Capítulo 50

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Ámbar

—A ver si lo he entendido bien... —Lucía me mira mientras sus dedos juegan con la copa que yace encima de la mesa —¿Te has estado tirando a Mateo acordando que solo sería sexo pero terminaron rompiendo la "norma", se terminaron enamorando y ahora no te lo puedes sacar de la cabeza?

Frunzo los labios al escucharla.

Dicho así, suena demasiado vergonzoso.

—No —niego, acomodándome en la silla del bar —. Bueno, a ver, usa otros términos. Así como lo dices suena un poco raro.

—¡Ay, por Dios!—exclama con celicidad —. La Ámbar fuckgirl sigue aquí.

—No —vuelvo a negar, frunciendo el ceño —. Eso lo serás tú.

—Entonces, ¿por qué no aceptas que estás muerta de amor por el tipo que juraste odiar? —apoya sus codos encima de la mesa mientras enarca una ceja.

—No lo sé —murmuro —Pero esa no es la cuestión.

—Bueno, voy a ignorar el hecho de que me lo hayas ocultado hasta ahora solamente porque sé que te cuesta hablar de esas cosas —se toma el último trago de la bebida —. ¿Qué es lo que pasa?

—Mateo... Te juro que trato de entenderlo —bufo frustrada por mis propios pensamientos —. Pero no puedo.

Últimamente se está portando como una mierda conmigo.

No me deja salir, de hecho, no sabe que ahora mismo estoy en la calle. Cada día lo veo menos y no me ha dirigido una sola palabra desde hace más de dos semanas, solo me habla por teléfono y siempre me doce lo mismo.

No tengo idea de qué es lo que le pasa, pero ya me está cansando.

Y eso que sólo han sido dos semanas.

—¿Qué hizo? —pregunta Lucía.

—Es como una pesadilla. No deja de acosarme y controlar mi... —me callo cuando el sonido de mi celular llega a mis oídos. Estoy harta hasta de escuchar este cacharro a cada nada.

Lo agarro de mala gana, sabiendo perfectamente que es Mateo. Descuelgo la llamada, porque si le cuelgo se hace muy pesado. Tomo una larga bocanada de aire antes de llevármelo al oído.

—¿Qué se te ofrece? —contesto sin ganas de hablar con él.

—¿Dónde estás? —es lo único que dice.

—¿Sabes? Estaría bien que dejaras de actuar como un psicópata.

—Ámbar... —gruñe —. No seas terca, dime dónde estás.

—Buenos días —cuelgo sin más.

Miro a Lucía, quien permanece con una expresión divertida.

—Creo que es un poco controlador —comenta, dejando que una sonrisa estire sus labios. Le pongo mala cara.

—¿Tú crees? —suelto con sarcasmo mientras recojo mis cosas —Tengo que irme antes de que me encuentre.

—Sí, vete con tu esposo y deja plantada a tu mejor amiga —se queja, alzando el brazo para atraer la atención de un camarero. Le dedica una sonrisa coqueta, cosa que hace que se sonroje ligeramente. Es su día libre y, seguramente, se pasará el resto de las horas bebiendo o coqueteando con ese chico.

—Deja de decir tonterías —la regaño —. No iré con él. No soy tan estúpida.

—¿Entonces?

—Tengo cita con un orientador —dejo unos billetes encima de la mesa —. Toma, págales cuando te vayas.

—Qué buena forma de demostrar tu amor —reprime una sonrisa mordiendo su labio inferior.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora