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Esa misma noche, y luego de un día cargado de revisiones, consultas, pastillas y ropa pasando de bolso en bolso, Samuel dio los primero pasos fuera de la habitación que lo había resguardado todos esos días. Sintió un leve mareo cuando, tras algunos pasos, la puerta se cerró a sus espaldas y él quedó del lado de afuera; resultaba extraño saber que no volvería a estar encerrado bajo llave en aquel lugar, que podría caminar por el hospital a pesar de que el reloj marcaba más de las ocho de la noche. Pestañeó varias veces y tragó en seco un par más, intentado disipar esa ansiedad que le generaba el estar fuera tan tarde.

-Tranquilo- escuchó a Guillermo decir a su lado, lo cual lo distrajo momentaneamente de su mar de pensamientos. Sus manos estaban aferradas con tal fuerza que creía que estaba a punto de lastimar a su chico -Todo está bien- aseguró, regalándole una sonrisa tranquila.

Asintió, no muy convencido.

Al final del pasillo, y por fuera de la zona de psiquiatría, sus padres hablaban con quien dejaba de ser su psicólogo, denotando que la pareja, a pesar de mostrarse alegres por su alta, estaban igual de preocupados que siempre.

¿Acaso era una buena idea?

-¿Samuel?- preguntó el menor mientras tironeaba de su mano. Había avanzado en dirección a la salida, pero no había podido acompañarlo; sus pies parecían estar clavados al suelo -¿Nos vamos?

Asintió, asustado.

Debía hacerle frente a la situación y no asustar a quienes lo querían. Debía aprender a vivir, ahora fuera de aquel hospital.

Tenía que intentarlo, al menos una última vez.

Deathbeds [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora