Sesenta y cuatro

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𝐌𝐚𝐫𝐚𝐭𝐨́𝐧 𝟔/𝟔

Le miro, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa. Ya sabia yo que este momento tenia que llegar tarde o temprano.

- Bésame - murmura y relame sus labios mirándome fijamente.

- ¿Qué? No... ¿Por qué tendría que ser yo quien te besara? - murmuro.

- Hay que turnarse, fierecilla - me guiña el ojo.

Está jugando, una y otra vez, le encanta sacarme de mi zona de confort.

Dudo un instante, hemos dejado de dar vueltas pero aún me tiene entre sus brazos, le miro fijamente a los ojos.

Lentamente, me pongo de puntillas para darle un besito en la punta de los labios.

Sus ojos brillan cuando me echo para atrás y a mí me invade un sentimiento incómodo.

- ¡Vaya piquito! - se agacha y siento su cálido aliento rozar mi cuello. - Creo que hace falta que te enseñe lo que es un beso apasionado - murmura.

Después de eso, me agarra más fuerte de la cintura y me observa un instante

Acerco lentamente la cara hacia él y pongo de nuevo mis labios en su boca.

Los labios de Abraham se estiran en una sonrisa picarona, y yo siento como sus brazos, me aprietan aún más.

Justo después, rompe la barrera de mis dientes con su lengua y me invade deliciosamente.

Agarro su nuca, totalmente loca, para juntarle más a mi.

Este beso me hace perder la cabeza hasta un punto inimaginable. En mi interior, tengo que hacer frente a un dilema mayúsculo.

Soy una mezcla de magma y de hielo. Mis pensamientos hacia Abraham son el fuego y mi razón es el hielo.

Si sigue besándome así, está claro que el hielo se va a derretir en un santiamén.

No sabría describir exactamente esa manera que tiene de probar mis labios. Lo único que sé es que es potente y me encanta.

Cierro los ojos para saborear aún más las sensaciones totalmente enloquecedoras que despierta en mí.

Y todo eso sin contar con las ideas absolutamente indecentes que me vienen a la mente ahora mismo.

Su brazo se hace más fuerte sobre mis caderas y yo me pego a él. Está claro que no puedo más, el modo volcán en erupción está activado.

Noto que Abraham se despega de mí de repente poniendo fin a este increíble beso.

No puedo evitar pegar un gruñido de frustración cuando sus labios se separan de mi boca.

- Eso es un beso - murmura en mi oído.

Le sonrío de manera un poco tonta, con los ojos todavía cerrados. Hemos alcanzado un punto de no retorno. Tengo que controlarme cueste lo que cueste.

- Ven, vamos a la habitación, creo que ya nos han visto lo suficiente.

Abro los ojos y siento después de haberme aclarado la garganta.

Levanto la vista hacia Abraham y espero, ingenuamente, que él esté igual de desconcertado que yo.

Abraham hace una parada en el bar y da unos golpecitos con los dedos sobre la barca.

- ¿Podrían hacer que nos llevaran una de sus mejores botellas de champán a la 10? La señorita y yo tenemos cosas que celebrar.

Miro para otro lado, no me gusta mucho a ver Abraham tan impetuoso. En este caso, preferiría que fuera algo más discreto.

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