Capítulo 51

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Ámbar

Justo cuando mi boca suelta esas palabras, el puño de Mateo se estampa con rabia contra el viejo muro que se encuentra a mis espaldas, ensangrentando sus nudillos instantáneamente.

—Mierda, mierda... —gruñe, alejándose unos metros de mí, como si así fuera más fácil asimilar lo que le acabo de decir. Su mandíbula está endurecida y sus manos empuñadas con fuerza.

—Mateo —llamo su atención con el ceño fruncido.

Ya es hora de terminar totalmente con esto, tarde o temprano tenía que hacerlo. Tiene que entender que no todo en esta vida es como queremos.

—¿Qué hice mal? —vuelve a acercarse hasta el punto de que su cuerpo choque con el mío y nuestras caras se encuentren a centímetros. Es evidente en su expresión la impotencia y lo furioso que está consigo mismo —. Dime qué mierda hice mal y déjame arreglarlo.

—No insistas —mascullo, observando sus ojos ahora sombríos —. No soy para ti, ni tú para mí.

—Claro que no, nunca lo fuimos, ni lo seremos —escupe dándome la razón —. Pero, ¿y qué? Me vale mierda eso de ser compatibles para estar juntos. Quiero que seas mío y punto.

Aprieto los labios, observándolo. Joder, tiene que entender que esto no puede ser, que alguien me diga cómo mierda se lo meto en la cabeza.

—No te vayas —su mandíbula se endurece mientras reposa su antebrazo en el muro —. No me dejes en la mierda.

—En la mierda acabaremos los dos —le suelto la verdad —. Sabes que no funciona, todo va a peor. Ya está, Mateo, no quiero seguir con esto.

—No —me interrumpe. Su voz sale seca y fría, como lo fue durante estas semanas —. No, no puedes dejarme, tú no...

De repente, se aleja de mí dejando la oración a medias. Me quedo unos segundos en silencio, siguiendo cada uno de sus movimientos inquietos con la mirada.

—Sí que puedo. No puedes obligarme a nada.

Se pasa una mano por el pelo cuando me escucha.

—No me hagas esto —murmura con desesperación, acercándose a mí de nuevo —. Ámbar...

—No —tenso la mandíbula.

Coloco mi mano en su pecho y lo empujo ligeramente para abrirme paso. Él intenta impedírmelo, cosa que me hace soltar un bufido.

—Mateo —mi voz suena a advertencia, al igual que mis ojos.

—¿Te hice algo? —masculla, volviendo a atraparme —Dímelo.

—Tú no, nuestra relación sí.

—Dame una maldita razón y no me vuelves a ver en tu vida... —promete. En su mirada puedo ver lo mal que lo está pasando por dentro.

Me quedo unos segundos en silencio, mirándolo a los ojos. Aprieto la mandíbula y coloco por segunda vez mi mano en su pecho.

—No hay ninguna razón —le contesto —. Simplemente tienes que entender que estamos mejor siendo simplemente primos, no hay que complicar las cosas.

Lo aparto de mi camino, tratando de evadir completamente su mirada. Ahora mismo no quiero ni necesito debilidades absurdas.

Comienzo a caminar, sintiendo sus sombríos ojos clavados en mi espalda. No le presto mucha atención —o eso intento—, simplemente ando con el objetivo de llegar a casa de una vez por todas.

Salgo del callejón y vuelvo a mezclarme en el gentío para eliminar toda posibilidad de que Mateo me siga. Siento mi cabeza pesar más cada vez que doy un paso.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora