12 - Reescrito

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Vuelve a llegar el viernes, realmente la semana se me ha pasado más rápido de lo normal. Supongo que el hecho de no haber interactuado con mi familia es la causa principal.

Siento paz, pero a la vez tengo esa espinilla que me molesta, que me dice que todo esto no está bien.

Aunque realmente lo que no está bien es la manera en la que me tratan.

Siento que soy un peso para mi madre, no sé por qué, pero eso arde en mí desde hace ya un tiempo.

Salgo de la escuela, y lo primero que veo es a Alex haciéndome señas mientras fuma sobre el capó de su auto. Él es otra de las personas que estoy tratando de evitar.

Pero no puedo, lo necesito.

Me acerco hasta donde está y me apoyo a su lado, clavando la mirada en las personas que van y vienen por los alrededores del centro.

—¿Estás bien? —me pregunta.

—Sí —contesto sin más. Él me tiende el cigarro tras darle una calada. Yo lo agarro sin mirarlo.

—Gracias —agradezco, porque lo necesitaba. Doy un par de caladas antes de devolvérselo.

—Me han dicho que llevas una mala semana —dice, expulsando el humo de su boca, al mismo tiempo que pasa su brazo por mis hombros.

—Déjame adivinar, ¿mi madre? —lo miro con una ceja levantada.

—Solo se preocupa por ti, no lo interpretes como odio—me conoce tan bien que sabe todo lo que pienso.

Suspiro de forma irónica.

—Es difícil no hacerlo.

—Tienen que dejar de discutir tanto —recomienda, tirando el cigarro al suelo y rodeando el auto para subirse, lo imito.

Parece que nadie se da cuenta de que lo intento, pero todo lo que hago le parece mal, tanto a ella como a Adelia.

Alex me lleva a casa sin sacar el tema de lo que pasó el otro día entre nosotros, cosa que agradezco muchísimo. Ni yo sé qué mierdas fue eso, por lo que hablarlo ahora no serviría de mucho.

***

Abro la nevera buscando algo de beber. Termino por hacerme un café, cuando termino me dirijo al piso de arriba.

No hay rastro de nadie. Mi madre está en el trabajo, Adelia seguramente se fue con sus amigas y Mateo supongo que en casa de la chica con la que salió de la escuela.

Gracias a Dios, Mateo es un tipo que no aparece mucho por casa, y realmente hace bie...

Justo cuando estoy por entrar a mi habitación, su puerta, que está en frente de la mía, es abierta por una chica pelirroja que logro reconocer de la escuela.

Oh, mierda, no me digas que la ha traído aquí.

Tras ella veo a Mateo aparecer con el cabello revuelto, sin camiseta y un aspecto demasiado relajado. Tiene el cuello rojo y con algún chupetón, es evidente que ha tenido sexo.

Cruzo miradas con ambos, primero con la chica y luego con él. Siento sus ojos intensos, pero guardo silencio, encerrándome en mi habitación sin más.

Igual que él, me importa una mierda lo que haga y deje de hacer.

Me paso todo el día en casa, hasta que recibo una llamada de Lucía. Eso lo veo como una oportunidad de escupir todo lo que hay en mi cabeza hay desahogarme con, incluido lo que sucedió con Álex.

Ella, como solución, me propone ir a una fiesta que se organiza hoy. Tiene día libre en el trabajo, por lo que acepto porque no pienso quedarme toda la noche en casa.

Cuando son las doce de la noche, bajo a donde está mi madre y la aviso. No suelo hacerlo, porque ella sabe cuándo salgo de fiesta y cuándo no, pero después del numerito de la otra vez no puedo evitar hacerlo.

—Salgo con Lucía —le digo cuando llego al salón.

Ella me mira de la misma forma que lo ha estado haciendo durante toda esta semana; arrepentimiento y con ligero dolor.

—Estás muy bonita —me dice con una ligera sonrisa —¿No vas a comer?

Me señala la cocina.

—No tengo hambre, gracias —le contesto con educación, como siempre quiso que lo hiciera —. Hasta mañana.

***

La fiesta se organiza en la casa de un amigo/conocido nuestro. La música se escucha muy fuerte, suerte tiene de ser rico y tener una casa —o mansión, más bien— en las montañas.

Las puertas están abiertas de par en par. Cuando entramos siento todo mi cuerpo estremecerse por revivir la sensación de volver a salir de fiesta, después de no hacerlo durante mucho tiempo.

Me puse un vestido negro que se ciñe a mi cuerpo y con una abertura en el muslo derecho. Lo acompaño con unas botas que me llegan un poco más arriba de las rodillas. Me solté el cabello y me maquillé un poco.

Vamos directamente a por unos tragos. Lucía pide para mí una bebida sin alcohol, cosa que a mí no me parece bien pero ella insiste en que no me dejará. Esto es una verdadera mierda.

Una vez tenemos las copas nos juntamos con nuestros "amigos de fiesta", que están en el sofá bebiendo chupitos.

—¡Qué sorpresa! —exclama Pablo, uno de ellos, al vernos —Cuánto tiempo.

Sonríe con los ojos rojos, evidentemente fumado. Él alcanza mi muñeca y me acerca a él. Junta su boca con la mía, y le correspondo al instante.

Hace tiempo ya que me acuesto con él, y la verdad que ahora mismo le tengo unas ganas terribles por la tensión que he estado acumulando estas semanas en las que no salí mucho.

Saludo a los demás, que me reciben como si no hubiera aparecido en cinco años.

Me cuentan tonterías por la borrachera que llevan encima hasta que viene Pablo y me lleva a una esquina con una mano en mi cintura.

—Llevo semanas esperando que aparezcas —me susurra en el oído, pegándose a mi cuerpo. Él busca mi boca y la une a la suya en un beso que refleja las ganas que ambos nos tenemos.

Me toca entera, puedo sentir lo intensa que será esta noche con él. Pero todo en mí se apaga cuando una llamada para él nos hace parar. Contesta, y resulta que su hermana menor se metió en un lío en una discoteca.

Maldice una y otra vez. Tiene que hacerse responsable de ella, porque su padre los abandonó, mientras que su madre es drogadicta.

—Parece que Dios está en contra de lo nuestro —me besa por última vez antes de darme su paquete de marihuana como disculpa —. Disfrútala, nena.

Sin mucho más que hacer me hago un porro y fumo con el deseo de sentir la marihuana en mí. Lucía me arrastra con ella a bailar entre la gente que está alucinando con los temas que mezcla el DJ.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora