17 - Reescrito

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Pasan alrededor de veinte minutos antes de que Mateo aparezca bajando las escaleras, ya completamente vestido para la ocasión. Optó por unos jeans negros que no son ni ajustados, ni anchos, desgarrados en las rodillas, combinados con una buzo del mismo tono. Remató el outfit con una gorra Nike que se ha puesto al revés.

El color negro de su ropa resaltan las facciones de su perfecto rostro, dándole ese aire de bandido que, en contra de mis propios valores, se me hace malditamente atractivo. No puedo evitar reconocerlo, aunque al mismo tiempo me obligo a mí misma recordarme continuamente lo imbécil que es y que, aunque no me agrade la idea, es mi primo. Lo último que quiero es perder tiempo pensando en él y en la maldita genética que le heredaron sus padres.

―¿Y esa miradita, prima? ―canturrea mientras camina hacia mí, tecleando algo en su celular. 

Parece que librarse de Adelia le regresó su muy oportuno humor.

―Pensando si correr o no, porque con esas pintas parece que vayas a robarme el bolso  ―suelto de forma sarcástica mientras me pongo mi abrigo y me levanto del sillón.

Me adelanto a la salida, notando cómo sigue mis pasos. Mientras trato de quitar el seguro de la puerta, siento el calor de su cuerpo a mis espaldas, más cerca de lo que debería estar.

―¿El bolso o el corazón? ―me susurra a propósito cerca del oído, la diversión en su voz es tan evidente, y aún así el hijo de puta me hace erizar los bellos de la nuca.

―Apártate ―lo empujo hacia atrás, sacándole una sonrisa burlona. Ruedo los ojos y finalmente abro la estúpida puerta que tantos seguros tiene. Mateo desbloquea las puertas del auto con el mando de las llaves. Salgo de la casa y me monto en el asiento del copiloto, viendo como él rodea el auto también para subirse.

***

Tras un largo trayecto, llegamos a la casa donde se hace la previa. La organiza el hermano mayor de un amigo nuestro.

Mateo rodea los hombros de la rubia por la que pasamos a recoger, y entra a la casa con ella aferrada a su torso. Sin ser muy consciente de ello, mi mirada los persigue. Parece que ya tiene a la chica de la noche.

Los sigo inmediatamente para no quedarme afuera. La música se escucha de fondo mientras nuestro extenso grupo de amigos ―de Alex, en realidad― está reunido en el salón con bebidas en las manos. Algunos estaban besándose (Mateo incluido), otros ya estaban borrachos, otros bailando, hablando...

El primero que nota mi presencia es Alex, quien presta atención a mi cuerpo con los ojos dilatados. 

―Llegó el alma de la fiesta ―dice él en cuanto llego hasta ellos. Los chicos con los que estaba hablando me voltean a ver y me gritan, dándome la bienvenida como suelen hacer. Aunque no lo parezca, me llevo genial con ellos.

Alex me hace una señal para que vaya junto a él, que estaba sentado sobre el sillón. Me siento a su lado, entre él y una amiga suya. Alex rodea mis hombros con su brazo, haciéndome sentir enseguida la calidez de su piel, y al mismo tiempo recordar lo que sucedió entre nosotros.

Decido intentar olvidar aquello, por lo que me centro en observar el panorama.

Había un par de cajas de pizzas sobre la mesa del centro, rodeada por los sillones sobre los que todos y todas estamos sentados. Es sorprendente que hayan cabido todos.

Me acomodo cerca de Alex, hasta que noto los ojos de alguien que conozco muy bien quemarme la piel. Giro mi cabeza hacia Mateo, anclando mi mirada en él y en la chica que trajo, que está hablándole muy, muy cerca.

Él no parece ser consciente de que lo vi, porque está distraído. Es como si estuviera intentando desvestirme con la mirada. Sus ojos me recorren y queman mi piel a pesar de estar sentada, y no sé por qué maldita razón eso me hace estremecer, terminando con un cosquilleo en la parte baja de mi abdomen, que me causa más satisfacción de la que desearía admitir.

En cuanto él sube su mirada a mis ojos, veo lo mismo que antes, en la cocina. El iris marrón de sus ojos desapareció, solo queda un negro, que su ropa resalta sobremanera, tan intenso que me resulta hasta desafiante, como si me estuviera odiando por dentro pero al mismo tiempo...

¡Mierda, necesito acostarme con alguien! Esta necesidad que cae sobre mis hombros está afectando a mi cabeza.

Le arrebato a Alex el porro que tiene entre sus dedos, y le doy una calada para relajarme, evitando a toda costa la mirada de ese maldito.

―Oigan, ¿quieren jugar a verdad o reto? ―la "compañera" de Mateo llama la atención de todos.

Ay, por Dios.

Todo menos eso.

―No, es demasiado aburr...

Mis palabras se ven interrumpidas por todos los demás, Alex incluido, que al parecer les dio por llevarme la contraria.

***

―Dale, Ámbar, todos queremos que se ponga interesante la cosa ―siguen intentando convencerme, casi cinco minutos después. Imagínense lo que odio yo jugar a esa mierda.

―No qui...

―¿Qué pasa? ¿Te da miedo? ―la ronca voz de Mateo es quien interviene esta vez. Mis ojos lo buscan y creo que con la mirada le digo todo. La mirada le brilla mientras la burla se apodera de su expresión.

―Te aseguro que no, Mateito ―lo desafío, cruzándome de brazos, mostrando la tranquilidad que siento.

―Bien ―sonríe de lado ―. Juguemos entonces.

Me guiña el ojo cuando los demás se acomodan para jugar.

Empieza jugando Alex ―muy borracho, por cierto―, que elige a su amigo. Seguimos con ocho rondas, todos elegíamos verdad hasta que le toca a la chica de Mateo, que al parecer se llama Karla.

―Mateo ―le sonríe con malicia ―. ¿Verdad o reto?

―Reto ―es la primera vez que elige reto, después de haber escogido verdad dos veces.

―Quítate el buzo ―se muerde el labio de forma seductora y la verdad que ese gesto me ha causado un poco de molestia ocular, por lo que desvío la mirada. 

Él deja la botella sobre la mesa y le hace caso, se saca la sudadera negra que tan bien le queda, dejando a la vista su torso, que obliga a todas las chicas a mirar, aunque tengan novio.

Hace calor y tengo la sensación de que su piel está ardiendo, y aunque no quiera, los dedos me pican buscando averiguarlo.

Él me mira directamente a mí, con cierto brillo en los ojos y con una sonrisa burlona dibujada en sus labios enrojecidos por la calor y los besos que se da de tanto en tanto con Karla.

―¿Verdad o reto? ―la manera en que lo dice delata las obvias intenciones que tiene de hacerme hacer algo malo, por lo que voy a elegir verdad.

―Verdad.

Él alza sus cejas y me mira como diciéndome "sabía que eras una cagada".

―Reto, perdón ―me corrijo, mirándolo con una falsa sonrisa. No sé por que mierda tengo las necesidad de demostrarle algo, que en realidad no sé ni qué, pero que si no lo hago me voy a arrepentir de por vida.

―Te reto a que te metas conmigo a solas en el baño durante 20 minutos ―suelta como si hubiera estado esperando ese momento todo el día para ver cómo me echo atrás, porque me conoce,  realmente quiero hacerlo.

Tras sus palabras solo se escuchan risas y "UUHHHH" por parte de los demás.

Se acomoda en el sofá, sin desviar sus ojos de los míos. Mi expresión se lo dice todo, y la sonrisa de satisfacción que curva sus labios demuestra que le encanta el hecho de ponerme en ese aprieto.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora