< 144 >

276 35 0
                                    

Samuel no había podido separarse de Guillermo ni por un instante.

Guillermo no había podido soltar la mano de su chico ni por un instante.

No podían. Simplemente no podían.

El internado sentía que las sombras y las voces en su cabeza lo destruirían si se alejaba de su protector. Estaba convencido de que aprovecharían la oportunidad para meterse en su mente y obligarlo a lastimarse. Lo sabía, estaba seguro de ello. No quería escucharlos ni mucho menos verlos, no quería que controlasen su respiración y sus latidos, que lo impulsasen no sólo a herirse sino también a herir a Guillermo.

Debía aprender a valorarlo.

El de ojos rasgados, por su parte, no había siquiera pensando en irse por más que creyó que debía hacerlo en varias oportunidades. Samuel estaba roto, literalmente, por lo que la idea jamás se plantó en su mente. Lo necesitaba y lo sabía, lo veía en su mirada cargada de tristeza, en sus ojeras oscuras, en el agarre débil pero presente de sus manos. No, no podía irse. No iba a hacelo.

-¿Puede quedarse?- preguntó el internado cuando vio al psiquiatra entrar a la habitación esa noche.

Lo había hecho con todos los profesionales que lo habían visto después de su reencuentro. No saludaba, no se disculpaba... Solo pedía por Guillermo.

El profesional asintió, como lo habían hecho todos.

Sus manos estuvieron aferradas todo lo que tardaron en medicarlo, como así también cuando la puerta se cerró con llave.

-No voy a irme, Samu- susurró el menor al sentir como el cuerpo del contrario temblaba.

Lo había hecho todo el tiempo, temblaba de miedo, miedo de no entender, de no aprender. Miedo de no poder afrontar la noche.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora