Capítulo 49

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Ámbar

Con toda mi fuerza de voluntad, abro los ojos. La luz del sol me da en toda la cara, y maldigo internamente por eso. Al principio me cuesta acostumbrarme a la iluminación, pero después logro mantener mis ojos abiertos. El techo de mi habitación es lo único que aparece en mi campo de visión, cosa que me resulta realmente extraña.

No recuerdo haber subido aquí.

De hecho, no recuerdo ni haber llegado a casa.

En teoría había dormido en el coche de Mateo, con él junto a mí.

Involuntariamente, mi ceño se frunce. Arrastro mi mirada por toda la habitación, incorporándome. No hay rastro de él, no está ni en mi cama, ni en el sofá, ni en ningún otro lado. Me quito las sábanas de encima y me levanto enseguida, con la intención de ir hacia la habitación de Mateo.

Salgo de la mía, dirigiéndome a la de él. Abro la puerta sin antes pedir permiso, la verdad es que a los dos se nos ha hecho costumbre.

Analizo cada esquina con la mirada, pero no hallo nada más que no sean sus pertenencias. La cama está igual que la última vez que estuve aquí, señal de que ni ha entrado.

Vuelvo a mi habitación, aún más confusa que antes. Últimamente hemos estado pasando mucho tiempo juntos y se me hace raro que se vaya a algún lugar sin avisar antes. No es que lo tenga que hacer necesariamente, es decir, yo no soy nadie para impedirle nada, pero realmente es extraño que desaparezca así de la nada.

Intento olvidarme de eso dándome un baño. Me tomo mi tiempo ahí dentro ya que no tengo mucha cosa que hacer. Creo que estas son las vacaciones más relajadas que he tenido en mi vida. Normalmente, mi padre me obligaba a ir con él durante unas semanas. Y siempre que no estaba en su casa, estaba acompañando a mi madre a lugares extraños o haciendo las tareas que nos mandaban para el próximo curso.

Pero ahora no hay próximo curso y todavía no sé qué haré con mi miserable vida.

Vale, eso es otra cosa en la que tengo que pensar.

Salgo del baño una hora después, peino mi pelo y me visto con lo primero que encuentro. Total, no voy a hacer nada que no sea tirarme en la cama a pensar en cómo mi vida pasó de valer una mierda a serlo todo. Y así me paso toda la mañana y la tarde. Realmente, es bastante entretenido pensar en eso, aunque no lo parezca.

No salgo de mi habitación ni para comer y tampoco me molesto en cargar el celular para distraerme, sinceramente me sorprende la poca importancia que le estoy dando estos últimos días.

La casa está totalmente vacía, sólo estoy yo y no sé por qué, pero me jode.

Definitivamente, hoy le pasa algo al mundo.

Me levanto de mi cama tras varias horas sin hacer nada, son las siete de la tarde, nadie se ha pasado por aquí desde que desperté. No pienso quedarme ni un minuto más aquí dentro.

Agarro mi abrigo, observando el cielo a través de mi ventana, el tiempo tampoco es que esté muy animado, cosa que me encanta.

La lluvia no ha parado en ningún momento, creo que eso es lo único bueno de hoy.

Bajo las escaleras, queriendo salir de casa. Antes de hacerlo, me paso por la cocina para tomarme la pastilla del día después —la cual se me había olvidado completamente—. Salgo de la cocina cuando termino, dirigiéndome hacia la salida.

Creo que ahora veo poco probable eso de salir de casa, porque justo cuando abro la puerta, veo a Mateo plantado frente a mí. Paseo mi mirada por todo su cuerpo. Tiene el pelo mojado por la que está cayendo, y su cara no es que sea precisamente de felicidad. Hasta parece tener ganas de asesinarme.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora