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Quizás se trataba del dolor de cabeza, el cual había incrementado levemente, o el tiempo que llevaba sin comer lo que lo llevaban a alucinar, pero estaba casi seguro de lo que estaba viendo. Sus ojos lo analizaron de arriba a abajo, procurando encontrar algo que le indicase que estaba alucinando, soñando quizás, pero nada parecía indicarle aquello. Contuvo la respiración por un instante y pestañeó un par de veces, sintiéndose mareado en cuanto lo vio sonreír. Sus ojos brillaban al igual que sus labios y, a pesar de querer ocultarlo, podía ver el pequeño temblor que invadía sus músculos, el cual lo hacía tambalear sobre sus pies. Estaba nervioso y lo sabía, pero sospechaba que no podía estar más nervioso de lo que él estaba. ¿Era real? ¿Realmente estaba allí, parado en la puerta de su departamento después de dos meses y medio? 

Los ojos de Guillermo se llenaron de lágrimas cuando lo vio relamerse los labios y, finalmente, lo escuchó hablar, confirmando que no se trataba de un sueño.

-No puedo creer que alguien tan hermoso sea mi novio- dijo Samuel con una sonrisa inmensa en el rostro, la cual hizo a Guillermo llorar finalmente.

Sus labios no tardaron en encontrarse, fundiéndose en un beso que a ambos le supo a gloria, la mejor de las glorias.

-Estás aquí- dijo Guillermo con un hilo de voz y no queriendo separar su boca de la contraria, sintiendo que sus pies flaqueaban y amagaban con estamparlo contra el suelo.

-Aquí, contigo- aseguró Samuel mientras lo sostenía por la cintura, procurando mantener la firmeza que a ambos les hacía falta -Y no pienso volver a irme.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora