Capítulo 18

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Ámbar

Sofía me acomoda la cama para estirarme sobre la misma después de un largo baño.

Mi madre ya se volvió a Francia, papá y sus hijastros a su casa. Él insistió en que me vaya con él a su casa, pero yo me negué. No soporto a su esposa y mucho menos tantas personas en una misma casa, suerte tengo de que de joven haya sido igual de malhumorado, porque sino no me hubiera entendido.

A parte, vive demasiado lejos de la escuela a la que voy.

Lucía y Alex también se fueron. Ahora sólo quedamos Adelia y yo junto con los Palacios y la enfermera.

—Quiero dormir sola —le digo a la chica que hasta ahora me ha parecido bastante más obediente de lo que esperaba.

Respiro hondo cuando mis huesos se relajan en la suave cama.

—Lo siento, son órdenes de su padre.

Odio que todos crean tener el derecho de decidir por mí. Mi padre siempre hace lo que él quiere, y en parte está bien porque sé que se preocupa. Pero también necesito estar sola, pensar en mis cosas y no tener ojos puestos sobre mí 24/7.

—¿Y cuando dijiste que aparece mi privacidad? —no puedo ni ir al baño sola.

—Es por su bien, señorita —me dice lo que todo el mundo dice —. Voy a prepararle la cena, no se mueva.

La miro con rencor y ella reprime una sonrisa. Camina hasta la puerta, la abre y cierra tras ella cuando sale.

Por fin sola.

Suspiro, agradecida.

No puedo con esto de estar rodeada de tanta gente.

Trato de cerrar los ojos y dormir un poco, pero obviamente, alguien debe interrumpirme. Como siempre.

Mi sonrisa se borra en cuanto la cara de Mateo aparece en mi habitación.

—Creí que superaste lo del acoso —suelto con ironía, tapándome los ojos con la mano.

—¿Tanto miedo te da mirarme y no poder resistirte? —otra de sus bromas sin gracia.

—Muy gracioso, Palacios —lo miro, dedicándole una falsa sonrisa —. Pero como podrás haber notado, no estoy en condiciones de soportar tanto amor por ti.

—Tranquila, yo te comprendo, trataré de no enamorarte más de lo que estás —se sienta sobre la mesita de noche, a un lado de la cama —. ¿Ahora puedes explicarme qué te pasó?

—¿Ahora resulta que me exiges explicaciones? —levanto una ceja, mirándolo aún estirada en la cama —Interesante novedad, ¿pero en qué momento yo permití eso?

—Una acción vale más que mil palabras —modifica el dicho a su antojo para insinuar que mis actos le dieron el supuesto permiso para meterse en mi vida.

—Creo que puedes apreciar perfectamente que ahora mismo parezco más muerta que viva, así que hazme el favor de cerrar la boca e irte de aquí —le suelto sin más rodeos.

—¿Qué harás si te digo que no? —sonríe sentándose en la silla giratoria de mie escritorio.

—Dios —gruño de rabia, llevándome una mano a la cabeza con frustración —. No te soporto, nene.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora