III

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Francia

—Por favor, Francia. Será sólo hasta el sábado en la tarde

—Pero hoy es domingo

—No hay nadie más a quién decirle

—Tus padres...

—Sabes que no cuento con ellos para eso

—Mario, trabajo incluso sábados hasta mediodía, tampoco tengo experiencia con niños

Él se pasó una mano por el cabello.

—Conoces a Cris desde que nació, no hay nada que no hayas hecho ya, tal vez no convivas con ella día y noche pero sólo cuento contigo. Necesito ir a ese congreso, créeme que si pudiera la llevaría conmigo, no le confiaría mi hija a nadie más

Me miró esperanzado y afligido. Aparté la mirada, no podía decirle que no.

—Hago lo que quieras, consigo el número de teléfono de la enfermera que te gusta

—¡No me gusta! Trae las cosas de Cris, juguetes y todo

—Está bien, ya avisé en su escuela que no irá una semana

Llevé a Cris al aeropuerto para dejar a su papá. Iba a ser una larga semana.

—¿Cuándo vuelve mi papi?

—El sábado

—¿Y quién me va a hacer mi comidita?

—Yo

—¿Sabes cocinar?

¡Qué niña más graciosa! Y sólo tenía 5 años.

Mario se había convertido en papá a los veintidós años, estaba estudiando, razón para que mis tíos se molestaran. Tuvo que trabajar para encargarse de las cosas de su hija y de la madre de ella, antes  de ello sólo estudiaba, no tenía que preocuparse de nada, el problema fue cuando Vanessa Palma dejó a mi primo y se fue al extranjero, sola, a sólo meses de que Cris había nacido. Nadie sabía nada de ella desde hacía cuatro años.

—¡Claro que sí!

—¿Qué comeremos hoy?

—Podríamos comer pizza, si quieres

Ella celebró con entusiasmo. Normalmente la cuidaba Carolina y su mamá.
Caro era quién se encargaba de Silver. Rosalba, su madre, nos había ayudado a cuidar a Cris desde que tenía un año. Me había mudado junto a Mario justamente la casa que estaba al lado de la de ella (antes de que Mario se convirtiera en padre), nos conocimos y al final fue la niñera de Cris. Pero ahora no estaba en casa, había ido de paseo donde vivía su hijo mayor y no podíamos encargarle la niña a Caro y además a Silver, sobre todo porque ya habían iniciado sus clases.
Compramos pizza y jugo de manzana, Mario no le daba bebidas carbonatadas.

—Vamos a cenar con Caro ¿de acuerdo?

—Sí ¿Cuándo vuelve la tía Rosi?

—No sé, princesa

Estacioné el carro afuera de la casa de Caro y llamé a su puerta, al abrir ella miró de Cris a mí.

—¿Ordenaste pizza?

Bromeé. Nos dejó pasar, Silver vino a nosotros, no nos dejaban ni caminar.

—¿Y éste milagro? No hacemos noche de pizza desde hace unos meses

—Pensé que sería bueno para ti un poco de compañía y para Cris ver a alguien conocido

—¿Mario te la dejó? Me hubiera dicho

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