Capítulo 28.

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Emma suspiró y colocó sus manos en la cara conteniendo todas sus lágrimas, pero no pudo, no pudo mantener el control de ellas, y simplemente se deshizo en aquél búnker y seguramente con miles de demonios a su alrededor.

Ben besó su cabeza y la abrazaba con fuerza, sintiendo como las lágrimas rodaban por su rostro, le dolía tanto ver a su hermana tan rota, y no poder evitar su dolor.

—Me duele tanto.— Susurró.

Ben se agachó y la miró, aquellos ojos azules de Emma estaban tan vacíos y sin brillo, y el sintió como su corazón se rompía ante eso.

—Estaré contigo siempre.— Murmuró.— Siempre, pequeña.

Emma lo abrazaba tanto que mientras más lo apretaba, más lloraba, no podía estar un minuto más en aquél lugar, necesitaba irse, y Ben la sacó de ahí. En el camino hacía la clínica, venían en silencio, ella miraba por la ventana, sintiendo como poco a poco se quedaba dormida.

—Emma.— La voz de Ben se escuchaba lejana ante los oídos de ella, sus párpados estaban pesados, y cuando logró mantenerse despierta completamente, se acomodó en el asiento.—Llegamos.

Emma miró hacía la clínica y se bajó de enseguida, una enfermera al verla llena de sangre le ofreció ayuda, pero ella dijo estar bien.

—Buenos días, ¿La habitación de Cassandra Hamilton?— Preguntó Emma rápidamente.

—Segundo piso, habitación 115.— Dijo la recepcionista.

Emma no tenía tiempo de esperar el ascensor y simplemente corrió por las escaleras, no sabía si Ben venía detrás de ella, pero necesitaba llegar con urgencia hasta la castaña. Adam estaba afuera de la habitación con un café en sus manos, el al ver a Emma, puso toda su atención en ella.

—Hablamos al rato, tío.— Dijo Emma cortando rápidamente cualquier palabra que iba a pronunciar, y entró a la habitación.

Cassandra aún seguía con sus ojos cerrados, habían limpiado toda la sangre de su rostro y sus manos, tenía una bata azul y los muslos de sus piernas tenían vendajes. Sus mejillas estaban rojas y rotas, al igual que sus labios, y su ceja derecha tenía dos puntos de sutura.

Emma se acercó a ella con cuidado y tomó su mano con gentileza, y su corazón comenzó a latir con fuerza. Ella estaba tan cansada de aquella madrugada tan infernal, pero no podía irse sin ver qué Cassandra estuviera bien.

—Báñate.— Susurró Cassandra con su voz más ronca de lo inusual pero aún con sus ojos cerrados, y una pequeña sonrisa burlona apareció en su rostro.

—¿Es lo primero qué me dirás?— Murmuró Emma con una sonrisa divertida.

Cassandra abrió sus ojos lentamente y soltó un pequeño quejido de dolor, pero esos ojos verdes estaban tan apagados como los azules de Emma.

—Amo tú cuerpo.— Susurró Cassandra viéndola a los ojos fijamente.

¿Cómo era posible para Cassandra Hamilton olvidar por un momento todo lo malo?

—Y yo el tuyo.— Susurró.— Te amo.

Cassandra sonrió y luego volvió a cerrar sus ojos y acarició la mano de Emma con delicadeza, sus nudillos estaban rotos y tenían cortadas, se veía tan débil e indefensa en esa camilla.

—¿Cómo puedes amarme sin conocerme completamente?— Preguntó en un susurró.

—No necesito conocerte de fondo para amarte.— Murmuró Emma y acarició su mejilla.— Es complicado, cuando tenga las palabras correctas te lo explico, sin embargo, puedo hacértelo sentir con mis besos.

En tú mirada (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora