Capítulo 23

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Abro los ojos cuando escucho los ruidos que surgen a mi alrededor. Al principio me cuesta, pero finalmente consigo aclarar mi vista.

Un techo blanco entra en mi campo de visión. Paseo la mirada por mi habitación, confundida.

Me sobresalto cuando veo a Mateo agachado a un lado de mi cama, observándome fijamente.

—Estás toda roja y sudada, ¿en qué soñabas? —pregunta con una sonrisa burlona. Sus palabras me paralizan por completo.

¿Acaso yo...?

Oh, mierda.

Pienso al recordar el asqueroso sueño que he tenido aquella noche.

Siento que mi cuerpo está ardiendo en llamas. Tengo la frente sudada y supongo que mi cara está completamente roja.

Mierda, esto está yendo demasiado lejos.

Carraspeo disimuladamente antes de quitarme la manta de encima, tratando de ignorar que acabo de tener un sueño erótico con mi propio primo. Me levanto de la cama, con las piernas activas y bien descansadas, sin necesidad de usar las muletas.

Camino hasta mi armario para agarrar un par de prendas para ponérmelas cuando me duche. Cuando tengo lo que quiero, salgo de mi camino sin dirigirle ni una palabra a Mateo. Lo mejor es ignorarlo, y en realidad es algo que se me da bastante bien.

Esto tiene que acabar de alguna forma u otra.

Me tomo mi tiempo en el baño, no sin antes convencer a Sofía de que no me volví inválida como para que se metiera conmigo a asearme.

Un rato después, salgo con la ropa ya puesta y el pelo mojado, obviamente. Vuelvo a mi habitación.

Giro el pomo de la puerta en cuando llego, para seguidamente entrar con pasos cortos. Cuando levanto la cabeza, me doy cuenta de que mi primo aún no se fue.

¿Qué hace aún aquí?

—¿No tienes cuarto o qué? —replico —Sal de aquí —ordeno sin siquiera mirarlo. Siento cómo me mira fijamente y se levanta para caminar hasta mí.

—No, hasta que...

—Ya lo hablamos, y por si no te quedó claro: soy humana y cometo errores, así que, por favor, olvídalo —suelto la frase que siempre funciona, levantando mi mirada. Sus ojos se cruzan con los míos, y lo único que veo en ellos es furia. Furia pura, aunque la escondió a la perfección bajo una burlona sonrisa.

—Muy bien, veo que nos entendemos —me mira por última vez antes de salir de la habitación, cerrando la puerta con un leve portazo.

Paso mis manos por mi cabello las manos a la cabeza soltando un bufido, la frustración me recorre. No sé por qué, pero siento que todo está mal.

La puerta vuelve a abrirse, y no te voy a mentir, esperaba que fuera Mateo, ¿por qué? No lo sé.

—Ámbar —Sofía sonríe tristemente —, mi madre está mal. Espero que no te importe que vaya a visitarla.

Niego con la cabeza sin mirarla, distraída con diez mil cosas en la cabeza.

—Ve tranquila —ella se queda unos segundos en silencio.

—Eh... ¿estás bien? —pregunta con una mirada preocupada.

—Sí... Sí, solo que estoy pensando qué hacer. Estar todo el tiempo aquí dentro me harta.

Ella se ríe un poco, aun apoyada en el marco de la puerta. Aunque no lo parezca, está nerviosa y creo que es por la condición de su madre.

—Ve.

𝐓𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨  ‖ Trueno (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora