Prólogo

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(Diciembre 2020)
Hola, antes de todo, bienvenidxs a una nueva historia, una nueva aventura. Espero les guste...

Republicación: Noviembre 2022 (a casi dos años de la primera vez que se publicó esto).
Sé que dije que no prometía nada sobre esta historia, pero las que me leen desde "Enamorada de mi amiga" saben que no me gusta dejar nada inconcluso, así que aquí lo tienen de nuevo.

—Hola

Su voz era tan suave, por la timidez y la incomodidad, no se sentía a gusto en el lugar, pero sus padres por persuasión de sus tíos, la hacían ir. Mientras en la casa los adultos charlaban y bebían cerveza o gaseosa, en el patio, que no era muy grande, jugaban los niños, los más grandes, Rafael y Edgar, que tenían 16 y 14 años, veían televisión en el cuarto del mayor; los otros tres jugaban con tierra gracias a la falta de supervisión.
Esther tenía 12 años, Mario tenía 10 y Max tenía 8. La mayor era prima de ellos y hermana de Rafael. Max era el hermano menor de Edgar; Mario era hijo único. Todos se llevaban muy bien...

—Ah. Llegaron

Dijo Esther con desagrado.

—¿Puedo jugar con ustedes?

Los niños tenían una gran provisión de juguetes; camiones de volteo, retroexcavadoras, palas, agua, carros pequeños, soldaditos verdes, vaqueros azules y amarillos. Verdaderamente daban ganas de jugar en aquel tierrero.

—¡Claro!

Respondió entusiasta Max, para él, entre más jugaran mejor.

—No

Opinó Esther, pero se retractó.

—Mejor sí

Sin ningún pudor la escaneó de pies a cabeza, los zapatos viejos, un pantalón que había sido suyo y esa playera que había sido bonita en su tiempo, ahora estaba descolorida de tanto que se había lavado.
La escuálida niña se acuclilló para tomar uno de los camiones y llenarlo de tierra. La mayor de todos vació agua en la tierra creando lodo, lo tomó en las manos y lo restregó en la ropa de la otra niña.

—¿Qué estás haciendo?

Chilló asustada.

—Talvez así tus papás te compran ropa nueva

Ellos no le compraban ropa nueva todos los días, y ya que le regalaban la ropa de su prima, sólo le compraban para su cumpleaños, si acaso podían.

Max fue corriendo a decirle a los adultos lo que estaba pasando, todos fueron a ver.

—Estábamos jugando

Se excusó Esther, aunque la afectada estuviera llorando, sus padres la iban a castigar por tener la ropa llena de lodo, le habían enseñado a que tenía que cuidar sus cosas.

La mamá de Esther, para quedar como buena ordenó a su hija llevar a la niña llorona a cambiar, que le diera de su ropa, algo que le quedara. Después se disculpó con su cuñado, que eran cosas de niños y otras tonterías, pero el hombre y su esposa sabían que se trataba de la mala educación que la chiquilla tenía.

—Eres una llorona, sólo estaba jugando

—Pero a ti no te van a castigar

La mayor sacó ropa que ya no le quedaba, algunas playeras tenían agujeros, seguro a la otra no le importaría, de todos modos, como decía su mamá: "Los pobres se alegran con cualquier cosa".
La niña eligió un short color kakis y una playera negra que se veía un poco desgastada, pero no tenía agujeros, la mayor bufó.

—Betita...

La niña odiaba que le llamaran así, su nombre era Alberta, le habían puesto nombre de hombre, había escuchado muchas veces.

—...te voy a limpiar la cara y el pelo

De buena fe la niña se lo permitió, como resultado su prima le hizo un corte a su cabello dejándolo disparejo, como consecuencia Santiago Alberto se molestó mucho y juró nunca poner un pie en esa casa y que ojalá educaran a esa mocosa, que era una vergüenza para ellos por no hacerlo desde que estaba pequeña. Que talvez ellos no tenían tantas comodidades, pero que ellos sí habían enseñado a su hija a comportarse y respetar a los demás, algo que "Esthersita" no hacía.

—No aguantan nada

Dijo la mujer de Eduardo, él simplemente se dirigió a su hija.

—No está bien lo que hiciste

Dijo un poco serio, pero su regaño era tan débil que sería olvidado pronto.

—Déjala...

Intervino la madre.

—...es cosa de niños

El papá de Max y Edgar no era muy partidario de las reuniones con Santiago Alberto, pero se encontraba en desacuerdo con lo sucedido, razón para decirle a su mujer, que era hermana de Eduardo y Santiago, que se retiraban.

Sólo quedaban los papás de Mario.

—Yo te apoyo, cuñada

Raquel, la esposa de Mario Antonio, lo miró severa, ella quería a esa niña. Pobre, llevaba el cabello estropeado.

—¿Qué? Son cosas de niños, si no van a dejar que Esthersita se divierta con su hija ¿Entonces para qué vienen?

Mario Alonso, el hijo de Mario Antonio, se preguntó si entonces estaba bien lo que Esther le había hecho a Alberta ¿Porqué no les agradaban? Su tío y la esposa de él eran buenos y su prima era divertida y nunca le rompía los juguetes como lo hacía Esther.

Aunque los adultos estaban muy felices por el juramento de Santiago Alberto, ya no tendrían que soportarlos más.

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