El sonido de una máquina lejana a sus oídos hizo despertarla, su vista estaba borrosa y la luz le estorbaba, trató de adaptarse poco a poco, y evaluó la habitación en la que se encontraba, una máquina a su lado daba un pitido y se detenía un momento y luego volvía a hacer lo mismo, estaba en un hospital.
Una enfermera estaba a su lado y simplemente se quedó viéndola y cerró sus ojos, se sentía tan cansada.
—¿Otra vez no?— Preguntó Cassandra sin abrir sus ojos.
—No debiste esforzarte tanto, señorita Hamilton.— Dijo la enfermera y luego le entregó un vaso con agua y dos pastillas.— Estarás bien.
—¿Quién me trajo?— Preguntó la ojiverde y abrió sus ojos para ver a la enfermera que seguía ordenando unas pastillas a su lado.
—Tú hermano Hunter, que por cierto, está al lado en una habitación, le estaban atendiendo sus heridas.— Dijo la enfermera.
Cassandra cerró sus ojos nuevamente y luego le pidió a la enfermera que llamara a su doctor, y así lo hizo. Pasaron unos 5 minutos y un hombre como unos 4 años mayor que ella entró a la habitación.
—Hamilton, ¿Cómo te sientes?— Preguntó el doctor y se detuvo al frente de ella viéndola.
—Cansada.— Murmuró.— ¿Dijiste algo?
—No, pero deberías decirle a alguien cercano sobre tú condición, ya hemos hablado de esto, Cassandra.—Dijo el doctor y poco a poco se acercó a ella y tocó su pecho sintiendo los latidos de su corazón.— Cálmate, toma agua y respira, no olvides las pastillas, el exceso de trabajo te lleva a esto también.
—Gracias, Harry.— Susurró.
Su voz estaba tan débil, sentía que había corrido por miles y miles de kilómetros, se sentía tan cansada.
—Descansa, y por cierto, tienes un buen gancho en tus puños.— Dijo el doctor con una sonrisa y la ojiverde sonrió, segundos después se quedó sola.
Cerró sus ojos nuevamente y calmó su respiración, estuvo unos 20 minutos sola, calmándose y pensando en un jugo de manzana.
La puerta de la habitación se abrió y Emma estaba ahí, cerró la puerta detrás de ella, y se quedó parada viendo a la ojiverde con sus ojos cerrados y sus labios moviéndose diciendo cualquier número.
—No me veas así.— Dijo Cassandra aún con sus ojos cerrados sintiendo la presencia de la rubia en la habitación.
—¿Cómo quieres qué te vea?— Preguntó.
—No puedo responder a eso.— Susurró.
Cassandra abrió sus ojos y la vió, estaba tan perfecta como siempre, su cabello rubio largo estaba totalmente liso, tenía unos jeans azul claro y un suéter cuello alto negro, y unos tacones casuales negro.
Emma se acercó a ella y se sentó en la camilla quedando a su lado, tomó su mano, y la sintió tan fría como la nieve, sus ojos estaban azules, y sus labios estaban rojos pero un poco rotos.
—Hunter me contó lo qué pasó.— Dijo suavemente la rubia y siguió acariciando su mano.— ¿Por qué explotaste de esa manera?
Cassandra suspiró y volvió a cerrar sus ojos, acordarse de aquello la alteraba.
—Hay cosas que no puedo decirlas.— Susurró.— Pero tú novio no es tan santo como lo ves.
—Sé qué no.— Dijo Emma.— Sin embargo, tiene sus razones.
—Tú lo has dicho, tiene sus razones, y yo tengo las mías.— Dijo Cassandra y abrió sus ojos para ver a Emma detenidamente.— No quiero hablar de eso, ahora.
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En tú mirada (#2)
RomansaSus ojos podrían ser los más hermosos que haya en el mundo, pero su mirada podría matar a quién quiera a su paso, envenenar tú alma y arder en el infierno con ella, pero también podría sanarte del mal en el que estás, aunque desgraciadamente ella se...