Capítulo ciento ochenta y cuatro

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Crimen






— ¡¿Qué hicieron qué?! — Exclamó EunWoo al decirle todo lo que había pasado. —Me siento mal… —Bajé mi cabeza en sinceridad de lo que estaba diciendo. —Me siento asqueroso— Lo miré pidiendo que me ayudase, aunque ya estaba hecho.

— ¿Puedes golpearme? — Pregunté sin saber que más hacer para dejar de sentirme culpable. —No voy a golpearte— Se negó rotundamente.

—Soy el tonto más grande de esta existencia… — Quería poder llorar, lo necesitaba, pero no saldría nada, eso ya lo había sacado la misma noche del suceso.

—No puedo siquiera hablarle… — Tomé mi celular, viendo como tenía cinco mensajes acumulados de ella.

—Desearía arrancarme todas las hormonas y cosas que me hagan pensar en cosas carnales de raíz, no lo necesito— Golpeé el celular con el sofá. — ¡Odio sentirme como un adolescente normal! — Grité, sintiendo odio hacia mí misma persona.

—Nunca fuiste un adolescente normal… — Dijo él, tratando de calmarme. —Nunca quise serlo— Le respondí, aún con cólera, pero enfocada a mi.

Pese a todo, nunca podría evocar mis casi inexistentes momentos de ira a alguien.

—Hace unos meses, cuando ella me gritó y dijo todas esas cosas… realmente desearía haberle sido infiel— Lo miré, aclarando. —Pero ahora está intentando ser mejor, y lo está logrando— Finalmente, salieron lágrimas de algún lugar.

—Tú sabes que no quería hacerle eso… — Lo abracé, tendiendome su comprensión. —Tú sabes cuántas veces me rechazaron antes… — Empecé a recordar mucho más.

Dos años antes;

—Lo siento… — Miró de arriba a abajo. —No me gustas— Con disgusto cerró la puerta.

Allí mi cuarto intento en el mes de salir con alguien, exactamente el mismo resultado.

Bajé del edificio, yéndome en mi bicicleta al restaurante donde tenía que tomar más órdenes.

La noche había caído ya, pero como era normal, solo hacía aumentar los pedidos.

Curiosamente, pese a la hora y el frío, había una orden en un parque cercano, más específicamente, del río Han.

Tomé las órdenes, yendo al lugar indicado, entregando la comida y recibiendo mi pago, sentándome un momento a ver la vista.

—Hola— Escuché a mi espalda. Instintivamente pensé que era una de las chicas a las cuales les di la orden, quizá devolverían algo, arruinandome el día.

— ¿Si? — Pregunté volteando, viendo a una chica pequeña de estatura, pero que al menos, se veía mayor que yo.

No era una de las órdenes, así que seguí hablando con ella.

Al final, entre líneas, me dejó a entender que solo quería pasar la noche conmigo, negandome al instante.

Ni era de ese tipo, ni tenía confianza a alguien que solo llegase a pedirlo así.

Mi madre me enseñó muy bien qué algo tan fácil nunca es bueno.

Quizá haberme mudado a un país con estándares tan altos y tan poca mezcla cultural había sido mi error.

No había cabida para mí con el sexo opuesto.

Siempre fuí el solitario de mis amigos temporales.

Siguiendo a raja tabla consejos de coreanos para conquistar coreanas, ni eso, siempre llegaba a las reuniones semanales a confrontarlos para decirles que nunca funciona la que me dicen.

Pero el obvio problema era yo. Ellos ponían en práctica esos consejos frente a mi y les funcionaba.

Aunque ellos enviaban mi imán de chicas queriendo una cosa, yo envidiaba la de ellos para lograr lo contrario que yo.

No quería ser un juguete, de ninguna manera y de nadie.

Actualidad;

Desperté con un serio dolor de cabeza.

Luego de mirar dos veces a mi alrededor, noté que seguía en casa de los padres de EunWoo.

Miré mis manos, notando el anillo que aún seguía allí.

Una semana después;

— ¿Sabes lo más mínimo de las chicas? — Pregunté a mi manager dirigiéndonos a Fantagio. —Solo me mostraron las fotos, justo las que te mostré, no sé nada más de ellas— Aclaró.

—Hay muchas nuevas… — Empecé a mirarlas otra vez. —Solo están tres de mis aprendices— Dije con tristeza.

—Ya conoces como es esa compañía… — Intentó aliviarme. —Tienes razón… — Apagué la pantalla. —Todas tenían el sueño de debutar, eran más de quince— Apoyé mi cabeza en el vidrio.

Ya empezaba a reconocer el camino, Seúl empezaba a ser más mi hogar que mi país de nacimiento, o al menos, ya me manejaba mejor allí.

Vi que me llegó una notificación, siendo de la app de mensajería.

La abrí, mandándome a la pantalla de chats, viendo los ahora veinte mensajes de Tzuyu sin leer.

Leí por encima la primera notificación, siendo del CEO de Fantagio, indicando algunas cosas y volví a dejar de utilizar el celular.

Como era algo usual, Suyeon estaría allí ayudando a las chicas y la producción, por lo menos, tendría a alguien que me ayudaría a manejar ocho chicas.

Tres sabía muy bien que me harían caso, no podría asegurar lo mismo de las nuevas, tampoco que no estén serías por tenerme allí.

Minutos después, llegamos, bajandome y yendo directo al estudio, encendiendo todo y preparándome.

Avisé de eso, llegando todas las chicas minutos después.

Abrí el proyecto que tenía pensado, una vez que me pidieron ayuda, solo escogí algo que tenía guardado, no le di muchas vueltas.

Suyeon llegó con las letras, luego las nuevas con su mánager, luego de los gritos de sorpresa, una reunión con mis viejas aprendices, y empezamos a hacer la canción debut.

Una hora fué lo que tardamos allí, estando algo desanimado y trabajando por inercia.

Al acabar, pedí que se fueran, quedándome con Suyeon, quien aportaría con la mezcla y ciertas cosas.

—Te extrañé mucho— Dijo Suyeon. — ¿Si? — Pregunté en respuesta sin quitar la vista del tablero o pantalla. —Si… — Respondió, poniendo una mano en mi antebrazo y luego abrazándome.

Solo miré su acercamiento y seguí con mi labor.

—Mirame un segundo… — Volteé a verla, viéndola muy de cerca a los ojos.

Vi como sus ojos bajaron a mi boca, besándome luego.

No había nada en mi.

Ni reacción.

Ni respuesta.

Ella empezó a acercarse más y más, prácticamente estando encima de mi en cuestión de minutos.

Yo sólo estaba allí como un cascarón inerte.

Cuando mi mente podía estar allí, ordenaba a mi cuerpo negarse, pero ella solo seguía y seguía.

Oficialmente era el juguete de todas.

Oficialmente odiaba mi vida.

180 Grados - Tzuyu & Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora