Sesenta y cinco

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Disfruto este beso mientras dura y luego me aparto lentamente de Abraham.

¿Qué me estoy imaginando? ¿Qué va a caer en mis brazos solo porque le abro una puerta? Sé como son los hombres y como funcionan.

Y además, si hay elegir, prefiero decirme que todo lo que me había imaginado no era más que una quimera. Que no pasará nunca y que terminaré por olvidarle.

- ¿______? - me mira sorprendido Abraham ante mi actitud repentina.

Le dedico una pequeña sonrisa antes de responderle.

- Está guay, estoy contenta de que lo hayamos logrado - respondo nerviosa.

Me aparto un poco más, apretando más la toalla a mi cintura.

No me atrevo a mirarle.

Me giro hacia mi bolso y finjo interesarme en algo cuando, de repente, le noto justo detrás de mí. Se ha acercado.

- ______... - su voz es grave, viril, baja, casi inaudible.

Noto como sus labios besan mi piel, cerca de su mano, y respiro hondo.

Sus dedos dibujan pequeños arabescos cerca de mi clavícula y echan a un lado mí pelo húmedo.

Siento como sus labios van subiendo hasta la nuca en medio de una lluvia de pequeños besos.

Me entra un escalofrío muy a mi pesar, la nuca es uno de los puntos más sensibles de mi cuerpo.

La zona erógena por excelencia que me hace perder el control en una fracción de segundo.

Su boca traza una línea a lo largo de mi cuello y me quema en el interior. Me muerdo los labuis para evitar un gemido.

Sus manos han abandonado mis hombros para deslizarse a lo largo de mi espalda, lentamente, se desvían hacia mi busto y luego se detiene en mis pechos.

Tiemblo cuando se apodera de las curvas de mi feminidad, las acaricia a través de la tela de mi toalla.

Soy un manojo de impaciencia y placer. Espero que no se esté burlando de mí esta vez.

Capto su mirada ensombrecida por algo que parece ser deseo, esperando leer en ella una respuesta.

Es deseo, está claro.

Sonrió débilmente, invadida por una sed que recorre mi cuerpo haciéndome vibrar desde el interior, es la gran revelación: le deseo.

- Ahora voy a besarte... - murmura.

Abraham pega sus labios a los míos con un frenesí desbordante.

Casi me da algo con la fuerza y la pasión que se han apoderado de él. Esto ya no es un beso, es posesión.. bruta y ávida.

Le llevo a la cama y nos encontramos de pronto tumbados uno encima del otro, sus manos recorren mi cuerpo, y su lengua está pegada a la mía.

Noto como su cuerpo se pega al mío y ahora soy yo quien se pone a cien.

Mis dedos se deslizan entre los botones de su camisa para acariciar su piel ardiente.

Me recorre un ligero escalofrío y me doy cuenta en ese momento de que mi toalla está tirada en el suelo. Aquí estoy,  desnuda ante Abraham, quien me acaricia audazmente.

Desabrocho su camisa con entusiasmos. ¡Esta fuera de cuestión que no estemos al mismo nivel de terreno!

Con un gruñido de fastidio, se la quita y yo me quedo contemplando sus pectorales y su tatuaje.

Casi que me intimida esta vez.

Sus ojos me recorren lentamente, ávidos a más no poder, mientras que me coge de las muñecas para inmovilizarme contra la cama.

- Eres magnífica. ¿Lo sabías? - murmura sobre mis labios.

No, no lo sabía, y me da igual. Tengo ganas de él.

- Hablas demasiado - murmuró mirándolo fijamente con una sonrisa en los labios.

Abraham sonríe.

- Tienes razón, ven por aquí...

Su mano se cuela detrás de mi nuca para atraer mi cara hacia la suya. Nuestros labios se entrechocan con violencia.

Nos encontramos basándonos como locos, hambrientos el uno del otro.

Acaricio la piel de su torso, y mientras, él devora mi cuerpo con una mirada encendida.

Sus caricias son tiernas y salvajes al mismo tiempo. Sus manos me descubren un poco más y cada centímetro de mi cuerpo arde cuando me toca.

- Creo que me estoy volviendo loca... - muerdo mi labio inferior.

- Chssss... Deja que el señor y la señora Matthews se descubran más íntimamente - susurra en mi oído y muerde mi lóbulo.

- Te lo advierto, Mateo, si te atreves a tomarme...

No me deja terminar y de apodera nuevamente de mis labios para que me calle.

Me rindo y pongo la manos sobre sus anchos omóplatos antes de deslizarlas hasta el fondo de su espalda.

Su piel está ardiendo y constató al tocarle que ya no tiene ninguna ropa.

Abraham se incorpora al borde de la cama, sus manos pasan de mis tobillos a mis pantorrillas y van subiendo suavemente a lo largo de mis muslos.
Tiemblo cada vez que me toca, y sus ojos color avellana no paran de admirarme.

- No sabía que eras tan sensible... - murmura guiñandome el ojo.

- Yo tampoco, mirá tú por donde...

Dibujo una sonrisita, pero Abraham se echa de nuevo sobre mí para apoderarse de mis labios que no esperan otra cosa.

Le atrapó por la cintura con mis piernas. Impulsivamente, me coge de las caderas con furor y emite un gruñido sobre mi boca.

Entonces, le agarró por la nuca y profundizó nuestro intercambio, dejándome llevar por el fuego que se va consumiendo poco a poco en mi vientre.

Las caricias de Abraham se van haciendo más intensas a medida que la exaltación se va apoderando de nosotros, llevándome cad aveces más cerca de la implosión.

Nuestros corazones laten cada vez más rápido y nuestra reparación entremezclada denota el deseo que sentimos.

Cuando nuestros cuerpos van camino de no ser más que uno solo, los besos de Abraham se vuelven más intensos.

El perfume que emana de su piel me embriaga y pierdo el control.

Sus caricias me llenan totalmente de satisfacción y olvido todas mis dudas. Da igual lo que pase, no quiero vivir lamentandolo.

Sucumbo poco a poco ante Abraham y dejo que haga de mi señora Matthews por una noche.

Aunque aún me pregunto si todo esto forma parte del juego, en el fondo de mí se que esta relación seguirá después de esta noche...

Es el comienzo de algo, no el fin.

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