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Margot

Creo que todos estábamos nerviosos en ese momento. Antonio tenía el sobre blanco en las manos, parecía no atreverse a abrirlo.

—No empiecen sin mí

Rafael acababa de cerrar la puerta principal y corría de una forma graciosa hasta donde estábamos.

Mi madre también parecía nerviosa, Raquel no mostraba ningún tipo de emoción, talvez porque se esperaba cualquier cosa. Mario estaba a mí lado y Rafael se sentó al otro costado.
Todos mirabamos a Antonio, expectantes.
Abrió el sobre, pero al mismo tiempo lo cerró y me lo entregó.

—Creo que es tu verdad. Tú pediste la prueba, debes leer el resultado

Sin tanto preámbulo abrí el sobre, desdoblé la hoja y leí en voz alta.

—Noventa y nueve punto nueve por ciento de probabilidad

El silencio fue incómodo, Rafael y Mario me abrazaron, lo único cierto y nada incómodo era que ellos dos eran mis hermanos.

—Supongo que deberías usar el apellido de éste...

Raquel detuvo a Eduardo, evitando que iniciara una nueva pelea. Fueron las palabras de Antonio lo que nos sorprendió a todos.

—No voy a mentirte, me siento muy feliz de que seas mi hija biológica. Sin embargo, no merezco que tengas mi apellido, no vale la pena que lo cambies. Eduardo estuvo desde tu nacimiento, en tus logros, en tus risas... él ha sido tu padre toda tu vida, tienen un lazo especial y no pretendo robarlo o romperlo. Quiero ganarme un lugar en tu vida, con esto que ahora sabemos, pero quiero ganarlo con mis méritos, no por el simple hecho de ser tu papá de sangre. No me molesta seguir siendo Antonio para ti. Pero dame la oportunidad de conocerte, la oportunidad de tener nuestros propios recuerdos

—Pero no es mi hija

Dijo Eduardo con tono dolido.

—Claro que sí. Todo lo que es y lo que ha logrado es gracias a ustedes. Los hijos no son sólo por sangre, son también en el corazón

¡Qué profundo! Ojalá aquella reunión hubiera terminado ahí, pero no. Seguimos hablando y discutiendo todo.

—¿Qué pasa?

Le pregunté a Mario cuando vi que hacía un extraño gesto después de ver el teléfono, él me miró decidiendose a hablar.

—Rosalba dice que van varios días que no ve a Francia para nada y que le preocupa ya que ella tiene a Silver. Que lo mejor es que vaya a casa a verificar que todo esté bien

Me preocupé de inmediato. Con todo lo que había pasado con mi familia y entre nosotras no había intentado localizarla en ningún sentido, tratando de darnos el tiempo necesario para las dos. Pero esas palabras hacían pensar lo peor.
Con discúlpamos con los demás y salimos rumbo a la casa de Francia, Rafael venía con nosotros, por si había que poner los pies en la tierra en cualquier situación.

—Yo no tengo llave de ésta casa

Dijo Mario al estacionarse frente a la casa.

—Carolina sí

Dije al mirar cómo ella estaba abriendo la puerta. No me percaté en ese momento del tono que había usado. Ese de desagrado y desprecio. Si ella tenía llave seguramente sabía cómo estaba Francia y lo demás sólo eran imaginaciones de esa señora.
Iba a decir que nos fuéramos, pero Mario había bajado y corrido detrás de Caro. Rafael y yo lo seguimos, por curiosidad talvez.

Al entrar notamos que todo estaba en silencio, había una pequeña y endeble capa de polvo en el piso. Mario caminó hacia la habitación, donde al parecer estaba Carolina, de pronto escuchamos un ruido sordo, un objeto chocando contra la pared y el grito de Carolina. Me asusté. Corrimos a la habitación haciendo que Mario entrara para darnos espacio. Todo estaba ordenado y el libro estaba desparramado en el suelo. A los pies de Carolina estaba la tan famosa foto, hecha una bolita, arrugada y arruinada.

—¿Qué hiciste?

Mario le preguntó.

—Ya estaba así

Carolina se giró, tenía los ojos llenos de lágrimas.

—No está, tomó sus cosas y se fue

¿Qué? Rafael y yo comenzamos a revisar los muebles, efectivamente no había nada, sólo la playera negra en un rincón del armario, el libro que yacía en la pared y la foto dañada. De cierta forma simbolizaba algo que a mí no me provocaba ninguna emoción, pero Caro...
La chica estaba realmente afectada, Mario se acercó a abrazarla, me parecía tonto, pero recordé que había una historia que ellas compartían, Francia la amaba a ella y frente a mí tenía la otra parte, Carolina también la amaba. Pero seguramente las dos eran unas ciegas, unas tontas que pensaban que tenían toda una vida y estaban dejando escapar las oportunidades.

—¿No les dijo a dónde iba?

—Creí que después de todo lo que había pasado se estaba tomando un momento para ella. Pero con los días se volvió sospechosa su desaparición. Yo no había puesto atención, he estado con mis asuntos personales. Hasta ahora que mi mamá mencionó su preocupación, decidí venir a ver. Pero simplemente se fue

Sus últimas palabras hacían entrever su enojo. ¿A dónde estaría? ¿Porqué se había ido?

—¿Hay algún lugar donde le guste ir?

Rafael le preguntó a Mario. Éste parecía pensar.

—Francia no es de muchos amigos. Prefiere estar en casa antes de dormir en otro lugar y... quizás esté con su familia

—Vamos a buscarla

Propuso Rafael, yo estaba dispuesta a ir, pero Carolina nos detuvo.

—Si decidió hacer eso y estar lejos de todo esto, entonces lo mejor es dejar que tome sus decisiones y no molestarla. Debe tener una razón para no decirle a nadie

Sentí pena de ver cómo le afectaba a ella la decisión de Francia y me pregunté porqué no me sucedía igual.

Todos salimos de la casa, Caro llevaba con ella la fotografía, aún hecha bolita.

—Me llevaré a Silver, para que no sea una carga para ustedes

—No es una carga

Carolina lo miró.

—Pero talvez sea lo mejor

Fueron por Silver, pero al regreso sólo volvió Mario con el perro. Sentí tristeza, pero no por mí.
Entonces supe porqué no me afectaba a esa magnitud.
Sin duda amaba a Francia, pero no como Caro la amaba. Yo podía vivir sin Francia, pero Carolina no. Porque cuando terminamos no sentí mayor sufrimiento, talvez había estado con ella por capricho y egoísmo mío. La había llegado a querer y a amar, pero no con esa intensidad que se necesitaba en una relación.

Y Francia había estado ciega al no ver que Carolina daría todo por ella.
Ahora todo parecía perdido.

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