Ámbar
Vuelvo a mi habitación después de darme una ducha. Me seco el pelo y me pongo el uniforme para ir a la escuela. Sí, a la escuela. Desgraciadamente me toca volver hoy.
Salgo de la habitación con un dolor de cabeza infernal, el susto de ayer me dejó tocada de la cabeza. El estúpido de Mateo no sabe interpretar ni una mísera prueba. Imagínense las ganas de matarlo que me vinieron después.
Bajo a la cocina, donde todos están sentados esperándome. Me siento en el lugar libre y desayuno en silencio, sintiendo de vez en cuando la mirada divertida de Sofía sobre mí.
Cuando me digno a levantar la cabeza, noto a Mateo mirándome con una sonrisa juguetona. Aprieto la mandíbula y, sin pensarlo dos veces, le pateo los pies, procurando no pasarme. Su sonrisa se hace aún más visible ante eso.
Qué cabrón.
Me levanto de la mesa después de que Sofía me diera su aceptación. Dejo los platos en el fregadero.
—Te acompaño —escucho a Mateo hablar a mis espaldas antes de que pueda salir de la cocina. Siento la mirada curiosa de Adelia taladrarme la espalda.
—No es necesario —sigo caminando sin mirar atrás. Subo las escaleras para ir a por mi mochila y bajo de nuevo cuando ya la tengo.
Salgo de la casa e, inicialmente la idea era ir caminando sola, pero me doy cuenta de que eso es imposible en cuanto veo a Mateo esperándome afuera. Bufo, pasando por su lado.
—Te acompaño —camina a mi lado, ignorando por completo las palabras que le dije en la cocina.
—¿Qué parte no entiendes de "no"? —saco el celular para ponerlo en silencio. No deja de vibrar con mensajes de mis compañeros felicitándome por volver a la escuela.
Ni que hubiera muerto y resucitado, por favor.
—Ninguna —pasa su brazo por mis hombros, evitando que me aparte. Sonríe mientras empieza a caminar —. ¿Sigues enfadada?
—Que me dejes —lo aparto de mal humor.
—Vamos, no es para tanto —vuelve a rodearme el cuello.
—Claro, es fácil decirlo cuando no eres tú el que se embaraza —espeto mientras lucho por alejarlo. Gira su cabeza, mirándome con una sonrisa que me dan ganas de borrarle a puñetazos.
—Hablas como si lo estuvieras en serio, exageras.
—¿Exagero? —lo miro mal —Mira, no te voy a juzgar. Al fin y al cabo eres hombre y, para variar, no entiendes nada.
—Claro que lo entiendo —me dedica una sonrisa ladina al mismo tiempo que sus dedos se aferran a mi mandíbula para plantarme un beso en los labios. Un beso que me deja deleitada.
Mi silencio le saca una pequeña risa.
—Pagaría por saber lo que estás pensando.
—Adelante —le tiendo la mano. Él simplemente sonríe y deja un beso sobre mi palma.
—No hay mejor pago que un beso mío.
—Estás loco.
—Sí —besa mi mejilla, dejando que su aliento choque contra mi piel —, por ti.
El estúpido cosquilleo vuelve a aparecer pero con más intensidad, tanta que hasta el corazón se me acelera. La entrepierna me palpita, exigiendo la atención de Mateo en ella. Trato de no hacerlo notar.
—Sabes que puedo sentirlo, ¿verdad?
—¿El qué? —interrogo intentando hacer los nervios a un lado.
—Como te pongo.
—A mi también me pasa cuando estoy cerca de ti —dice como si fuera la cosa más normal del mundo.
Por una parte me alivia no ser la única, pero por otra me asustan estas sensaciones.
—¿Cómo? —mi tono es una mezcla de confusión y sorpresa.
—Tu corazón —informa —. Se ha acelerado y te estoy diciendo que a mí me pasa lo mismo cuando estoy cerca de ti.
Trago saliva.
—No... Esto... —dejo de caminar. Mi cabeza piensa a toda velocidad y, de pronto, siento la necesidad de preguntarle. Preguntarle muchas cosas pero me controlo para no parecer loca —¿Qué sentiste antes?
—¿Cuándo?
—Cuando... —me callo, relamiéndome los labios. Vale, esto cuesta más de lo que parece —¿Te acuerdas de...?
—Ah, eso —me interrumpe. empezando a caminar de nuevo. Sonríe mirando al frente —. Pues lo mismo que tú.
—¿A parte de edo? —trago saliva.
—Oh, sí —juega con mi pelo antes de mirarme, sin dejar de caminar. Algo brilla en sus ojos —. Felicidad.
—¿Feli...qué? —mi voz sale en un susurro casi inaudible, pero sé que me escuchó gracias a su cercanía.
—Felicidad.
—Yo... —observo su perfil. Su sonrisa no ha desaparecido, y parece estar muy tranquilo. No como yo —¿Te hago feliz?
—¿Te sorprende? —pregunta, divertido.
—Yo... —me quedo en silencio. Miro a otra lado que no sea él.
—Estás nerviosa —se ríe, por lo que intento apartar las emociones y centrarme.
—No.
—Claro —el sarcasmo es evidente en su voz.
—Calla.
—¿Te sorprende? —retoma el tema.
—¿El qué? —me hago la idiota. A veces es la mejor solución.
—Que me hagas feliz —me mira fijamente, esperando una respuesta.
—Sí —soy sincera.
—¿Por qué?
Bufo.
—¿Puedes dejar de hacer preguntas?
—No, ¿por qué?
—Porque molestas.
—No, estoy preguntando que por qué te sorprende.
—¿El qué?
—Dios, Ámbar —suspira pasándose una mano por la cara —Volveré a hacer la pregunta; ¿por qué te sorprende el hecho de que me hagas feliz?
Me quedo en silencio, dejándolo con las ganas de la respuesta.
—¿Ámbar?
—¿Qué?
—Contesta.
Resoplo, frustrada.
—Cá...
—¿Por qué? —me interrumpe. Últimamente se empeña mucho en cortar mus palabras.
—No soy buena persona —digo finalmente —. Mi personalidad es una mierda y si no sé hacerme feliz ni a mí misma no puedo hacer feliz a nadie más.
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𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)
FanfictionÁmbar, que siempre ha mantenido una vida normal, recibe la noticia de que el hijo del hermanastro de su madre, es decir, su primo Mateo, va a vivir con ella por asuntos familiares. REESCRIBIENDO (probablemente muchas cosas no tengan sentido, ya que...