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Todas las noches, antes de caer en los brazos de Morfeo, Guillermo tachaba el día en su calendario, aproximándose lentamente al fin de semana.

No sabía que lo necesitaba con tanta intensidad, pero esperaba con ansias llegar a la noche para poder dibujar su calendario con una cruz. Cada que una cuz roja aparecía sobre el papel blanco, cada que un día pasaba y comenzaba otro, estaba más cerca de poder reencontrarse con Samuel aunque sea por un par de minutos, y la idea lo estimulaba lo suficiente como para afrontar un nuevo día con la mejor de sus voluntades.

Tan solo debía esperar al Sábado, tan solo debía ser fuerte hasta ese día para volver a verlo.

Todos los días se tomaba el tiempo de pensar en que le diría con el poco tiempo que sabía tendrían, teniendo que organizar sus pensamientos una y otra vez cada que lo pensaba. Tenía miles de cosas que decirle, miles de cosas que comentarle, miles de besos que darle. Quería escucharlo hablar horas seguidas, escuchar su risa, ver sus ojitos brillantes, tenerlo cerca.

Había muchas cosas que necesitaba de Samuel y poco tiempo para conseguirlo.

Y así surgió la idea de escribirle. Quizás no era lo más original, pero al menos podría plasmar todas las ideas que tenía por mas cambiantes que fuesen. Si escribía cada cosa que quería decirle no tendría que gastar tiempo en organizarlas cuando lo viese; podría besarlo el tiempo que estuviesen juntos y dejar las palabras para más tarde, dejar escrito lo que no tendría tiempo para decir, mantener a Samuel al tanto de lo mucho que lo amaba a pesar de que no podría decírselo.

Cada que encontraba un hueco en su día, Guillermo escribía, liberando así sus sentimientos sin el temor de no tener la capacidad de hacerlo.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora