Capítulo 19

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Ámbar

Los dedos de Mateo acarician mi pelo suavemente, y su respiración tranquila me causa tanta calma que cierro los ojos soltando. Suelto un suspiro, ¿quién diría que me sentiría tan bien a su lado?

—No te duermas, tienes que cenar —avisa Mateo sacudiendo mi hombro.

—No tengo hambre —murmuro removiéndome.

—Me da igual, vas a comer.

Apoyo mi barbilla en su pecho, fijando mi mirada en la suya.  

—No me jodas ahora.

Sonríe burlón y, antes de que pueda contestar, la puerta se abre, permitiéndonos ver a Sofia. Enseguida me separo un poco de mi primo, no quiero que mal piense las cosas, sólo nos abrazamos.

—Ya está la... —se calla cuando ve a Mateo, creo que aún no lo había visto —Oh... ¿Interrumpo algo?

Nos quedamos en silencio, miro a Mateo. Seguimos estando demasiado cerca, puede parecer otra cosa que no es. Carraspeo intentando separarme un poco más.

—No, eh... Yo ya me iba —Mateo rompe el silencio. Vuelve a mirarme, me ayuda a acomodarme en la cama. Se levanta, rompe el contacto visual y comienza a caminar hacia la puerta. Sale esquivando a Sofía.

La enfermera me mira raro, no me incomoda, pero sí que me molesta.

—¿Qué?

—No, nada —sonríe —. Vamos, la cena ya está lista.

Mi estómago se niega a digerir algo, así que me tapo con la manta.

—No tengo hambre.

—¿Ya puede mover los brazos? —cuestiona sorprendida, ignorando totalmente mis palabras.

—Tutéame —no me gusta que me traten de usted.

—¿Ya puedes mover los brazos? —se corrige.

—Recuperé un poco la movilidad —me encojo de hombros, sin querer dar explicaciones.

—¿Cómo...?

—Cuando saliste estuve practicando.

—Oh... No pensé que fuera tan fácil —frunce el ceño —. El doctor dijo que recuperarías la movilidad bastante rápido, porque tu cuerpo necesitaba una pequeña desactivación... —informa —Pero no sabía que sería así de rápido, ¿qué hicist...?

—Sólo pasó, ¿vale? —la corto —Y deja ya de hacer tantas preguntas, me duele la cabeza.

Asiente, sonriente. Agarra las muletas que yacían en una esquina de la habitación.

—Entonces ya puedes usar esto, ¿no? —asiento. Por fin podré desplazarme por mi cuenta.

Se acerca para dármelas, pero se para de repente observando algo en el suelo con expresión seria.

Mierda, el vómito.

¿Qué es esto? —me mira extrañada.

—Vómito —me encojo de hombros.

Se pasa la mano por la cara, soltando un suspiro. Ella es otra persona que tendría que acostumbrarse a mis actitudes de mierda.

—¿Vomitaste?

Con ayuda de mis manos, muevo mis piernas de manera que quedo sentada encima de la cama. Miro a Sofía, fastidiada por sus preguntas sin sentido.

—¿Tú qué crees?

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora