Cuarenta y cinco

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- ¿QUÉ? - responde irritado Abraham y aprieta el volante.

- ¡PARA YA! - grito desesperada.

Ya no me aguanto, el miedo, el cansancio, el enfado, la frustración todo se me acumula y noto que voy a explotar.

La velocidad no me ayuda, más bien es algo excitante que hace marinar todo y me hace explotar más rápido.

- ¡Para, quiero bajarme! - lo miro atentamente para ver cuál es el alcance de mis palabras pero parece inmune a cualquier cosa que pueda decir. - ¡¿QUIERES QUE NOS MATEMOS, SOS PAYASO?! - grito.

De repente como que me proyecto adelante y solo el cinturón de seguridad me impide chocarme contra el salpicadero.

- ¡Me cago en...! Abraham, ¡Párate ahora mismo, quiero bajarme!

Pero él no me escucha. Acaba de frenar como un loco y ahora se dirige hacia la salida más próxima.

Oigo exasperada como los otros coches se apartan y pitan.

¡Está loco!

Ahora nos adentramos en la ciudad. Creo que Abraham ha entendido que estaba harta y quería volver a casa.

Abraham expulsa lentamente el aire de sus pulmones, sin dejar de mirar la carretera luego, se gira hacia mí.

Su mirada es cualquier cosa menos suave y compasiva. Para el Lamborghini en medio de la calle.

No es el momento, pero me dan ganas de sonreír, esto me recuerda la primera vez que nos vimos.

Abraham me devuelve rápidamente a la realidad y se pone a gritarme.

- ¡Joder! ¡¿No podrías callarte la boca al menos por una vez?!

- ¿Cómo? - arqueo una ceja y me cruzo de brazos mirándolo.

Oímos pitar detrás y los coches pasan a nuestro lado insultándonos.

- No deberíamos quedarnos aquí, es peligroso - murmuro mirando los coches pasar.

- ¿Más peligroso que tu comportamiento delante de Machinni? ¡Joder, _____! ¡Por poco haces que todo salga mal! - suspira lleno de frustración y pasa sus manos por su rostro.

Visiblemente al limite, Abraham levanta las manos al cielo antes de coger el volante.

No puedo más, esto es demasiado.

- Vale ¿Sabes qué? Estoy hasta las narices - me desabrochó enérgicamente el cinturón y abro la puerta ante la mirada atónita de Abraham.

- ¡¿Qué coño estás haciendo?! - responde sorprendido.

Con un pie fuera, salgo decidida del vehículo. Está fuera de cuestión que me quedé con un hombre que es incapaz de escucharme y cuando le hablo.

- ¡_____! - escucho su voz llamándome, me mira, con los ojos como platos de la sorpresa.

En cuanto a mí, le ignoro olímpicamente.

Doy un portazo y le hago una mirada asesina a Abraham.

- ¡_____, JODER! ¡VUELVE!

Él no se ha movido.

Tengo un nudo en la garganta, no puedo más.

Decido volver a casa a pie, cojo las puntas de mi vestido para bajarlo y empiezo a caminar determinada.

Oigo a mis espaldas rugir el motor del Lamborghini. Abraham dice algunos tacos, y luego nada.

No puedo evitar mirar furtivamente por encima del hombro.

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