Ámbar
Pasaron varios días después de las confesiones —no tan confesiones, en realidad, porque era algo de lo que en el fondo éramos muy conscientes—. La confianza entre nosotros crecía cada vez más, y eso me gusta.
Salíamos todas las noches —sin que nadie se diera cuenta—, aprovechando el hecho de que estuviéramos en vacaciones y hoy no tiene por qué ser una excepción.
La discoteca está repleta de personas, entre ellas estamos Mateo y yo sentados en una esquina.
—No sabes las ganas que me dan de arrancarte ese vestido —besa mi mejilla, recorriendo mi cuerpo con sus manos por enésima vez.
—Bendito sea el día en que no estés caliente —suelto, levantándome del sofá en el cual estábamos sentados. Agarro su mano y tiro de él, tratando que se levante. Mateo no se opone, así que lo agradezco.
—Qué bien que ocultas las ganas —sonríe, juguetón. Avanza unos pasos hacia mí, rompiendo la poca distancia que nos separaba —. Enséñame.
—Vámonos de aquí —lo arrastro conmigo, me he cansado de estar aquí. Escucho a Mateo soltar una risa antes de pasar un brazo por mis hombros.
—Fue idea tuya venir —habla mientras salimos del local —. Yo hubiera preferido...
—No es necesario que lo digas.
—Follar.
Lo miro mal.
—Era broma —ríe mientras nos adentramos en una calle vacía, donde Mateo dejó aparcado su coche —. Aunque es una excelente idea, ¿qué te parece si...?
—Mateo —advierto.
—Tengo el coche ahí —señala con la cabeza el vehículo mientras sus dedos trazan un recorrido por mi clavícula.Vale, puede que tenga que mejorar mi autocontrol porque Mateo siempre logra volverlo mierda.
El contacto de sus dedos con mi piel hace que me relama los labios, deseando más. Ok, ¿a quién quiero engañar? Quiero que me dé hasta que sienta que me arda la vagina.
No soy consciente de nada a mi alrededor hasta que siento el impacto de algo frío contra mi cuerpo. No sé cómo pasó, pero ahora Mateo está pegado a mi espalda y yo contra su coche. Aprieto la mandíbula, observando su reflejo en la ventanilla del vehículo.
La situación ha dado un giro muy drástico.
—Vamos, miénteme —susurra a un lado de mi cabeza mientras una maliciosa sonrisa curva sus labios. Su mano no se queda quieta, se desliza lentamente por toda mi espalda, hasta el borde del vestido plateado —. Dime que no quieres que te la meta aquí y ahora.
Aprieto los labios, sabiendo no voy a poder negarme. Su aliento entrecortado choca contra mi mejilla izquierda, mientras él espera una respuesta o reacción de mí parte. Cosa que no tarda en recibir; mi mano a la manija de los asientos traseros, trato de abrir la puerta, pero no puedo.
—Abre —mascullo, impacientada. Mateo ensancha su sonrisa, hunde su cabeza en mi cuello mientras su mano alcanza las llaves del vehículo. Pulsa el botón de desbloquear que las llaves contienen, enseguida vuelvo a tirar de la manija.
Esta vez sí que se abre, entro, seguida por Mateo. Cierra tras él y bloquea las puertas. Sus ojos se centran en mí, causando que me ponga más ansiosa. Observo atentamente sus ahora oscuros ojos, sabiendo que, probablemente, los míos están igual —o hasta peor—.
—¿Hoy cómo? —rompe el silencio con su ronca voz.
—Mientras me des duro, me da igu...
Me corta cuando sus manos se aferran a mis caderas de una forma violenta —la cual me encanta—, arrastrándome hasta su cuerpo. Abre mis piernas, para seguidamente meterse entre ellas. La erección empieza a hacer notar su presencia, trago saliva.
La noto dura contra mi entrepierna, cosa que me roba un leve jadeo. Quiero deshacerme ya de toda esta ropa, está empezando a molesta...
Mateo ataca mis labios, interrumpiendo mis pensamientos. Sus dedos envuelven mis muslos y los aprieta bruscamente, frotándose contra mí. Gimo ligeramente contra su boca, sabe lo que hace. Sus dedos se clavan en mi piel con tanta fuerza que ya estoy comenzando a imaginarme las marcas que dejará. No me duele, al contrario, me excita más de lo que ya estoy.
Aunque lo más probable es que mañana me ardan todo lo que no lo hicieron ahora.
Nuestras respiraciones comienzan a volverse entrecortadas, así que nos separamos para agarrar aire. Mateo desciende por mi piel, sin dejar de besar cada milímetro que recorre de ella. Cierro los ojos, disfrutando de lo bien que se sienten sus labios sobre mí.
Para al instante en que llega a mi escote, siento su aliento chocar contra mi piel, causando que me estremezca al instante. Sus ojos buscan los míos, la intensidad de ellos solo hace que mis ganas aumenten.
Un silencio cargado de tensión sexual se hace presente, nuestras miradas parecen estar en guerra. Una guerra en la que da lo mismo perder que ganar, porque al final con las dos obtendremos placer.
—No bromeaba con lo de querer arrancarte este vestido.
El ruido de la fina tela destrozándose es lo único que de escucha por unos instantes, queda hecha simples tiras. Mateo la destrozó con sus manos, y realmente pareció gozarlo como nunca.
Abro mis ojos, sorprendida por lo que acaba de hacer. Me deja solo en sujetador y bragas bajo su cuerpo. Sus intensos ojos me recorren de arriba abajo, haciéndome sentir cómo mi piel arde al instante. Mi respiración está un poco agitada por la sorpresa.
La suya está igual, pero por la adrenalina. Su pecho sube y baja. Por unos instantes lo único que se escucha es la inhalación y la exhalación de ambos.
—Mierda... —susurra, soltando una ligera bocanada de aire.
Antes de que pueda decir algo, ataca de nuevo mis labios, yo le correspondo con la misma intensidad. Mateo desesperado por follarme en su coche es la cosa más sexy que he visto en mi vida.
Mis manos se aferran a su mandíbula, sin dejar de saborear sus labios. Dejo que su lengua se adentre en mi boca, dándole acceso a que haga lo que quiera. Al fin y al cabo, mi boca le pertenece a él porque, literalmente, la conoce más que yo misma.
Su camiseta comienza a molestarme de una firma horrible. Joder, necesito tocarlo. Trato de deshacerme de ella, pero con lo ansiosa que estoy se me hace imposible. Mateo nota mis intenciones, así que me facilita las cosas quitándosela de un tirón.
Me quedo unos instantes observándolo.
—Joder, eres perfecto —murmuro con la respiración un poco agitada.
Él me dedica una sonrisa ladina antes de apoderarse de mi cuello. Yo rodeo con mis dedos el suyo, mientras cierro los ojos, sintiendo cómo besa mi piel.
Sus manos ascienden por mi espalda, hasta llegar al broche de mi sujetador. Juega un rato con él, pero no hace nada para desabrocharlo. Mateo se separa de mí, sin eliminar el contacto visual.
Se relame los labios, su mirada se oscurece aún más.
—Quítatelo tú.
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Perdón a todas las que estuvieron esperando :(🖤
Ahora que terminé los exámenes, intentaré actualizar más seguido :)
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𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)
FanfictionÁmbar, que siempre ha mantenido una vida normal, recibe la noticia de que el hijo del hermanastro de su madre, es decir, su primo Mateo, va a vivir con ella por asuntos familiares. REESCRIBIENDO (probablemente muchas cosas no tengan sentido, ya que...