Mateo
Un oral.
Siempre quise uno de ella, pero me da miedo que piense que se lo esté exigiendo. Es decir, no quiero presionarla en nada, por ella espero lo que sea, pero obligarla nunca. Que pase cuando tenga que pasar y punto.
—No quiero que pienses que te obligo —murmuro, observándola atento a cualquier movimiento. Una sonrisa divertida ilumina su rostro.
—¿Por qué iba a pensarlo? —pregunta, poniendo su pierna izquierda sobre la mía. Acaricio su caliente y desnuda piel con mis dedos, sé que las caricias también son algo que le encantan.
—No lo sé —me encojo de hombros mientras curiosidad repentina vuelve a invadir mi mente —. ¿Alguna vez has hecho un oral?
Realmente hay muchas cosas que quiero saber, pero tampoco quiero que piense que me importa más lo que ha hecho que ella, porque no es así y nunca lo será.
—¡Ámbar! —antes de que ella pueda contestar, una voz masculina llega a nuestros oídos. Los dos desviamos nuestras miradas hacía el chico pelinegro que se acerca a nosotros.
Escucho a Ámbar bufar a mí lado, pero no le doy importancia. Mis ojos están centrados en aquel chico que le acaba de hablar a mi chica como si se conocieran de toda la vida.
—Cuánto tiempo, ¿eh? —se sienta delante de nosotros, sin ningún tipo de permiso.
¿Y este quién es?
—¿Qué quieres? —Ámbar pone una expresión seria, el chico ignora su pregunta, posicionando su mirada en mí.
—¿No nos vas a presentar, Ámbar? —le pregunta, apoyando los codos en la mesa. Me dan ganas de borrarle esa puta sonrisa de la cara con un puñetazo, a ver si se ubica porque esto es territorio privado.
—Lárgate —lo echa, mirándome.
No le hace caso, vuelve a mirarme, ignorando totalmente su presencia.
—¿Quién eres? —me pregunta directamente.
—Dije qu...
—¿Quién eres tú? —cuestiono, poniéndome a la defensiva. No me gusta que la trate como si fueran algo.
—Austin... —la voz de Ámbar suena a advertencia.
—Su novio —sonríe, mirándome. Frunzo el ceño, ella se pasa una mano por la cara, frustrada. No lo niega, y eso me tiene inquieto —. ¿No se lo dijiste?
—Vete —vuelve a echarlo.
—¿Ya me reemplazaste, Ámbar?
—¿Qué dice? —la miro, ella hace lo mismo. Niega con la cabeza.
—Nada, déjalo, está loco.
—Por ti, preciosa —abandono los ojos de Ámbar, posicionándolos en los del chico. ¿Está intentando ligar con mí chica?
—¿Quién te crees?
—El único que puede enamorarla —estira las piernas, mira a Ámbar. Tenso la mandíbula, ella lo hubiera negado enseguida si eso no fuera real. Un sabor amargo llena mi boca mientras la miro, ¿qué hace follando conmigo estando enamorada de otro? —. ¿Me equivoco?
Me levanto de mi asiento, con la intención de acercarme a ese hijo de puta y partirle la cara. Me da igual que sea verdad, quiero y voy a hacerlo. Bueno, eso pensaba hasta que Ámbar interviene, agarrándome de la mano. La miro con los labios apretados, ella trata de decirme algo con la mirada, sin embargo, no logro descifrar el qué.
Ella también se levanta.
—Vámonos —intenta arrastrarme con ella, pero me opongo.
—¿Qué mierda di...?
—Vamos —agarra de nuevo mi mano, inconscientemente me había soltado.
Me dejo arrastrar por ella, sin perder de vista al imbécil que nos mira con una sonrisa divertida desde la mesa en la que estábamos sentados.
—Mateo...
—No quiero hablar —dejo claro.
Salimos fuera del puesto, creo que ya ninguno de los dos tiene hambre. No digo nada, simplemente me monto en la moto, esperando a que ella haga lo mismo. Ámbar se para unos segundos, clavando su mirada en mí y, probablemente, queriendo que diga algo, pero no lo hago.
Suelta un resoplido, pero no hace nada más que montarse delante de mí. Se pone el casco, la imito. Arranca el vehículo mirándome por el espejo retrovisor.
—Agárrate —ordena, sin nada más que hacer, la obedezco. Nunca arranca hasta asegurarse de eso.
Acelera casi al instante, reflejando así la rabia en su forma de conducir; salvaje. Ámbar está furiosa, se nota a leguas. Aprieto la mandíbula, viendo cómo ella agarra el manillar con todas sus fuerzas.
La tensión es palpable, demasiado.
El aire choca contra nosotros con mucha fuerza, su pelo vuela, y con él su falda.
Su maldita falda vuela, dejándome apreciar la preciosa piel de sus muslos y su trasero. Mierda, su trasero es jodidamente perfecto. Muerdo mi labio, desviando la mirada, tengo que aguantarme. Necesito explicaciones —probablemente tardarán en llegar— antes de hacer algo más.
El ruido del vehículo es cada vez más intenso, igual que la velocidad y la fricción del aire con nosotros. Ámbar tiene unas formas muy peculiares de desahogarse, y una de ellas es conduciendo. Expresa lo que siente en la carretera, montada encima de su moto.
Gracias a eso, no tardamos en llegar a casa.
Aparca delante del garaje, se queda unos segundos callada, esperando a que me baje y la deje sola. Lo hago, me bajo.
No espero a que diga algo, me voy directamente a la entrada de la casa. Abro la puerta, procurando no hacer mucho ruido. Papá no está, sólo deberían de estar Emilio y Adelia, pero dudo mucho que esta última se encuentre dentro, porque hace poco nos la encontramos en el bosque. Se suponía que iba a encargarse de mi hermano.
Subo las escaleras y camino por el pasillo del segundo piso, para luego entrar a mi habitación y encerrarme en ella. No tardo en escuchar los pasos de Ámbar, su cuarto está muy cerca del mío.
Me extraño al escucharla cerca de mi puerta, es muy orgullosa como para venir ahora, y he de confesar que yo también. Los dos somos muy orgullosos y tardamos varias horas en reconciliarnos. No sé qué mierda ha pasado, normalmente nos damos explicaciones al instante en que algo pasa.
La puerta se abre, estaba esperando eso pasara, pero lo que en verdad no me esperaba es que en vez de ser Ámbar quien abre, es Adelia.
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Perdón por tardar en actualizar :c
2 capítulos para que me perdonen —si es que hay alguien esperando xd— :D
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𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)
FanfictionÁmbar, que siempre ha mantenido una vida normal, recibe la noticia de que el hijo del hermanastro de su madre, es decir, su primo Mateo, va a vivir con ella por asuntos familiares. REESCRIBIENDO (probablemente muchas cosas no tengan sentido, ya que...