Cuarenta y siete

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Me separo de golpe de el.

Abraham me mira sorprendido.

- Pero que...

Salgo del coche rápidamente haciéndome mil y una preguntas. Soy consciente de que acaba de pasar algo entre nosotros.

No sé qué, ni si Abraham ha tenido el mismo sentimiento, pero mete miedo. No tengo la cabeza para meterme en una relación.

Abraham es cualquier cosa menos serio cuando se trata de mujeres. Y yo sé que corro el riesgo de perder la cabeza si me dejo llevar por él.

Cuando estoy a punto de atravesar la puerta de mi edificio, oigo a Abraham llamándome desde el coche.

¿Aún sigue ahí?

- _______

Me doy media vuelta.

- No te preocupes por Diego, de momento, ya no tiene nada que temer. Machinni me lo ha asegurado.

De repente siento una decepción enorme.

¿Qué querías que te dijera ____? ¿Sobre el beso? ¿Qué siente algo por ti?

Por dios ___, es Abraham, el chico que no siente ni un carajo.

Siento un horrible dolor de pecho.

No, no, no, no.

No te vas a poner a llorar, _____. ¡Y menos enfrente de él!

Trago duro y asiento con la cabeza.

Me doy vuelta y entro al edificio, escucho el motor del Lamborghini yéndose.

(...)

Entro en casa, dejo las llaves como siempre y me siento en el sofá.

Bob me salta encima y yo aguanto el equilibrio de manera bastante eficaz.

- Ven aquí, peque.

Sin pensarlo dos veces salta a mis rodillas y se me echa encima para lamerme la cara.

Me doy cuenta en ese instante de que estoy llorando, las lágrimas recorren mis mejillas sin que puede evitarlo.

Este día a estado lleno de emociones. Realmente no se por que lloró, si por que casi muero gracias a mi estupidez o por Abraham.

Abrazo a mi perro mientras me tranquilizó. Me está mirando de lado y eso me hace reír, no debe de entender que me pasa.

Con todo el maquillaje que se ha corrido debo parecer una panda en las últimas.

- No es nada, Bob. Tu ama está un poco triste esta noche, se me pasará.

Después de haber acariciado a mi bola de pelos, me dirijo hacia el cuarto de baño para el acto más importante de la noche: desmaquillarme.

Necesito ducharme.

Así que decido tomarme una ducha bien caliente antes de irme a dormir, eso me ayuda a dormir mejor.

Me quito todo lo que llevo puesto en el cuarto y voy derechito a olvidarme de todo bajo el chorro.

(...)

Enseguida estoy entre las sábanas con los ojos cerrados, intentando en vano caer entre los brazos de Morfeo.

Y sin embargo estoy que no puedo más pero no consigo dormir, trato de contar ovejitas para adentrarme en un sueño profundo, pero nada.

Mi cerebro no tiene pinta de querer colaborar. Me vienen a la mente un millón de pensamientos. Pienso sin parar... en el beso de Abraham.

Ah, ese beso... Suave, salvaje, apasionado. Una cosa y todo lo contrario. ¡Hace tanto que no me habían besado así!

Mᴀᴛᴇᴏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora