Cuarenta y cuatro

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Oigo a Machinni pegar una exclamación ahogada, y me giro para examinar la negociación.

Abraham y él aún siguen apartados a un lado, me están dando la espalda. Giorgio es el más grande de los dos.

Aun así, tanto uno como otro emanan un aura de poder y de peligrosidad palpable.

Muy a mi pesar, un escalofrío de excitación recorre mis venas.

Sé que está mal, que son peligrosos y que tendría que mantenerme alejada de ese tipo de "chicos malos".

Pero, desde hace poco, encuentro que me atrae de pronto el peligro.

Extraño...

Después de unos largos minutos, los dos hombres se dan la vuelta y vienen hacia mí.

Miro a Abraham tratando de adivinar a que acuerdo llegaron pero me gratifica con una mirada torva mientras se me acerca. Yo levanto una ceja inquisitiva, pero no hay respuesta.

- Bueno, no te acompaño, ya conoces el camino, en cuanto a tu amiga, más le valdría mantenerse a raya la próxima vez si quiere seguir con vida - dice sin más Machinni con una sonrisa maliciosa mientras me mira fijamente.

- Está bien, ha captado el mensaje - responde Abraham mirándome seriamente.

- Mejor, por que nos volveremos a ver las caras - me guiña el ojo.

Abraham asiente con la cabeza y se acerca un poco más a mí. Me hace un gesto para que salga yo delante y yo le obedezco.

Volvemos por donde habíamos llegado para ir hasta el parking, escoltados por uno de los cancerberos del mafioso.

Este último nos deja delante de la salida antes de volver adentro. Me quedo mirando a esa maldita puerta un momento.

- ¿Te vas a quedar ahí plantada? Venga, ven - dice Abraham mirándome sobre su hombro.

- ¿Nos vamos a ir así, sin más? - arqueo una ceja mientras me cruzo de brazos.

- Si ¡Sin más! - responde en un tono frio.

Se acerca a mi y me agarra por la muñeca para tirarme con fuerza hacia el Lamborghini.

Forzada, le sigo el paso, intentando como puedo ir a su ritmo.

- ¿No puedes ir más lento o soltarme? No es fácil caminar cuando me llevas así agarrada - bufo

- Espabílate, no tengo toda la noche

Su manera de responder es fría y cortante.

- ¡Ya somos dos, te lo aseguro! - frunzo el ceño.

Visiblemente molesto Abraham se para, me suelta y se planta delante de mí.

- ¡No se puede ser más cabezota que tú! ¿Nunca escuchas cuando se te dicen las cosas? - frunce el ceño mirándome atento.

- Depende - me encojo de hombros.

- ¡¿Depende?! Casi nos matan por tu culpa y tú dices: ¡depende! ¡Ni siquiera te das cuenta de la estupidez que has hecho, joder! - aprieta los puños mirándome con el ceño fruncido.

- Yo.... - me interrumpe

- ¡Cállate, _______! De verdad, esta vez no eres la persona más indicada para abrir la boca - suelta un suspiró.

- ¿Tengo derecho a hablar, no?

Me agarra de la mano y me lleva casi brutalmente hasta el coche.

- ¡NO! Venga, nos largamos - aprieta un poco mi mano.

- ¿Cómo se supone que tengo que reaccionar? Explicamelo, porque me da la impresión de que no te das cuenta de la gravedad de las cosas - suelto un suspiró.

Mᴀᴛᴇᴏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora