Capítulo 53

638 42 5
                                    

Ámbar

Sus palabras son como un cosquilleo que se desliza por cada centímetro de mi piel. La respiración se me acelera, al igual que mi corazón. Pero hago todo lo posible para que no se note.

Nuestras miradas quedan conectadas por largos segundos. Sus dedos siguen rodeando mi antebrazo, la piel me arde por ello. Extraño que me toque y lo extraño a él.

Sus ojos bajan a mis labios y vuelven a subir para clavarlos nuevamente en los míos, los cuales cosquillean, exigiendo un beso de su parte.

No puedo permitirme estos sentimientos, no puedo permitirme caer de nuevo por él. Él al ver que no digo nada, pone su mano en mi mandíbula y acerca su cara a la mía, buscando mis labios.

Lo evito apartando la cara.

—No puedo —suelto muy lentamente, para que también me quede claro a mí.

Mateo entreabre su boca. Tiro de mi brazo para que lo suelte.

Me alejo de él para agarrar mi vestido y pasármelo rápidamente por encima de la cabeza. Me pongo las botas, las cuales dejo sin atar para no perder el tiempo. Todo lo hago ante la sombría mirada de Mateo.

Antes de que pueda hacer algo, me meto de nuevo entre los arbustos para volver al hogar de mi padre directamente. Le pido a un empleado de papá que me lleve hasta la casa de mi tío.

Una vez ahí, me meto al baño para darme una larga y relajada ducha. Siento mi cuerpo entero doler, y la ducha me ha sido muy útil a la hora de aliviar un poco el dolor.

La casa está totalmente vacía, como es de costumbre. ¿Dónde se metieron Emilio y Pedro? No me estoy enterando de nada de lo que pasa en el exterior. Vaya.

Mi día termina cuando me meto en la cama y cierro los ojos, cayendo en un profundo sueño.

~

Si te soy sincera, no sé cuánto he dormido, ni qué hora es. Lo único de lo que soy consciente es que siento como si me hubieran clavado miles de cuchillos por todo mi cuerpo.

Me siento mal.

La cabeza me arde y mi garganta duele tanto que siento que no puedo ni hablar. Respirar me cuesta ya que punzadas constantes invaden mi pecho al hacerlo.

Genial, me he enfermado. Esto era lo único que faltaba para que mi vida pase de ser maravillosa a perfecta.

Suelto un largo suspiro, el cual se termina convirtiendo en un ataque de tos que hace que mi garganta arda aún más.

Pongo una mueca, arrepintiéndome de haberme metido en aquel lago a esas horas de la noche. Era cuando más viento soplaba y yo como una tonta me he metido.

Muy buena, Ámbar.

En fin, dejando de lado mis idioteces, creo que será mejor volver a dormir.

Me tiro de nuevo en la cama, entreabriendo mi boca para respirar y no desmayarme. Cierro los ojos y me concentro en volver a dormir.

~

Mateo

Entro a mi casa tras meter las llaves en la cerradura y abrirla.

Todo está muy silencioso, estuvo así durante las últimas semanas. Mi padre está muy ocupado en no sé qué cosas, va de un lugar a otro sin parar. Pocas veces está en casa, y eso es jodido teniendo en cuenta que él es el único que logra que todos nos veamos a la hora de cada comida.

Eso no puedo hacerlo cuando mi padre no está —y encima Emilio tampoco porque no confía en dejarlo con nosotros—.

Y te preguntarás.., ¿qué más da?

Pues que no puedo verla. Se queda todo el día encerrada en la habitación y no sale.

Es culpa mía y mis cagadas, lo sé.

Me jode no poder verla, pero más me jode que no coma. Le va a terminar dando algo y yo no quiero que eso pase. No quiero vivir pensando que al fin y al cabo eso le habría pasado por mi culpa.

Subo a mi habitación para cambiarme de ropa y fumarme un par cigarros para relajarme un rato. Fumar es algo que me tranquiliza y, aunque sé que es malo, no puedo dejar de hacerlo.

Pensar en ella causa que mi mente me dé la tentadora idea de ir a verla y al menos comprobar que sigue viva. Trato de controlarlo porque ella no me quiere cerca, pero realmente es algo inevitable.

Sin darme cuenta, ya estoy delante de la puerta de su habitación. No la toco porque sé que no dirá nada, así que simplemente la abro, esperando a encontrarla mirando el techo —como le gusta hacer— o durmiendo.

Quiero que sea lo primero para poder hablar con ella, pero es lo segundo. No puedo despertarla, ayer tenía cara de que no había estado durmiendo bien.

Me acerco sigilosamente a su cama para observarla dormir más de cerca. Pero me encuentro con que sus ojos están abiertos, mirando un punto fijo en el suelo.

Frunzo el ceño al verla. ¿Qué le pasa?

Su mirada recae en la mí, notando por primera vez mi presencia. Ella da un brinco encima de la cama y en nada está incorporada sobre ella. Se frota los ojos y pestañea un par de veces, es como si estuviera volviendo a la realidad.

Su aspecto me confirma que algo le pasa. En sus ojos puedo ver el cansancio, su piel está más pálida de lo normal y tiene los labios secos.

—¿Qué te pasa? —pregunto con el ceño fruncido. Ella no parece tener intenciones de contestar, lo único que hace es aferrarse a la manta con la que se ha tapado.

Me acerco a ella, cosa a la cual reacciona alejándose un poco.

—No me toques... —trata de manotear mi mano cuando se acerca a su rostro, pero no lo consigue.

La palma de mi mano toca su frente. Enseguida abro los ojos, sorprendido por la temperatura de su cuerpo.

—Mierda, estás ardiendo —le quito la manta de encima para que su estado no empeore con el calor que le brinda.

—Vete —su voz sale seca.

—No —me niego rotundamente a hacerle caso.

Ella se queda mirándome durante unos segundos, pero no dice nada.

—Te llevaré a mi habitación —aviso, volviendo a acercarme a ella.

—No, déjame —se aparta cuando trato de alzarla.

—No estarás bien aquí, no has ventilado la habitación —insisto en agarrarla entre mis brazos, pero vuelve a negarse.

—Sé caminar —aclara con un tono bajo, poniéndose de pie.

Al ver que se tambalea un poco, no dudo ni un segundo en pasar mis brazos por su cintura y piernas.

Quiere quejarse, pero eso se le pasa cuando su cabeza cae encima de mi hombro. Su rostro queda oculto en mi cuello y sus labios rozan mi piel, haciéndome estremecer en el acto.

Comienzo a caminar hacia mi habitación.

—¿Por qué me haces esto? —la escucho murmurar con la voz entre cortada. De un momento para otro parece haber perdido los sentidos, no creo que sea consciente de lo que dice. Quiere llorar.

Tenso la mandíbula. A pesar de no tener ninguna expresión en la cara, estoy atento a cada una de las palabras que su boca suelta.

—Te odio —suelta con rabia —. Te odio, eres lo peor.

No la juzgo después de todo lo que le hice.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 27, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora