XLIV

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Carolina

Su aura hacía notoria la forma en la que se sentía. Cualquiera podría notarlo ¿O no? Las acciones de Margot me hacían dudarlo. Entendía que para ella también debía ser difícil, pero no era justificación para mentir como lo había hecho, lo que me recordaba a algo más.
Francia estaba acostada en el sofá, con su brazo tapaba sus ojos, la mano izquierda la tenía sobre el abdomen.

—Francia...

Me senté en el pequeño espacio que quedaba cerca de su torso.

—¿Qué?

Preguntó fastidiada, como si el sólo hecho de hablar le molestara.

—Quiero saber qué te dijo mi madre esa noche

La observé detenidamente, pareció que había dejado de respirar un momento, después suspiró audible. Intentó sentarse, entonces me miró, por un segundo, apartó la mirada y dijo:

—Dame espacio, para que nos sentemos bien

En silencio lo hice. Nos sentamos al lado de la otra, yo sólo observaba cómo ella trataba de encontrar las palabras para iniciar una conversación que yo sabía desde ya que no sería sencilla.

—¿Recuerdas cómo fue esa tarde?

—Sí

—¿Lo recuerdas todo?

—Sí

—¿Recuerdas qué edad teníamos entonces?

—Tú tenías veintiuno y yo tenía dieciséis

Ella suspiró de nuevo, frotando sus manos entre sí.

—Cuando llegué a la puerta de tu casa, en la tarde, después de la escuela; estaba muy emocionada, habían cosas importantes que quería que supieras. Pasamos toda la tarde hablando y escuchando música, nos besamos y las cosas iban a algo más cuando tu mamá llegó. Recuerdo su mirada, en ese momento supe que todo estaba mal. Comimos juntas y fue muy incómodo, después... Ni siquiera pude despedirme de ti como me hubiera gustado. Salí de tu casa y ella me llamó. Me dijo que me alejara de ti, que no arruinara tu vida, que dejara que experimentaras las cosas a tu ritmo...

Guardó silencio unos segundos, no me miraba, pero podía ver en sus ojos la dureza con la que esos recuerdos le golpeaban.

—Que fuera una adulta responsable. Tú aún eras una niña, yo no, yo era mayor y por ende debía alejarme, y tenía razón. No debí... No importaba las formas, lo que hacía estaba mal

—¿Y qué hacías? De todas formas no era serio, sólo eran besos, nada más

Hablé movida por sentimientos del pasado, esos que habían dolido. Pude ver cómo los ojos de Francia se cristalizaban y cómo el silencio volvía, cómo parecía luchar con mil cosas dentro de su cabeza.

—Nunca me había gustado nadie, antes de conocerte me había llamado la atención algunas chicas, pero jamás fui una persona sociable por muchas razones. Creo que el vivir al lado y el haberte ayudado con una tarea fue lo que me acercó a ti, me permití hablarte, conocerte y... Los sentimientos por ti sólo nacieron, no sé en qué momento y te juro que traté de evitarlo, pero ya no pude. Me enamoré de ti, completamente, esa tarde tenía la intención de pedirte que fueras mi novia, pero no sé si era muy tímida o demasiado cobarde como para no hacerlo en cuanto te ví con esa playera celeste, siempre te a quedado bien éste color ...

Me miró un instante y una endeble sonrisa se formó en sus labios, una que era más bien una mueca. Inevitablemente se me formó un nudo en la garganta, con lo que escuchaba y con lo que recordaba. La forma en la que Francia me había tratado en esa época era el sueño de muchas de mis compañeras. Me hizo sentir tan especial, tan querida y me había respetado siempre.

—... pasé muchos días pensando cómo decirte que no podíamos seguir con nada que nos involucrara sentimentalmente, y más que nada, pasé muchos días tratando de asimilar lo que sentía. Decirle no a lo que sentía por ti me hizo daño. Conocer a alguien más con quien me sintiera cómoda fue difícil, no sentía nada por nadie, hasta que conocí a la que fue mi primera novia y ...

—Espera...

Eso me llamó totalmente la atención.

—¿Tú nunca...? ¿No habías tenido una relación antes? ¿Con nadie?

—Con nadie

—¿Yo...?

—Sí, hubieras sido mi primera novia

—Tú también hubieras sido la primera

Francia miró al piso haciendo un gruñido suave. La curiosidad me llenó, aunque tenía miedo de las respuestas por muy tontas que fueran, porque me harían pensar más de lo debido.

—¿Antes de mí... habías besado?

Francia no me miró, sólo negó con la cabeza, giró su rostro al lado contrario donde yo estaba, no quería verme. Yo no sabía qué hacer con esa información, era mucho.
Mi madre estuvo equivocada al creer que ya había experimentado muchas cosas, cuando todo era muy diferente.

—Me arrepiento de no haber esperado a que fueras mayor

Su voz sonaba suave, como si tratara de controlar el nudo de su garganta.

—¿Qué quieres decir?

Tenía una idea de lo que quería decir. Sólo así hubiéramos podido estar juntas.

—Que te quise más que a nadie, que si no hubiera sido tan asustadiza no me habría importado lo que tu mamá dijera, habría esperado por ti, te habría visto a escondidas, lo que sea... Creo que no era la persona indicada para ti

—No digas eso

Tomé su mano de inmediato.

—Todos tenían razón cuando te decían que me brillaban los ojos al verte, porque también estaba enamorada

—Sí y yo fui la única idiota que no pudo verlo... Desearía...

Se interrumpió a sí misma y ya no continuó.

—¿Porqué lo callaste tanto tiempo? Debiste decirme

—¿Para qué? Tú estuviste en otras relaciones, yo también. Ya te había dejado ir

—No importaba, yo...

Yo le hubiera dicho que sí en cualquier momento.

—Incluso fui muy estúpida de no haberte elegido cuando volvimos con los besos. Estuve tan cómoda contigo en ese momento y no hay nadie que pueda igualar la calma que siento al estar cerca de ti. Ahora con Margot, sé que las cosas están demasiado mal, pero la amo y no sé qué haría sin ella

—¿Piensas seguir con ellas aún cuando...? Ya sabes

—Resulta difícil, pero sí. Tengo miedo y quisiera olvidar todo, pero no puedo, la quiero

Talvez incluso más que a mí, tanto como para quedarse sabiendo que tenía todo y a todos en contra. Y me daba envidia sabiendo que era muy diferente, las dos eran adultas, no unas niñas.

—¿Me amaste alguna vez?

Aún si dolía, quería saberlo, talvez podría estar tranquila si lo sabía. Francia me miró de inmediato, sus ojos estaban húmedos. Apretó mi mano y sin apartar la mirada respondió:

—Sí, totalmente. Un sentimiento difícil de olvidar

Asentí suavemente. Me puse de pie sin soltarla, ella me miraba preocupada, como si temiera que lo que había dicho me molestara a mí. Con la mano libre toqué su rostro y me incliné a dejarle un suave beso en sus labios, junté nuestras frentes y cerré los ojos, al abrirlos pude ver que ella también los había cerrado.

—Yo también te amé, Francia, como no tienes idea. Gracias por contarme todo esto

Me alejé un poco, mirándola, entonces solté su mano.

—Nos vemos

Dije suave. Ella sonrió a medias como respuesta. Caminé a la puerta, con mil imágenes y palabras cruzando mi mente, el nudo en la garganta era grande y las lágrimas ya no podía retenerlas. Al salir me quedé de pie mirando al cielo, suspirando y dejando que el agua salina recorriera mis mejillas, preguntándome porqué las cosas tuvieron que ser así.
Saberlo era sentir roto el corazón, de nuevo.

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