XXXVIII

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Margot

Estaba cenando con Rafael, nuestro padre no estaba, así que el ambiente era tranquilo.
No hablabamos mucho, al parecer cada uno tenía cosas en qué pensar... o talvez sólo él.
De pronto me miró, como si me analizara.

-Oye... Quería contarte algo

Su tono de voz era tan sospechoso, como si hubiera hecho algo malo o algo que fuera a disgustarme a mí.

-Dime

Miró su comida, jugando con el tenedor.

-Hace unos días ví a Al

-¿Al?

No tenía la menor idea de a quién se refería.

-Alberta, la hija del tío Santiago Alberto

Lo miré fijamente, sorprendida.

-¿En serio?

-Sí

-¿Cómo está?

-Muy bien, ni siquiera la pude reconocer, se ve tan diferente a  cuando estaba pequeña

-¿Dónde la viste?

-Me reuní con Mario, un amigo de ellos y ella

-¿Porqué no me dijiste? Me gustaría disculparme con ella por las cosas que pasaron

-Ella dice que no fue nuestra culpa

-Te lo habrá dicho a ti, pero dudo que piense de esa forma sobre mí, yo sí tuve mucha culpa y me da verguenza pensar en cómo era con ella. Ella era demasiado tímida, siempre se notaba incómoda cuando jugaba con nosotros y tenía razon, seguro estaba preocupada de que en cualquier momento yo le fuera a hacer algo... ¡diablos!

-Bueno... sobre eso quería hablar. Nos reuniremos el fin de semana, no sé si quieras ir, podrían hablar y arreglar esas cosas. Ahora que somos mayores podemos tomar nuestras decisiones y nadie nos impide ser cercanos

El tenía razón, pero debía de pensar bien si era adecuado presentarme con ella como si nada.
Casi toda la semana lo tuve en mi mente, al igual que las cosas que habían pasado años atrás, habían pasado diecisiete años, ahora éramos diferentes, habíamos madurado... ¿Se podía perdonar algo como lo de la última vez?

El sábado me quedé con Francia.
Estabamos cenando cuando le pregunté:

-Si alguien te hubiera hecho daño hace muchísimos años y te pidiera perdón ahora... ¿aceptarías sus disculpas?

Francia no me miró.

-Depende de su sinceridad. Hay personas que sólo se disculpan porque sí, no porque de verdad lo sientan

No sabía porqué, pero sonaba molesta.

-¿Estás bien?

-Sí. Lo siento, he estado pensando en muchas cosas

-¿Cómo cuáles?

-Cosas que ya pasaron. Había olvidado esas cosas, supongo que dolieron tanto que terminé bloqueando esos recuerdos

Me daba curiosidad preguntarle qué cosas eran esas, pero por cómo se veía mejor ni lo intentaba.

-¿Qué quieres hacer ésta noche?

-Ver una película y dejarla a medias

Nos reímos. Silver comenzó a ladrar y segundos después tocaron el timbre. Francia se asomó por la ventana, su gesto cambió notoriamente, su desagrado era evidente.

-Ve a la habitación y ponte cómoda, puede ser que tarde un rato

-¿Todo bien?

-Sí, no te preocupes

Fui a la habitación preguntándome qué era lo que pasaba, Silver ni siquiera me había seguido, seguía ladrando cerca de la puerta que se había cerrado con un poco de fuerza.

Había estado muchas veces en la habitación de Francia, pero nunca había podido detallar con tranquilidad.
Tenía la cama en una esquina y frente a la ventana tenía un escritorio, con una bonita lámpara. Un portalápices lleno, varios libros, páginas en blanco.
Tenía un pequeño estante con libros, todos referentes a su carrera.
El armario con la ropa que tenía su aroma, algunas cosas abajo, una caja vieja de unos zapatos, estaba completamente llena de polvo, me dió mucha curiosidad y la abrí.

Había una playera negra, doblada. También había un libro, lo tomé y una fotografía cayó sobre la playera.
Era una foto de ella y Carolina, muchos años antes, Francia se veía feliz y a
Caro le brillaban los ojos, se veían como una pareja, con esa forma de tomarse las manos y de sonreír, al reverso decía:

Tú y yo
Te quiero
Y quiero mil fotos más

—No toques eso

Francia estaba en la puerta, se veía muy seria y su voz sonaba a desagrado.
Guardé las cosas en su lugar, me puse de pie, mirándola, ella no me miraba, tenía el entrecejo fruncido, se veía pensativa.

—Creí que no tenías fotografías

—Las quemé todas hace muchos años

—¿Esa es la única que sobrevivió?

El gesto de Francia se suavizó.

—No me atreví a quemarla, aún cuando deseé hacerlo

—¿Porqué no lo hiciste?

Ví cómo se había formado un puchero en los labios de ella, era una larga historia al parecer.

—No lo sé

Dijo suavemente. Miró a otro sitio, se aclaró la garganta y después, como si esa conversación no hubiera sucedido, dijo:

—Vamos a ver una película

—¿Segura?

—Bueno, en realidad quiero dormir ya

Moría de ganas por saber qué era lo que había pasado, el porqué esa fotografía parecía estar escondida, el porqué había quemado todas sus fotografías, pero seguramente esa historia no la sabría ese día.
Nos acostamos en la cama, dejé que fuera ella la que se abrazara a mí y sorpresivamente ella se durmió rápido.

Me quedé pensando en lo mal que había visto a Francia, aún cuando ella había hecho lo posible por no verse así. Había cierto dolor en su mirada, recuerdos del pasado habían llegado a mi mente, había visto esa mirada antes y me daba asco pensar que yo lo había causado.
Había roto a una persona y seguramente esa persona me tenía mucho rencor ahora ¿Habría querido olvidarlo? La culpa era grande, cada vez más grande.
Tomé el teléfono para escribirle a mi hermano y decirle que sí iría, era muy importante que me disculpara con Alberta.

Al parecer iban a reunirse a las nueve de la mañana, tendría que irme temprano para arreglarme, dudaba que eso le molestara a Francia, era muy flexible y comprensiva.

Sólo esperaba que todo saliera bien, que Alberta me perdonara o que al menos no me odiara.

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