02 - Reescrito

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Un sonido molesto perfora mis oídos y se siente como si me estuvieran metiendo clavos en las orejas.

Cuando abro los ojos, lo primero que veo es el techo de mi habitación, y lo primero que pienso es que debo comprarme pastillas para dormir porque, literalmente, cada día duermo menos que el anterior.

La cabeza me palpita fuerte cuando me levanto de la cama, el mareo no tarda en llegar. Bufo, ya cansada de tener dolor de cabeza todos los días, siempre es la misma mierda.

Tras lamentar mi existencia, me baño y me visto con lo primero que encuentro.

Agarro mi celular que estaba cargando, los auriculares y mi mochila y bajo a la cocina, lugar donde mi madre está desayunando.

—Parece que no dormiste en toda la noche, ¿ya viste las ojeras que llevas encima? —pregunta, mirándome con la burla brillando en su mirada —¿Cuántas horas dormiste?

Me siento delante de ella poniendo mis brazos sobre la mesa y recuesto mi cabeza sobre ellos

—No sé.

Mamá me sirve el desayuno y, una vez termino, me dirijo hacia la escuela a pie.

Echo un vistazo al salón. Es un caos total, como se nota que la profesora todavía no ha llegado.

Sigo mi camino, luego me siento en una de las mesas que quedan disponibles, la cual se encuentra en el fondo. Unos minutos más tarde, entra la profesora de historia con una gran cara de culo, y la verdad es que no la culpo, estoy igual, o hasta peor que ella.

Comienza a dar la clase, pero veinte minutos después llaman a la puerta, todos dirigimos nuestras miradas ahí. La puerta se abre, causando que bufe. No es que me haga mucha gracia su presencia, sobre todo después de la maravillosa novedad de esta semana.

—La clase empezó hace diez minutos —le informa la profesora.

—Lo sé, hasta ahí llego —sus labios dibujan una falsa sonrisa —¿Se puede o no?

—Justifique su retardo y lo dejaré pasar.

—Son cosas personales —se cruza de brazos, fingiendo molestia a pesar de que sus ojos brillara con una notoria burla —, no deberías preguntarme eso delante de todos.

La profesora lo mira pensativa por unos segundos antes de suspirar cansada.

—Entre, Palacios, pero que sea la última vez que llega tarde.

Mateo entra, su mirada se cruza con la mía y enseguida una sonrisa pícara se dibuja en su boca. Las ganas de patearle la cara, obviamente, no faltan. Se sienta en la última fila de la izquierda, donde hay dos asientos vacíos.

Yo estoy en la última fila también, pero en el sector derecho. Nos separan seis asientos.

Suficiente distancia.

Pasan los minutos y cada uno de ellos parece pasar más lento que el anterior. Odio eso, y para rematar la situación mi dolor de cabeza aumenta cada vez que sale una palabra de la boca de esta vieja.

Tras una eterna media hora, por fin termina la clase.

El aula comienza a vaciarse con rapidez, pero yo me tomo mi tiempo a la hora de recoger mis cosas y meterlas en la mochila.

—Hoy carezco de paciencia, así que mejor lárgate —le murmuré cuando sentí su presencia a mis espaldas.

—Pues deberías empezar a acostumbrarte —Mateo se planta frente a mí con un una perversa sonrisa curvando sus labios. Apoya sus manos sobre mi mesa y clavó sus oscuros ojos en los míos —. ¿Me prestas dinero, compañera de hogar?

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora