Al día siguiente no vi a Gabriel, al menos no de frente. Solo le observé sentado en la pileta con su libreta y la guitarra a una hora más tardía de lo habitual.
De vez en cuando me sentía una especie de acosadora al quedármele viendo mientras practicaba sus actividades diarias, pero me resultaba un tanto imposible no hacerlo. Siempre que pasaba por afuera de la ventana le veía y, como si de magnetismo se tratara, le observaba por unos cinco minutos, notando su frustración mediante sus muecas y lo desesperante que parecía para él no lograr hacerlo bien. También noté que miraba hacia mi casa en algunos instantes, como si supiese que detrás de la cortina estaba yo. Irónico ¿No? Le acusaba de acosador, pero no estaba en posición para hacerlo.
Tampoco hablamos el lunes, ni el martes, ni el miércoles...
Sin razón, mi subconsciente estaba intentando evadirle lo más posible. Quizás era por pudor a sus palabras. Gabriel eventualmente dejó de intentar hablarme, pero en su último intento me lanzó trozo de papel a la cabeza que relataba lo arrepentido que estaba de que yo tuviese que verlo de esa forma por el pequeño incidente y que no recordaba demasiado de lo que había dicho o hecho en el trascurso de la fiesta. También me explicaba que su intención nunca había sido beber, simplemente había comenzado a ingerir un líquido con un sabor extrañamente similar a una bebida.
Aunque no hubiésemos hablado en la escuela, Gabriel cada día me mandaba algún tipo de mensaje donde me pedía disculpas. No los respondía, pero leía cada uno.
Ahora que lo pensaba mejor, esta debió haber sido la mejor forma de alejar a Gabriel desde un principio: Haciendo que se avergonzara de sí mismo con respecto a mi persona. Era una verdadera pena que me hubiese percatado tanto tiempo después de nuestro primer encuentro.
Me pasé horas y horas evitándolo, ¿Y por qué? Porque no tenía el valor de mirarlo, porque la incomodidad de volver a hablarle se presentaba cada vez que él me observaba. Realmente no podía hacerlo... No podía, me asustaba.
Viernes y sábado pasaron de forma medianamente tranquila, con la mínima diferencia que la chica pelirroja que se amistaba con Odeth se había quedado por la noche, y su risa junto con la de mi hermana no me permitían dormir demasiado. También recordaba que en la madrugada me levanté por algún refrigerio y pude contemplar la perfecta escena de cómo Bastián entraba al baño sin tocar la puerta y cerraba la puerta a la milésima con el rostro completamente enrojecido y avergonzado, básicamente había visto a la chica haciendo sus necesidades. Esta no dudó en gritar levemente del susto cuando vio a mi hermano, y él se limitó a pedirle disculpas una y otra vez por detrás de la puerta.
Se acercaba el mes de octubre y el calor ya estaba presente en el aire, mandando a segundo plano el agradable invierno para dar paso al sudor, mal olor, la época de insectos, la falta de ropa y, claro, las terribles alergias... Varias cosas que me desagradaban si es que era sincera.
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Algo en ti
Teen FictionEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...