Lancé mi orgullo a la basura cuando me encontré a mis propios pies caminando a la habitación de mi (muy subdesarrollado e inmaduro) hermano mayor.
Giré el frio pomo de la puerta de su habitación y me metí en esta. Mis pies se enredaron entre algunas prendas esparcidas por el suelo y pisé, sin intención, un objeto que soltó un crujido.
Sin prestar atención, puse mis manos sobre él y le sacudí un poco.
– Bastián, despierta – Susurré cerca de su oído para que solo él pudiese escucharme.
Pronto comenzó a removerse incómodo en su cama.
– No mamá, cinco minutos más... – Rogó acurrucándose con la almohada.
Rodé los ojos y seguí moviéndolo, solo que con más brusquedad que la anterior.
– ¿Qué... – Se cortó a media oración, girándose para verme. – ¿Samanta? ¿Qué pasó? No me digas que soñaste con Odeth y quieres dormir conmigo.
Fruncí el ceño a la vez que él alargó una sonrisa lasciva.
– Necesito tu ayuda.
Fui directamente al grano cuando se reincorporó. Me observó por unos segundos de una mueca completamente vacía y neutra y finalmente alargó una sonrisa.
– Espero que valga, porque deben ser como las dos de la mañana y yo estaba soñando con un suculento pastelito de crema con frambuesa, ¿Qué es lo que no te deja dormir, Samy?
– Te juro que si te ríes de mí no me van a temblar las manos para empujarte por la escalera, ¿Queda claro? – Él se carcajeó leve mientras asentía. – Es por el hijo de la señora Dona.
– Ya decía yo... – Razonó. – ¿Y qué hizo ahora el pelos de mantequilla? Espera... No me digas que te pidió el beso negro.
Le miré mal, a lo que solo se echó a reír y me indicó con la mano que prosiguiera.
– Hace una media hora me llamó completamente ebrio. Se supone que iba a una fiesta de cumpleaños, pero parece que se le fue de las manos...
– ¿Y qué te preocupa, hermanita? Es normal emborracharse hasta que no te puedas ni el culo en una fiesta, tú más que nadie sabe eso. – Se explicó, restándole importancia a la situación con su mano.
– No estás entendiendo. Es muy diferente a mí, él jamás ha bebido y parece que su madre no está en casa... No sé, no quiero dejarlo allí solo...
Cerré los ojos y apreté los puños en espera de que Bastián se riera de mí, pero jamás paso...
– Estás preocupada – Asentí a su afirmación. – Debes de quererlo mucho para preocuparte así
– ¿Qué? No, ni siquiera somos amigos y...
– Oye, no me mientas pequeña cabeza naranja, que yo nunca haría algo tan amable por un amigo mío, así que mejor ahórrate el orgullo y déjalo así.
Bastián se destapó y se levantó de la cama, a tientas buscó su pantalón de mezclilla en la oscuridad de la habitación y se lo puso.
Sinceramente me daba igual que se vistiera frente de mí, antes lo hacía todo el tiempo y, casi siempre que tenía libre y nada que hacer, ni se molestaba en vestirse para deambular por la casa con simples calzoncillos y una que otra camiseta.
– ¿Qué haces?
– Y después dices que yo soy el primate, estúpida. – Murmuró hacia mí. Le miré mal y él sonrió. – Me estoy vistiendo, ¿Qué no vez? Viniste a pedirme que te acompañe a buscarlo, ¿O no?
No le contesté, por consciente mi respuesta era obvia.
Pronto nos encontramos ambos bajando las escaleras en un intento de no hacer mucho ruido, en lo que, claro, fallábamos, pero aparentemente nadie se había percatado de eso.
Bastián tomó las llaves del auto mientras que yo me encargaba de abrir la puerta principal y el portón deslizable. Finalmente nos subimos y Bastián puso la maquina en marcha.
– Entonces... – Alargó. – ¿Ya hiciste los preparativos para la boda?
Desvié la mirada del parabrisas hasta la ventanilla de copiloto.
– ¿Nunca puedes tomarte algo en serio? Realmente es molesto que siempre seas como un niño... – Le reprendí en un tono extraño que ni yo supe deducir.
– Hey, tranquila. Solo era para aliviar un poco la tensión. – Explicó. – Además, fuera de broma, me gusta que te empieces a abrir otra vez... Es lindo que sean amigos.
Quería negárselo, decirle que todo seguía exactamente igual que hace un tiempo atrás, pero no podía. No podía porque me conocía tan bien que no era capaz de engañar a mi mente.
¿Realmente seguían las cosas igual? Por supuesto que las cosas eran distintas. Gabriel estaba derrumbando tantas barreras a su paso que ya no podía negar que comenzaba a surgir cierto afecto por él. Tal vez era algo obvio, pasaba con él más que con cualquiera en el día a día, y su rutina diaria ya se había vuelto parte de la mía.Quizás podía engañar a Bastián y llenar su cabeza de excusas baratas y simples, pero no podía mentirme. Gabriel ya no era un simple conocido... Lo supe desde la primera vez que se juntaron nuestros ojos, que algo iba a cambiar, y ahora me aterraba la idea de que se repitiera la historia que guardé en un baúl sepultado en el jardín hace años.
Recordé lo que había pasado en la tarde y se me hizo imposible no contemplar ese perfil que aparentaba una sonrisa.
– ¿Todo bien con tu novia? – Murmuré cautelosa.
Puede que fuera una simple mala jugada de mi vista, pero por un segundo, pude ver como la intensa luz en sus ojos y su continua sonrisa se esfumaba de su rostro. Como si de un reflejo se tratara, volvió a sonreír, aunque noté que sus marrones ojos ya no demostraban comodidad, o alegría, o un sentimiento positivo con respecto al tema, parecían tristes, sin vida, similares a los míos, solo que por distintas razones.
– Sí, ¿Por qué algo estaría mal? – Cuestionó.
Simulaba un tono neutro, pero de fondo se escuchaba roto.
– Estás sufriendo por ella, escucho como lloras cuando ella te grita, ¿Por qué no la dejas?
Apretó más el volante, al punto de que sus nudillos se pusieron blancos, sin embargo, no era enojo lo que demostraba, sino tristeza y melancolía.
![](https://img.wattpad.com/cover/239619711-288-k62595.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Algo en ti
Teen FictionEsta es la historia de una adolescente, cual nombre es Samanta García, narrada desde su perspectiva. Se centra en el instante en el que conoce a un particular chico que le hará cambiar su punto de vista y aflojar todo lo que alguna vez no quiso dem...