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Ambos adultos suspiraron con fuerza al posicionarse frente a la puerta número siete, por lo que les tomó un par de segundos más poder enterar. Las palabras de la enfermera se repetían en su mente una y otra vez, causando que la posible imagen de su hijo se hiciese muchísimo más fuerte con el correr de los minutos. Tenían una vaga idea de lo que podían llegar a encontrar del otro lado, pero estaba presente la idea de que la imagen podría ser peor.

José tomó la mano de su esposa con fuerza y, luego de algunos segundos, habló:

-Estará bien, no importa como lo veas ahora- la contraria apretó la mano que la sostenía y lloriqueó en silencio –Saldrá de esta como salió la primera vez, podrá hacerlo- se acercó a ella y besó su frente con fuerza, trasmitiéndole así la valentía que le faltaba –Veamos a nuestro hijo.

Con su mano restante, el mayor empujó la puerta con tranquilidad y dio un paso al frente teniendo que tironear de la mano de su esposa para que lo acompañase. Por dentro, la luz estaba más tenue que por fuera, pero aún así se podía ver a la perfección cada rincón de la habitación, como así también las expresiones dormidas de Samuel en la camilla.

-¿Hijo?- preguntó la mujer con un hilo de voz, sintiéndose descompuesta por la imagen que estaba viendo y llamando la atención del doctor que los esperaba, el cual los miro con lástima.

José, por su parte, no pudo evitar sentirse igual que su esposa, sobre todo por la cantidad de sonidos que ahora inundaban sus oídos. Se sentía agobiado y asustado, aterrado por la imagen de su único hijo.

No, no habían llegado siquiera a imaginarse un cuarto de lo que realmente era.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora