Capítulo 38

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Ámbar

Me sorprende lo rápido que pasa un mes. Antes parecía pasar mucho más lento.

Bien, te resumo lo que ha pasado:

Sofía se fue, las clases terminaron, Adelia consiguió novio, mamá sigue en Francia, papá está trabajando en su nueva colección, y Mateo y yo tenemos algo parecido a una relación pero no le pusimos etiqueta a nada. Me gusta más así.

El tiempo realmente pasa muy rápido.

Ahora mismo estoy montada en mi moto, tras Mateo. Es ilógico que el vehículo me pertenezca a mí y lo use más él que yo, lo sé. Últimamente se está empeñando mucho joderme.

—Baja la velocidad, imbécil —le digo al oído, asomándome por su hombro.

—¿Tienes miedo? —gira levemente su cabeza para mirarme con una sonrisa divertida.

—Mira adelante —me apresuro en girar su cara, el suelta una risa ronca que me saca una sonrisa, la cual me esfuerzo en ocultar —. A este paso tú vas a quedarte sin carnet y yo sin moto.

Sin tener en cuenta que vamos sin cascos y, si por lo que sea se desequilibra, estaríamos jodidos.

Perdón, jodidos no. Muertos.

Se ve que a Mateo no le importa, porque no reduce la velocidad. Es más, la aumenta casi con la doble intensidad, hasta llegar al punto de tener que esquivar otros vehículos a cada nada. Bien, se siente increíblemente bien el aire fresco de la noche chocar contra mi cara. Pero, ¿lo mejor? El viento arrastra el aroma de Mateo, causando que se adentre en mi ropa.

Ahora huelo a él.

Y me encanta.

—Hazme caso —espeto golpeando su hombro, cosa de la que ni se inmuta. Estamos empezando a llamar la atención de las demás personas que conducen.

—No nos pasará nada.

—Me da igual que nos muramos nosotros pero a mi moto la quiero intacta, ¿entendiste o no entendiste? —alzo la voz para que pueda escucharme.

—Entendí —sonríe mirando al frente.

Unos minutos más tarde, me doy cuenta de que ya no hay tráfico, ni gente quejándose, nada. Simplemente pasamos por una carretera vacía rodeada de árboles, los cuales dan miedo por culpa de la oscuridad. Un rato después, aparca delante de lo que parece ser la entrada del bosque.

—Si vas violarme, te advierto que sé def...

—No creo que "violar" sea la palabra exacta —esconde el vehículo y se acerca a mí, para luego rodear mis hombros con su brazo, atrayéndome a él.

Empezamos a caminar, no sé dónde, pero lo hacemos —obviamente con la ayuda de una linterna—.

—¿Ah, no? —miro su perfecto perfil.

—No —sonríe con una notoria diversión.

—Vale —observo los árboles a mi alrededor, frunzo el ceño —. ¿Se puede saber dónde me llevas?

No contesta, sólo me planta un beso en la mejilla. Sentir sus labios sobre mi piel sólo me causa ganas de dejar de caminar  para besarlo y tocarlo a mi gusto. Pensamientos impuros invaden mi mente, siento cómo mi cara se calienta de inmediato. La garganta y los labios se me secan.

Autocontrol, por favor, no me falles.

Estoy empezando a cuestionarme eso de que las mujeres se controlan más que los hombres —para rematar la situación, abre la boca. Simplemente, genial.

—Que yo sepa aún no me he tirado, así que no saques conclusiones apresuradas —lo contradigo. Una risa abandona su boca.

—Tú lo dijiste, aún.

Me quedo en silencio, prácticamente porque tiene razón. Mateo se para de repente, levanto la mirada del suelo. Lo que parece ser una cabaña aparece ante mis ojos. Una cabaña un poco pequeña.

—¿Qué es esto? —pregunto, confusa.

—Una cabaña —camina hacía adentro, sin esperarme.

—Eso ya lo sé —lo sigo —. ¿Por qué? ¿De quién es?

—Deja de hacer tantas preguntas —abre la puerta con las llaves que saca de los bolsillos. Entra y yo, obviamente lo sigo. Enciende una lámpara, iluminando todo el lugar

—¿Qué quieres que haga si me llevas a un lugar en la nada?

—Te acabo de decir que dejes de hacer preguntas, y lo primero que haces es preguntar —se queja, sacándome una sonrisa.

—¿Por qué deber...?

—Shh —se acerca a mí, posicionando el dedo índice en sus labios. En sus ojos puedo ver cómo la diversión se apodera de ellos.

—Mateo...

—¿A qué pensaste que vinimos? —una sonrisa maliciosa surca en sus labios.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora