Capítulo 42

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Mateo

El ex novio junto con el hermanastro de Ámbar aparecen de la nada entre los árboles. Los dos nos miran sorprendidos, como si no se hubieran esperado eso en la vida.

No me sorprende que estén aquí. Mi abuelo —el cual comparto con Ámbar y Adelia— tiene muchas viviendas por este bosque. Cada vez que alguien cumplía dieciocho años, regalaba una de las casas. La que me pertenece a mí es donde estuve antes con Ámbar —ella todavía tiene diecisiete, pero pronto obtendrá casa que le pertenece—.

La de Adelia está muy cerca de aquí. Les aseguro que ella aparecerá en nada. Escucharon el ruido de la moto al acercarse a la casa, por eso salieron. No me quiero ni imaginar lo que hacía con su hermanastro y el ex de mi chica.

Ámbar, aún sentada encima de mí, gira la cabeza en su dirección. Miro a los chicos, a los cuales se les había desviado la mirada al trasero de ella. Se le levantó ligeramente la falda.

—La miradita para arriba —la mirada del hermanastro choca con la mía, tiene la mandíbula y los puños apretados. La envidia en sus ojos es claramente perceptible.

Está celoso.

Y no se tratan precisamente de celos de hermano. Está más que claro que le gusta, pero Ámbar está tan ciega que no se da cuenta de eso. Rodeo su cintura con mis manos, dejándole claro a quién quiere y de quién es.

—¿Qué se supone que hacen aquí? —pregunta frunciendo el ceño. Está molesta por la interrupción. Se baja de mi regazo al ver que será una conversación bastante larga.

—¿Qué haces tú? —pregunta el hermanastro apretando los labios.

—Follar... —murmuro, burlón. Eso lo hace enojarse más, cosa que alimenta mi diversión considerablemente. Qué graciosos se ven pensando que tienen poder sobre ella.

—¿Te importa? —Ámbar frunce el ceño, alzo las comisuras de mis labios. Ella siempre fue de esas personas que se quedan todo para ellas, de las que no se expresan o no saben cómo hacerlo. Me enorgullece saber que soy el único al que se abrió y consiguió un te quiero de su parte. Es realmente un gran logro.

Ahora tengo pensado ir a por el te amo.

Y voy a conseguirlo, sea como sea.

—Es tu primo... —murmura, interrumpiendo mis pensamientos. Eso me molesta bastante, por lo que la sonrisa se me borra de la cara de inmediato. No somos primos, somos primastros y me da igual, una etiqueta de mierda no va a cambiar lo que tenemos.

Esto no es incesto, no sé qué le cuesta a la gente entender que no compartimos sangre.

—Y tú su hermano, pero te gusta igual —suelto, mi voz está llena de rabia.

El silencio tras esas palabras es algo confuso, Ámbar parece bastante sorprendida por lo que dije, me observa con la boca entreabierta. Ángel tensa la mandíbula y empuña sus manos, probablemente aguantándose las ganas de tirárseme encima y matarme a golpes —cosa que no dejaría pasar—. Ámbar gira su rostro hacía él, mirándolo con confusión y a la vez seriedad.

—Yo no...

—Tú sí, ¿crees que no me doy cuenta de cómo la miras? —pregunto, dejando a Ámbar y Abel, quien se mantiene callado, escuchando atentamente la conversación —Cada vez que la veías conmigo ardías en celos, eres muy predecible. Y no pienses que soy otro imbécil que no se entera de nada, porque soy perfectamente consciente de quién pone sus ojos en mí chica y quién no.

—¿Mí chica? —otra voz se hace presente, pero esta vez no es una masculina. Sino que es femenina y chillona. Una que todos reconocemos perfectamente.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora