07 - Reescrito

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No me extraña cuando despierto al lado del cuerpo de Alex, siempre que no puedo ir yo, viene él, mi madre le deja pasar por las noches, cuando ella se pone a ver la TV.

Me froto los ojos, intentando aclarar mi vista y acostumbrarme a la luz. Me estiro mientras bostezo y me levanto para ir al baño. Me ducho rápido y salgo, hoy hace frío así que me pongo algo que me mantenga caliente.

—Alex —sacudo su cara para despertarlo —. Alex...

Sigo insistiendo hasta que suelta un gruñido, se tapa la cabeza con las sábanas, tratando de evitarme para seguir durmiendo.

—Venga —lo destapo, dejando su torso al aire. Solamente durmió con un pantalón de pijama de cuadros.

No tarda en soltar uno de sus característicos bufidos, a él le gusta dormir mucho y le jode que lo molesten en sus horas de sueño.

—Déjame —se tapa los ojos con el antebrazo.

—Vamos —tiro de su brazo, haciendo que se incorpore en la cama con los ojos todavía cerrados—. Tengo que irme.

Lo obligo a levantarse de la cama, lo dirijo hasta mi baño, donde lo encierro para que haga lo que tenga que hacer. Salgo de mi habitación, dejándolo sólo dentro de ella.

—¡Ámbar! —grita mi madre cuando llego a las escaleras.

—Ya voy —digo lo suficientemente fuerte como para que me oiga. Sigo caminando hasta llegar a la cocina, donde mi madre está esperando.

—¿Dónde está Alex? —es lo primero que pregunta cuando me ve.

—Que no se note el favoritismo, eh —me siento en la mesa, apoyando la cara en mis manos.

—Será porque a él sí le parecen bien mis decisiones —con el tono que usa puedo identificar que hoy se ha levantado de mal humor.

—Igualmente vas a hacer lo que quieras. ¿Qué más da si me parece bien o no? —murmuro distraídamente mirando mi celular.

Alex no tarda en entrar por la puerta de la cocina sin camiseta y con cara de muerto, no me sorprende. Creo que yo me veo igual o peor en días de clase. Se rasca el cuello mientras suelta un lego bostezo.

—Alicia, tu hija no me cuida —habla, dirigiéndose a mi madre. Yo simplemente lo ignoro, poniéndome a comer.

—Ni a mí —miro a mi madre con fastidio. Son las diez de la mañana, Mateo llegará hoy por la tarde y mis ánimos están por los suelos, por lo que las bromas amargas de mamá no ayudan mucho.

Lo único que me consuela un poco es el hecho de que hoy por fin es sábado.

Mi madre me deja un café negro en la mesa y se pone a conversar con mi amigo. Mi hermana no tarda en llegar a desayunar, y de inmediato se pone a tontear con mi Alex.

No soporto su entusiasmo al hablar entre ellos.

Me termino el café y me levanto, yendo a por mi abrigo para dar un paseo.

—¿A dónde vas? —le escucho decir a mi madre.

—A hacerte un nieto, si te parece —suelto con sarcasmo, sacándole una pequeña sonrisa que no puede evitar. No se lo muestro, pero haberla hecho sonreír me alegra un poco.

Tras unos minutos, llego a la plaza de mi ciudad, la cual se encuentra totalmente vacía. No me extraña, hace un frío infernal. No siento los dedos, incluso se me hace difícil descolgar la llamada que llega a mi teléfono.

Es de un número desconocido.

—¿Sí? —digo en cuanto lo consigo.

—Buenos días, sobrina —la voz de Pedro me sorprende, es decir, jamás me ha llamado, ¿qué lo lleva a hacerlo ahora?

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora