Me cruzo de brazos, mirándolo a los ojos con fijeza. El rencor y la rabia hacia él arde en mi interior, tenso la mandíbula, aún observándolo de forma desafiante.
—En tus sueños —pronuncio con lentitud.
—Entonces me quedo con esto —me guiña el ojo, balanceando el celular frente mis ojos.
—Imbécil —intento nuevamente quitárselo, pero se me hace imposible —. ¿No tienes nada mejor que hacer que andar molestándome?
—Mmm... No —primero fingió pensar antes de darme una respuesta directa. La sonrisa de diversión en su rostro no me causa ninguna gracia—. De hecho, lo disfruto.
—Dime una cosa —digo, recordando la manera en que me trató el otro día. Me cruzo de brazos, mirándolo —. ¿Por qué sigues haciendo esto?
No lo entiendo, un día me tira mierda a más no poder y al otro vuelve a acercarse a mí como si no hubiera pasado nada.
—¿Haciendo el qué? —se hace el tonto y la verdad es que eso me enfada un poco. Aprieto la mandíbula, tratando de controlarme y no escupirle todo en la cara.
—Dame mi teléfono —dejo el tema, tendiéndole la mano. El se ríe con burla.
—Si lo quieres ya sabes qué tienes que hacer —me guiña el ojo con una sonrisa de suficiencia y, sin más, se da la vuelta y sube a su habitación, con aires de estar segurísimo de que lo seguiré y haré lo que pide.
Y odio admitir que tiene razones, porque yo no puedo aguantar mucho más sin mi celular. Literalmente ocupa todo mi tiempo libre, no sé qué haría yo si no existieran los celulares.
—¡Cinco minutos! —le grito enfadada mientras él sigue subiendo las escaleras. Lo sigo, tragándome mi orgullo, sacrificándome para recuperar mi único amor.
Ya en su habitación, se tumba boca abajo sobre su cama. Yo solamente lo miro con odio, odio que llevo un tiempo tratando de reprimir por dentro y creo que estoy a nada de explotar por ello. No lo soporto.
Cómo me indigna que siga con sus juegos que no hacen más que acercarnos, y créanme que eso es lo último que quiero en esta vida. Y luego se queja de mí el imbécil.
Jamás lo entenderé, y más me vale que ni lo intente.
No me cae nada bien, aunque lo haya intentado ya. No puedo aceptarlo como primo, ni siquiera lo considero como uno. Para mí, más bien es un tipo random que está en mi casa para molestar y nada más.
—Eh, vas tardando —murmura con la cabeza entre sus brazos cruzados.
¿Quiere que le pegue?
Respiro hondo antes de acercarme a donde está. Me siento a un lado de la cama, lo miro y, tragándome todos los insultos que tengo para él, coloco mis manos en su espalda y lo comienzo a masajear de la forma más agresiva que existe para que se rinda rápido.
—Para —se queja, girándose un poco para mirarme —. ¿Quieres que sean 20 minutos?
Lo miro con mala cara, él observa mi expresión con los ojos brillantes.
—¿Me ves cara? —bufo, haciendo que se vuelva a tumbar cuando siento la incomodad que me causa ese contacto visual.
—Bueno —eso ha sonado como un sí, pero bueno —. Acaríciame la espalda.
Frunzo el ceño, tragándome las ganas de reventarle la cara con la primera cosa que esté a mi alcance.
—Yo no soy tu esclava, para que lo sepas —le aclaro controlando mi tono de voz, y sin hacerle mucho caso.
—Te recuerdo que sigo teniendo tu celular —me jode que siga chantajeándome con lo mismo, por lo que decido tomar mis propias medidas.
Lo tiene en el bolsillo, así que no será muy difícil agarrarlo.
—Bueno —finjo aceptarlo. Acaricio su piel cálida con mis dedos, y no sé por qué me da la sensación de que enseguida sus músculos se tensaron —¿Así?
Pregunto para distraerlo, él cierra los ojos. Observo su rostro tranquilo y... adivinen.
Termino siendo yo la distraída.
Su maldita cara de fuckboy es tan perfecta que no sé ni cómo describirla. Mis ojos recaen en su boca, mantengo la mirada ahí y , no sé por qué, pero de pronto siento mi piel arder, como si tuviera fiebre. Noto el calor subir a mis mejillas, y apostaría todo mi dinero a que tengo toda la cara roja.
—¿Qué te pasa? —en cuanto escucho su voz, me doy una bofetada mental, volviendo en mí. Él se incorpora y me mira de arriba abajo.
—Nada.
—Estás roja —se acerca un poco y toca mi frente. Su mirada se conecta con la mía y, no sé qué mierdas me pasa, pero eso me hace estremecer —. Y caliente.
—Hace calor —es lo único que se me ocurre.
—¿Es fiebre o qué? —pregunta. Me muerdo el labio y niego con la cabeza. Y vaya preguntas que hace, ¿cómo carajos va a ser fiebre? De verdad, como se nota que, efectivamente, sus neuronas jamás funcionaron bien.
—No, te lo aseguro —suelto y enseguida trato de levantarme para irme de una vez. No sé que clase de sensación es esta, pero tengo la plena intuición de que está mal.
Él parece notar mis intenciones de irme, porque agarra mi muñeca y me vuelve a sentar, pero esta vez demasiado cerca de él. Siento el calor de su cuerpo, su torso desnudo me roza y creo que no es de mucha ayuda.
—¿A dónde...? —canturrea con diversión, jalándome nuevamente hacia él en cuanto intento escapar —Aún no terminas.
Lo miro con mala cara.
—Ve a un masajista que para algo están —le aclaro.
—¿Y por qué el cambio de opinión? —sonríe con burla, jugando con un mechón rebelde de mi pelo, que termina por colocar detrás de mi oreja —. ¿Pasa algo, primita?
—No —niego. Entonces aprovecho que está distraído y, en un movimiento rápido, intento alcanzar mi teléfono en el bolsillo de sus shorts.
Pero él es más rápido, me detiene por la muñeca.
—Eeepa —se muerde el labio con diversión, otra vez —. Tu mano es un poco inquieta, ¿no crees?
Habla con un tono de voz como de gracia y, claro, yo que soy tan lista no lo entiendo hasta que me doy cuenta de que parecía que mi mano se dirigía a otro lugar. Su entrepierna, vamos.
—Malpiensas todo...
—Mateito... —y justo Adelia, mi querida hermana, abre la puerta con una expresión traviesa que se le borra enseguida de la cara.
El próximo capitulo no está actualizado, por lo que si sigues leyendo, no le encontrarás sentido.
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𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)
FanficÁmbar, que siempre ha mantenido una vida normal, recibe la noticia de que el hijo del hermanastro de su madre, es decir, su primo Mateo, va a vivir con ella por asuntos familiares. REESCRIBIENDO (probablemente muchas cosas no tengan sentido, ya que...