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Cuando el reloj marcó las tres de la mañana, y una vez se aseguró de que Guillermo estuviese completamente dormido, Samuel juntó coraje y salió de la camilla para dirigirse al baño, sintiendo como el suelo bajo sus pies temblaba mientras avanzaba no solo por la poca energía que tenía sino también por la angustia que se alojaba en su pecho. Sabía que quizás era precipitado, que debía esperar un par de días más antes de hacerlo, pero no podía, realmente no podía.

Había pasado todo el día con sus padres y les había dicho que los quería, lo mismo había pasado con Guillermo... no lograría hacerlo un día más por más que una parte de él realmente quería hacerlo.

Cerró la puerta con cuidado, evitando así hacer cualquier tipo de ruido, y encendió la luz de la misma manera, topándose con la monótona habitación en cuestión de segundos. Giró la cabeza y observó su reflejo en el espejo, encontrándose con su rostro triste, blanco y ojeroso.

-Te ves patético- escuchó con claridad; asintió frente a su reflejo -Acaba con esto, anda- la sonrisa de sus padres volvió a su mente, aquellas sonrisas que había logrado ver durante el día -Les harás un favor, créeme. Acaba con esto, anda- observó la puerta cerrada y pensó en Guillermo, quien dormía del otro lado -Será feliz con alguien que no esté tan enfermo, créeme. Acaba con esto, anda.

Cerró los ojos, soltó un suspiro entrecortado y derramó un par de lágrimas antes de apretar los puños con fuerza. Observó su reflejo por última vez y, furioso por tener que pasar por esto de nuevo, golpeó el espejo con todas sus fuerzas, haciéndolo añicos al instante y, en consecuencia, despertando a Guillermo de un sobresalto.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora