Capítulo 30

1.4K 85 4
                                    

Mateo

Siento la intensa mirada de Ámbar taladrar mi perfil, eso fue muy directo. Le correspondo la mirada de la misma forma. Esos jodidos ojos que no me salen de la cabeza... Me tienen mal. Ella me tiene mal.

—¿Y tú, Ámbar? —la molesta Sofía —¿Escuchaste algún ruido?

Ella fue quien los causó.

La piel se me eriza al recordar cómo ahogaba sus gemidos en mi cuello, pero no lo conseguía del todo, su piel aromatizada y caliente contra la mía, sus pechos redondos y perfectos saltar con cada embestida que le daba, sus piernas rodeando mi cintura...

La respiración se me acelera, y siento como la sangre se concentra en un sólo lugar.

Mierda, mierda, mierda...

Nunca pensé que tan sólo unos pensamientos podrían provocarme una erección de este nivel.

—No, no escuché absolutamente nada —miente descaradamente. Me mira mientras se lleva un bocado de comida a la boca. Baja la mirada y la vuelve a posicionar en su comida, al principio pienso que no se ha fijado bien pero me doy cuenta de que sí cuando sus ojos abiertos vuelven a mirar la erección.

Se atraganta con la comida cuando ve el bulto que ella misma causó. Tose y bebe un poco de agua del vaso que anteriormente reposaba a un lado de su plato.

—¿Pasa algo? —pregunta Adelia preocupada. Ámbar niega con la cabeza.

Se relame los labios para luego dirigir una mirada fugaz y disimulada a mi entrepierna. Traga saliva y vuelve a mirar su comida.

—Estás roja —la voz divertida de Sofía rompe el silencio.

Todos la miramos. Está roja, y no precisamente de la vergüenza.

Está caliente...

Me relamo los labios, pensar que ella está caliente por mí culpa me calienta el doble.

—Hace calor —se justifica. Sus palabras tienen un doble sentido del que sólo yo me doy cuenta.

Mi padre no se da cuenta de nada, Adelia vive en su mundo y Sofía... Bueno, Sofía es la única que se da cuenta fácilmente de algunas cosas.

Sólo algunas, porque de esta no, ya que sigue comiendo tranquilamente, comprobando de vez en cuando que Ámbar esté terminándose todo.

Me levanto de la mesa cuando termino de desayunar, no sin antes asegurarme de que la erección haya disminuido un poco, dejo los platos sucios en el fregadero y me dispongo a salir de la cocina, no sin antes carraspear.

Una indirecta para ella.

—No me esperen para comer, voy a estar con mi padre —la escucho decir mientras arrastra su silla. Sigue mis pasos saliendo de la cocina.

La espero en las escaleras, llega con una mirada que me calienta más de lo debido. No me dice ni una palabra, me empuja contra la pared estampando su boca contra la mía. Sus uñas arañan mi nuca.

Joder, siempre la necesité y me doy cuenta años después.

Se separa, y me mira. Su aliento choca contra el mío, no dice nada, simplemente me agarra por la sudadera arrastrándome hasta arriba. Camina hasta mi habitación, donde sí hay pestillo.

Entra y cierra la puerta con el seguro. La habitación está a oscuras, siempre me gusta mantenerla así. Los pequeños espacios de las persianas permiten que entre un poco de luz. Nuestras miradas se cruzan, sus ojos destilan fuego, deseo, sensualidad...

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora