber qué piensa él de mí, si en verdad le intereso. Últimamente, todo lo que se me pasa por la cabeza tiene algo que ver con él y eso me tiene verdaderamente mal.

Hasta me imagino cosas que no debería, y no hablo precisamente de sexo.

—¿Pasa algo? —interrumpe mis pensamientos, confuso.

—No —niego unos segundos después.

—¿Qué pasa?

—Nada —murmuro.

Suspiro, poniéndome boca abajo. Siento cómo su mano entra debajo de mi ropa para luego acariciar mi piel. El toque me relaja al instante, no sé a qué viene esto pero no me voy a quejar.

—Tienes que sonreír más —comenta como si fuera lo más normal del mundo.

Me quedo un rato en silencio.

—¿Cómo mierda voy a sonreír si nada me hace sonreír? —mascullo cerrando los ojos, disfrutando de sus dedos sobre mí.

—¿Por qué lo hiciste hace unos minutos? —su voz sale grave.

—No lo sé.

Se ríe, cosa que provoca que yo también lo haga, sin que él lo note.

—¿Eres feliz?

—Tampoco lo sé.

—¿No lo sabes?

—No.

—Vamos, ¿quién no sabe si es feliz?

—Yo.

—¿Por qué?

—No recuerdo qué se siente —explico —, si no lo recuerdo no sabría decir si ahora lo soy o no.

—Es... difícil de explicar.

—¿Tú eres feliz?

—Sí.

—¿Cómo lo sabes?

—No se sabe, se siente.

—¿Qué sientes?

—Ya dije que es difícil de explicar —se queja. Ladeo mi cabeza, mirándolo —, pero es una buena sensación.

—¿En serio? —espeto con sarcasmo —. Mateo, es obvio que ser feliz es algo bueno.

Sus labios se curvan en una sonrisa.

—No te pongas así que me quitas lo conmovedor.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora