Mateo
—Ámbar —la llamo, con la intención de solucionar una duda que tengo hace tiempo. La observo, su cabeza está apoyada en mi regazo mientras le hago caricias en el cuero cabelludo.
—¿Qué? —murmura con los ojos cerrados.
—¿Cuántos novios has tenido? —no parece sorprendida con mi pregunta, de hecho, hasta parece que la esperaba.
Mira el techo, mientras juega con los dedos de mi mano desocupada.
—¿Formal? Uno —la sonrisa que su acto me había procurado desaparece.
—¿El imbécil ese? —mascullo.
—El mismo —asiente aún distraída.
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Qué te llamó la atención en él? —me relamo los labios, ansioso por la respuesta.
—Su acento, supongo —se encoge de hombros —. Tenía debilidad por los ingleses.
Tenso la mandíbula, creo que sacar este tema ahora no fue muy conveniente. Ámbar da unos leves tirones a mi sudadera, llamando mi atención que no sé en qué momento se había desviado de ella. Cuando mis ojos chocan con los suyos una oleada de tranquilidad y calma invade mi cuerpo.
—Dije que tenía, no que tengo —aclara.
—No lo dudo —aseguro.
—Antes sí que lo dudaste —frunce el ceño, causando que una sonrisa divertida se apodere de mis labios.
—No lo dudé —la contradigo.
—Sí lo hiciste.
—No.
—Sí.
—No.
—Sí.
—No.
—Sí.
—No.
—No.
—Sí —no me doy cuenta del fallo hasta que sonríe juguetona —. Eso no vale, me has troleado.
—No.
—Oh, s...
—Vámonos de aquí, me estoy congelando —cambia drásticamente de tema.
—Bip...
—Cállate.
—Cállame —me acerco a ella, intentando atrapar sus labios con los míos, cosa a la que se niega. Sabe cómo va a terminar esto.
—¿No te bastaron dos rondas? —retrocede sonriendo —A este paso no podré ni andar.
—Yo te ayudo en eso —rodeo su cuello, acercándola a mi boca. Pone sus manos en mi pecho, con la intención de alejarme.
—Estás loco —gruño cuando aparta la cara, indicándome que no quiere mi beso.
—Disimula un poco al menos —me quejo.
—No tengo por qué —camina hasta el sofá para ponerse las botas que antes estaban tiradas en el suelo.
—Eres mala —arrugo la nariz mientras me siento a su lado para ponerme los zapatos.
—Sí, lo que tú digas, vámonos —agarra mi brazo para luego empezar a arrastrarme fuera de la vivienda que una vez fue propiedad de mi abuelo.
Agarro unos cascos que tenía por ahí —ya que antes no llevábamos—, y cierro con las llaves antes de empezar a caminar por el bosque que aún está oscuro. Son las cuatro de la madrugada, por lo que aún no ha amanecido. Observo a Ámbar caminar delante de mí, maldiciendo de vez en cuando por las ramas que rozan sus piernas desnudas y el frío que la noche presenta.
—Muero de hambre —se queja.
—¿Nos pasamos por un puesto de veinticuatro horas? —pregunto rodeando sus hombros con mi brazo cuando el camino se amplia.
—¿En serio lo preguntas? —bufa.
—Oye, ¿es que nunca me vas a tratar como lo que soy? —interrogo mientras una divertida sonrisa se apodera de mi boca.
—¿Qué se supone que eres?
—Tu novio —suelto tranquilo.
Ámbar se queda pasmada con mis plabaras.
—¿Mi qué...? —frunce el ceño, confusa —¿En qué momento acepté eso?
—Desde que nos besamos por primera vez.
Suelta una risa cínica.
—Estás loco —repite por segunda vez en el día.
No le contesto, sólo me dedico a observarla, cosa de la que ni se inmuta, seguramente porque se habrá sumergido en sus pensamientos.
Es hermosa.
—Eres preciosa, nena —las palabras abandonan mi boca sin querer, aunque no me molesta, sólo le estoy diciendo la verdad.
Me mira aparentemente aburrida, sin embargo, puedo ver en sus ojos el brillo que los decora. Debería recalcárselo más a menudo.
—¿Qué te pasa hoy que estás más romántico de lo normal? —pregunta, burlona.
—De vez en cuando no está mal un poco de afecto en la relación.
Niega con la cabeza como si no tuviera remedio.
Seguimos caminando un par de minutos más hasta llegar al sitio donde dejamos escondida la moto de Ámbar. Nos subimos.
—No quiero que te pongas celosa, pero de verdad que me encanta tu moto —comento mirándola por el espejo retrovisor del vehículo.
Sonríe maliciosamente, posicionando sus labios en la piel de mi cuello sin despegar su mirada de la mía a través del espejo.
—No quiero que te pongas celoso, pero me he follado a tu amigo.
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𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)
FanfictionÁmbar, que siempre ha mantenido una vida normal, recibe la noticia de que el hijo del hermanastro de su madre, es decir, su primo Mateo, va a vivir con ella por asuntos familiares. REESCRIBIENDO (probablemente muchas cosas no tengan sentido, ya que...