Capítulo 26

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Ámbar

Por unos momentos pienso en girarme y contestarle, pero luego me doy cuenta que no vale la pena.

Me alejo caminando como si no le hubiera escuchado, aunque la molestia está comenzando a consumirme. Me monto en la moto sin mirar atrás,  seguidamente arranco y abandono el lugar dejándolo ahí sólo.

Llego a la casa unos minutos más tarde. Una vez guardo mi vehículo, subo las escaleras de madera sigilosamente para ir a mi habitación.

Me tiro en la cama soltando un suspiro de frustración. Y, sin nada más que hacer, cierro los ojos e intento dormir.

~

Al día siguiente me levanto con un dolor de cabeza horrible, y las ganas de arrancármela no faltan. Me doy un baño rápido y me visto, cuando termino me dirijo a la puerta de mi habitación. Abro y, como Dios me odia, me choco con el cuerpo de Mateo.

Intento esquivarlo, pero él me lo impide. Como siempre.

Cierro los ojos soltando un suspiro frustrado.

—Mira, estoy cansada de toda esta mierda, así que, por fav... —me interrumpe con un empujón que me hace entrar de nuevo a la habitación, cerrando la puerta tras él.

Genial.

Pone su mano en la pared, buscando acorralarme.

—¿Por qué te auto-das el derecho de hacer esto? —frunzo el ceño, empujándolo por el hombro. Me alejo de su cuerpo y me cruzo de brazos frente a él.

Necesita que le deje las cosas claras por lo que he visto.

—¿Por qué eres así? —pregunta con molestia. Su respiración agitada me indica lo enfadado que está.

—Esa pregunta la debería hacer yo —le contesto —. Actúas como un maldito psicópata, ¿te das cuenta?

Él tensa la mandíbula.

—Si lo hago es porque me diste razones —justifica, echándome toda la culpa de su comportamiento. 

Me quedo pasmada, ¿en serio me está diciendo esto?

Es él quien hace lo que le sale del culo, se mete donde nadie le llama y encima cree tener el derecho de impedir hacer mi vida como una persona normal.

—Mira, me da igual, haz lo que quieras —le escupo, y justo se escucha la voz de Sofía desde el piso de abajo.

—¡Chicos, a comer!

—Espero que haya quedado claro, Mateito —le dedico una falsa sonrisa, yéndome sin esperar una respuesta de su parte.

Bajo las escaleras para luego ir a la cocina, donde están Adelia, Pedro y Sofía. Estos dos últimos están sirviendo la comida..

Me siento en una de las sillas vacías y saco mi celular para contestar unos mensajes que me había mandado mi madre hace unos minutos. Mateo llega un par de minutos después.

Se sienta a mi lado al no haber más opciones. Ni siquiera lo miro, pero me obliga cuando me saca el celular de las manos.

—El celular no se usa en la mesa.

—Deja de decir tonterías —trato de arrebatárselo, pero no me deja. Él me mira con burla y la verdad es que me dan ganas de partirle la cara —. Primo querido, paciencia tengo poca y lo sabes.

Mascullo para que solamente él me escuche. Finalmente lo dejo pasar y ya se las verá conmigo luego.

Sofía y Pedro nos dejan el almuerzo encima de la mesa para luego empezar a comer todos juntos. Yo en silencio mientras los demás conversan.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora