Capítulo ciento sesenta y dos

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Tainan


—Que difícil es encontrar un avión privado por dios— Empezaba a frustrarme. —Supongo que tendré que irme en primera clase y comprar todos los boletos— Hablé para mí mismo.

Me puse a buscar aviones, luego de encontrar el perfecto, empecé con los trámites rápidos de mi visa, que no tardó ni una hora en ser aprobada, era la magia de contactar por redes sociales al ministro de inmigración de Taiwán.

Finalmente, compré todos los boletos de primera clase que quedaban del avión, descargué mi pase, y solo me quedaba empacar.

Caminé por toda mi casa, pero al darme cuenta de la cantidad insana de ropa que tenía, mayormente regalada de promociones, decidí simplemente llevar mi tarjeta y comprar ropa allá, al fin y al cabo, ya entraba en tallas asiáticas, Taiwán no iba a ser rara en ese sentido.

Tomé mis pastillas para dormir, despertandome al día siguiente como nuevo, le envié un par de mensajes al padre de Tzuyu, contacté a mi manager, que después de una reprimenda, me dejó ir y me llevo al aeropuerto, estando yo muy camuflado.

Me la pasé horas jugando con mi laptop esperando a que el vuelo por fin saliese, y luego de tres horas y media en el aire, llegué a la capital, Taipéi.

Una media hora más, ya pudiendo llamar desde mi celular, avisé de mi ubicación y tomé el próximo vuelo, siendo solo una hora.

Cuando pasaba por todas las ciudades grandes, me di cuenta de la locura que estaba a punto de cometer, pero ya estaba allí, muy tarde para retractarme.

Luego de un juego de unos diez minutos de localización por llamada, por fin di con su padre, quien me llevó hasta su casa, dónde me indicó la habitación de su hija, tal parecía que ahí quería que durmiese.

Por suerte, no estaba allí, pero fué incómodo esperar media hora para poder salir a comprar ropa.

Masterizar el chino me sirvió de algo, eso más Google Maps, eran mi salvación por todo Tainan.

Tomé un autobús, el cual después de preguntarle a un anciano, me dijo que pasaba por el centro, así que confíe en él.

Y por suerte si era verdad, no quería recordar mis travesías por mi ciudad de nacimiento cuándo apenas tomaba el transporte público.

Me metí a la primera tienda de ropa que vi, siendo una de marca italiana para variar.

Tomé alrededor de cuatro conjuntos, el problema es que yo era embajador de esa misma marca, por lo que supuse, todos sus trabajadores me conocían.

Y para comprar, me pidieron quitarme la gorra y el tapabocas.

Cuando lo hice, casi le doy un infarto a la dependienta. —No le digas a nadie que estuve aquí por favor— Pedí discretamente. — ¿Viniste por Tzuyu? — Preguntó, dando en el clavo, y sin otra razón por la que estás en ese país, tuve que negarlo firmemente.

Aunque era obvio, tenía que negarlo aún así.

Terminé de comprar, me empacaron eso, fuí a dos tiendas más, comprando lo que faltaba, aunque otros conjuntos de más.

Tomé un taxi de los que pasaban por allí, y después de mostrar la dirección que había guardado de la casa de Tzuyu, me llevó allí.

Un cuarto de hora después, ya estaba allí, quedaba un tanto lejos.

Empecé a sacar las bolsas y toqué el timbre, un minuto después me abrió su hermano mayor, a quien no había conocido antes. Lo saludé formalmente en chino, y me ayudó con las bolsas.

—Para ser el cantante más famoso del mundo te hace falta fuerza— Me analizó. —Peso solo seis kilos más que tú hermana y soy más alto que tú, no me pidas tanto— Reímos un poco con lo que había dicho, abrió la puerta, ya que tenía la llave y llevaba menos bolsas, por algo mi sufrimiento.

— ¡Ya llegó TN! — Gritó recién pasó. Miré con cuidado de no darle a nada con las bolsas, hasta que terminé de pasar y subir mi vista hacia la mesa, pude ver a una Tzuyu con ganas de matarme o quererse morir, nunca entendí bien sus expresiones.

— ¡Hola… cariño! — Dije en coreano para obviamente, la que si lo sabía.

— ¿Por qué estás tú aquí? — Preguntó muy enojada. —Tu papá me invitó, no podía decirle que no, que no les dijeras la verdad es otro asunto— Discutí.

Obviamente estábamos hablando en coreano por cuestiones de privacidad, aunque igual estábamos en su habitación.

Se sentó en su cama y suspiró. —No quiero que estés aquí, pero tenemos que actuar— Propuso, obviamente no me quería allí, pero eso se lo ganó ella.

— ¿Te he dicho que voy a empezar a actuar? — Di la noticia en la peor situación posible, y me estaba gustando.

180 Grados - Tzuyu & Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora