XIX

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Francia

Miércoles por la madrugada.

Verla sobre mi pecho mientras dormía me hizo recordar lo que Mario dijo.
¿De verdad estaba siendo un error estar con ella? ¿De verdad había estado enamorada de mí?
Pero eso había sido mucho tiempo atrás, nadie podía mantenerse enamorado de la misma persona por años, mucho menos si nunca habían tenido nada. Lo más razonable sería hablar con ella. Talvez por la noche.

Otra vez había dormido mal, o mejor dicho, no había dormido nada.
Cuando entré a recepción para marcar hora e ir a mi oficina me di cuenta que Lucas y Margot se encontraban ahí.

—¿Mala noche otra vez?

Lucas sonrió, Margot parecía procesar sus palabras, no lo entendía obviamente, no sabía de la broma de Lucas en los primeros días.

—Quiero suponer que era muy buena y por eso dormiste poco, traes unas ojeras que ya pareces un oso panda

Ignoré su comentario y marqué hora.

—Buenos días, Lucas. Buenos días para ti también, Margot

No tenía tiempo para preguntarme qué hacían ellos hablando y riendo cuando entré, aunque si me llamaba la atención, según yo ellos no se llevaban bien.
Me instalé en mi escritorio, encendí el ordenador y mientras iniciaba pensaba en prepararme un té, el malestar en la cabeza era leve, pero molesto.

—Te ves fatal

Melissa interrumpió mis pensamientos, hubiera querido ignorarla, pero no tenía nada que ver con que yo tuviera una mala noche de sueño.

—Gracias, también te ves genial

—¿Si te enteras que noto cuando eres sarcástica?

—Me decepcionaría si no

—¿Porqué estás de mal humor?

Porque tuve sexo con Caro y se quedó a dormir conmigo, pero no pude dejar de pensar en lo que dijo mi primo y no dormí nada.

—Tuve mala noche

Me observó como si me analizara.

—Tu cuello no dice lo mismo

Dijo apartando la mirada y centrándose en preparar su café. Imaginé de inmediato que tenía una mancha, cortesía de Caro.

—Ayer no lo tenías así

Agregó con un tono divertido mientras se dibujaba una sonrisa malvada en sus labios. Dejé en reposo mi té y corrí al baño.
Dos manchas rojizas adornaban mi cuello, una más pequeña que la otra.
Toqué suavemente con la punta del dedo índice. ¿Ahora cómo lo iba a ocultar? Toda la empresa sabría de mi magnífica noche y...

—¿Necesitas ayuda?

Fruncí el entrecejo pensando en cómo podía ella ayudarme. Me mostró un estuche negro mientras decía:

—Traje mi maquillaje

Eso tenía más sentido, aunque su comportamiento solidario me desconcertó. Sacó unas cosas y comenzó el proceso de encubrimiento.

—¿No tienes espejos en tu casa?

—Muy graciosa

—En serio no puedo creer que hayas sido descuidada

—Ya deja de regañarme

—¿Fue una buena noche?

Eso me tomó por sorpresa, miré su rostro, sus ojos al devolverme la mirada los apartó rápidamente.

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